La muerte de una joven letona de 20 años esta semana en una aldea semiabandonada de Asturias, cuya autopsia reveló que falleció tras ingerir hojas de tejohojas de tejo, reabre el recuerdo del conocido como árbol de la muerte, que se utilizaba en la antigüedad en Galicia para fines suicidas -también por los celtas, para construir flechas venenosas- y más modernamente como antiespasmódico y anticancerígeno.

Aún no está claro si la joven pretendía quitarse la vida, si trataba de automedicarse o si fue una ingesta accidental, pero todas las miradas se han vuelto sobre la legendaria historia del tejo, o teixo, que en Galicia cuenta con un bosque único en el sur de Europa: el Teixedal de Casaio, en el municipio ourensano de Carballeda de Valdeorras.

Es una de las pocas reservas de tejo (Taxus bacchasta), en un bosque puro de unos 500 ejemplares centenarios y que, a juzgar por las dimensiones de algunos, podrían llegar a los mil años. Están en el macizo de Pena Trevinca, en el extremo este de la provincia de Ourense a unos 1.350 metros de altitud. "Necesitan mucha agua, por lo que en zonas boscosas de Galicia podemos encontrarlo hasta a 300 metros, pero si vamos hacia el sureste y sur de la Península, quedan relegados a zonas altas. No suele aparecer como bosque, sino encajado entre otros árboles", explica la doctora en Ciencias Biológicas y experta en botánica forestal Rosa Romero, profesora de la Universidade de Santiago. La zona de Casaio en Valdeorras sería -por tanto- única pero también se pueden observar ejemplares de tejo mezclados con otras variedades arbóreas en las sierras de Ancares, O Courel, A Fonsagrada, O Invernadoiro y Xurés.

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"Hay mucha bibliografía sobre la toxicidad del tejo. No es una planta que de forma tradicional se usase con fines medicinales en Galicia, porque la gente conocía sus propiedades tóxicas", añade Romero. "Por eso, se ha usado en la construcción de arcos y flechas, tanto para la defensa como para la caza: las propias armas iban impregnadas de la sustancia tóxica. Y en el acervo cultural de nuestro país ha quedado recogido que, cuando llegaron los romanos al Noroeste, los pobladores galaicos las usaron las hojas de tejo", razona la experta.

En el tejo toda la planta es tóxica, salvo el anillo carnoso que envuelve a la semilla. Pero no solo es tóxico por ingerirlo, sino también se dice que el humo de quemar sus hojas también causa intoxicaciones y también en animales hervíboros. "Inicialmente, la ingesta provoca vómitos y náuseas y luego la persona entra en coma", explica Rosa Romero sobre lo acontecido a la joven. Eso sí, no recuerda ningún caso de intoxicación en Galicia.

Pero el árbol mítico albergaba más sorpresas. En los años 80 se descubrieron en la corteza del tejo americano compuestos con actividad citotóxica. Es decir, que a partir de esas sustancias y a través de una reacción se obtuvo taxol, un potente anticanceroso. "Ese componente se está usando en la actualidad como tratamiento para el cáncer de mama, de útero, melanoma... en casos en los que el cáncer está avanzado", alega la profesora.

De hecho Paracelso, el famoso médico, astrónomo y alquimista suizo de la Edad Media -precursor de la actual farmacología- aseguraba: "Nada es veneno, todo es veneno: la diferencia está en la dosis.

Es lo que ocurre con muchas de las plantas arbóreas y arbustivas que nos rodean: tienen componentes altamente tóxicos. Una herbácea tan conocida como el estralote en Galicia, o dedalera, es una planta única para la farmacopea por las propiedades cardiotónicas de sus hojas. Son capaces de acelerar el ritmo cardiaco, pero también puede producir arritmias e incluso la muerte. Según el relato de la profesora de la Universidade de Santiago, el helecho macho tan presente en los bosques gallegos se ha usado a lo largo de la historia contra la tenia -o solitaria- mientras que hoy en día está prohibida su comercialización libre porque tiene efectos tóxicos y puede acarrear la ceguera.

Pero no son las únicas especies con las que tener cuidado en caso de que las manipulen menores. Hay variedades ornamentales, como la adelfa, que tampoco se escapan de los peligros. "Sus hojas y flores decorativas hicieron que se extendiera como especie ornamental; pero tiene propiedades cardiotónicas, que pueden provocar la muerte por consumo. Hay zonas en EEUU en donde se asilvestró y se han dado casos de intoxicación en barbacoas, porque después de consumir alimentos cocinados con esa leña y respirar ese humo, tuvieron que ser atendidos", documenta la botánica.

El ricino es otra de esas especies de jardín y tiene alcaloides en su semilla. Aunque hay quien prueba por sus poderes alucinógenos, se han producido intoxicaciones y muertes. Algo similar de lo que ocurre con la cicuta, muy presente en descampados en Galicia.

Otra flor tan atractiva como la trompeta de ángel -que muy frecuentemente los niños pequeños arrancan y chupan- contiene alcaloides tropánicos, como la escopolamina. Una sobredosis produce parálisis, psicosis, alucinaciones y también la muerte.