No sabía Antonio Mercero que cuando decidió colocar a aquellos chicos en la cubierta de La Dorada que lo que estaba haciendo de verdad era crear indignados sin causa. "Del barco de Chanquete, no nos moverán"? Y, aunque terminaron moviéndolos, uno descubrió que los revolucionarios también podían ser pragmáticos. Pasó igual en el cerco de Madrid cuando el "No pasarán" de Pasionaria, antes de que pasaran.

La tele de los ochenta cocinó mentes transformadoras, campos de estrellas y mundos por conquistar. "Viva el mal / viva el capital", viva la Bruja Avería, corporeidad mortal y rosa del mal en primera persona. Todo esto es lo que se ha perdido con la muerte de Mercero, que fue el muñidor de un futuro que, sin él, hubiera seguido siendo tan pegajoso como una casa llena de sofás de "escái".

Mercero se inventó a una panda de amigos que pedaleaba a ritmo del compositor Carmelo Bernaola y descubría cuevas ignotas, vivía primeros amores y bofetadas paternas? Mercero explicó, sin pretenderlo, que la realidad se cambiaba desde la realidad y así quedó claro aquello que explicó Don Quijote a su escudero, lo de que "la libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres". Ahora la cosa es un pelín más distinta: hay que saltar a otra dimensión, varita en ristre y todos contra Voldemort. O eso me parece.

Lo de Farmacia de Guardia fue otra cosa: la pandilla había aparcado las bicis, los padres eran majos, aunque se hubiesen divorciado, los policías locales tropezaban con la puerta? Y ya nadie decía que no les iban a mover, que La Dorada se quedaba. Y es que los indignados se habían aburguesado.