Un océano y siete horas separan España de Bogotá. Eran las 11.40 horas cuando la Fundación Princesa de Asturias llamó a la periodista Alma Guillermoprieto (Ciudad de México, 1949) para decirle que el jurado le había concedido el premio de Comunicación y Humanidadespremio de Comunicación y Humanidades. En la capital de Colombia, el reloj marcaba las 04.40. "Ha sido la mejor manera de despertar del mundo", señaló poco después la reportera mexicana, afincada en Bogotá. El premio reconoce, tal y como consta en el acta del jurado, la "larga trayectoria profesional" y el "profundo conocimiento de la compleja realidad de Iberoamérica", que Guillermoprieto "ha transmitido con enorme coraje, también el en ámbito de la comunicación anglosajona", lo que le ha permitido tender puentes en todo el continente americano. "Con una escritura clara, rotunda y comprometida, representa los mejores valores del periodismo en la sociedad contemporánea", destaca el acta. Es la tercera mujer en conseguir este premio. "Habría que mirar cuántos reporteros lo han ganado antes", añade la galardonada.

-¿Qué supone para usted recibir este premio?

-Es una emoción muy muy grande e inesperada. Pero también pienso que es una gran responsabilidad, ante la que espero estar a la altura.

-Se inició usted como bailarina.

-Empecé en la danza. Pero tengo ya muchos años, y esto fue hace muchos muchos años. He tenido una vida maravillosa, la verdad.

-¿Cómo llegó al periodismo?

-Ni yo misma lo sé, la vida es un largo accidente y así, de combo en combo, acabé siendo reportera. No sabría decir cómo, pero pasaron bastantes años entre la danza y que yo pasara a escribir en Centroamérica. Empecé como stringer (autónoma) en Latin American Newsletter y The Guardian. No me pareció que estaba cogiendo un oficio, sino que aprovechaba una oportunidad de ver el mundo en ese momento. Ahí me fui quedando, y hasta el día de hoy.

-Sus primeros años en el oficio fueron en Centroamérica, a finales de la década de 1970, en unos momentos convulsos.

-Fue un aprendizaje a vapor sobre el oficio, pero también sobre el poder, la maldad humana y el heroísmo de gente que no tiene nada.

-Han pasado 40 años, y la violencia y la inestabilidad siguen presentes en países en países como México o Venezuela.

-O como Nicaragua, que está convulsionada otra vez y viviendo la misma historia trágica. Espero que ese no sea su destino. Me parece asombroso que 40 años después, esté leyendo sobre los mismos horrores.

-¿Qué piensa al ver esta situación?

-Que ante los cambios muy acelerados del mundo, los pueblos se asustan y buscan líderes que les hagan promesas y les ofrezcan soluciones fáciles. Y eso lleva siempre a la derechización extrema o al populismo delirante. Y también resurge el nacionalismo extremo.

-¿Cómo ve a Cuba? ¿Estamos ante un cambio histórico?

-No sé si lo de Cuba es un cambio histórico o una transición sin mayores traumas. Espero con todo mi corazón que sea lo segundo.

-En un momento como el actual, con los medios ajustando costes y las pautas de consumo de información de internet, ¿tiene cabida el periodismo de investigación?

-Tiene más lugar que nunca porque es necesario, y frente a una gran necesidad siempre surgen grandes respuestas. El periodismo, concretamente lo reporteado, lo verificado, lo comprobado, lo investigado, hace falta. Y en internet hay también un gran movimiento de reconocer que no basta con lo que sale en Twitter y con un gif. Me alegro de ver también el resurgimiento de textos de largo aliento, y de exploraciones profundas de la realidad.

-Es una visión optimista.

-La alegría de este premio me hace ponerme muy optimista. Pero aparte de eso sí, creo que estamos en un tiempo siniestro, en todo el mundo, pero hay gente que hace un contrapeso y que tiene que salir. Y la reportería me da mucha esperanza, sobre todo el ver a los jóvenes reporteros.

-Estos avances tecnológicos, ¿cómo afectan al oficio, en comparación con lo que usted conoció cuando empezaba?

-Creo que facilitan enormemente este nuevo periodismo con tantas posibilidades. Son herramientas que facilitan mucho la investigación y la verificación de datos, que es un aspecto tan importante, tan integral, del periodismo. Pero a la vez creo que sufren muchísimo, los reporteros, pero el periodismo en general, de la falta de tiempo para reflexionar. Y los reporteros sufren una sobreexplotación. La jornada no se acaba nunca y los salarios no están a la altura.

-La proliferación de fake news, el tráfico de datos en Facebook... ¿Son los grandes peligros para el periodismo?

-Sería muy crítica también de mi oficio. Lo que se ha hecho a partir del tráfico de datos tiene alguna relación familiar con el periodismo escandaloso, amarillista, que el morbo ha cultivado y alimentado. No son tan lejanos y no me atrevería a criticar uno sin señalar el otro.