Con bata blanca en lugar de sotana y disponibles las 24 horas del día. Seis sacerdotes comparten jornada laboral con médicos, enfermeros o celadores del Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac) para dar asistencia religiosa a los pacientes o familiares que lo demanden. Forman parte de la plantilla de trabajadores del Sergas y aunque su puesto de trabajo está en el Hospital Universitario y el Materno Infantil, se desplazan también hasta el Abente y Lago y el Hospital de Oza para ofrecer sus servicios. "Hay un teléfono en el que siempre estamos disponibles, pero además hacemos turnos para intentar que siempre haya un religioso presente en el hospital", señala uno de estos sacerdotes Fernando Isorna, que compagina su labor en el hospital con ser párroco de Nuestra Señora del Carmen en A Coruña.

La presencia de sacerdotes en los hospitales públicos está regulada por los acuerdos del Estado con la Santa Sede de 1979 aunque la relación de la Iglesia con la sanidad viene de mucho antes. "Una de las tareas del sacerdote, como ya hizo Jesús, es atender a los enfermos, acompañarles. Forma parte del mandato evangélico y se ha hecho a lo largo de los años de muchas formas. La Iglesia fue la encargada de crear hospitales para pobres, para huérfanos y antes de la Constitución muchos de ellos estaban gestionados por institutos religiosos. En el caso de A Coruña, eran las Hijas de la Caridad de Santa Ana quienes dirigían este hospital y se encargaban de formar a los enfermeros", señala Isorna.

Pese a que muchos aún vinculan la figura del sacerdote a la extremaunción, sus funciones en el hospital van más allá y se centran en la atención y asesoramiento a pacientes y familias durante toda la enfermedad. "Los enfermos tienen derecho a una asistencia espiritual durante el proceso de curación, pero nuestro papel no es solo religioso. Acompañamos a las familias que sufren mucho al tener a alguien ingresado porque más allá de que trastoca horarios puede surgir angustia por el diagnóstico, por cómo afrontar la patología y el cuidado si es una enfermedad crónica", indica este sacerdote, quien reconoce que las familias han cambiado mucho en los últimos años y esto provoca nuevas preocupaciones. "Buscan contarnos lo que les preocupa, ayuda o simplemente desahogarse", señala Isorna, quien reconoce también que les orientan sobre servicios que igual desconocen y les derivan, por ejemplo, hacia el equipo de trabajadores sociales del centro. "Se trata de humanizar el hospital", indica.

Y en el caso de los enfermos acuden siempre que el paciente lo demande y especialmente con aquellos que estén solos en el hospital. "Hay casos donde la familia está lejos y nosotros nos encargamos de acompañarles", señala este sacerdote, quien asegura que también les llevan la sagrada comunión hasta la habitación a los enfermos que lo soliciten. "Atendemos y acompañamos al paciente y a la familia hasta que abandona el hospital", dice.

Pese a que existen folletos informativos por diferentes puntos del hospital y desde el control de enfermería entregan fichas en las que los pacientes que lo deseen pueden solicitar la atención de un religioso, todavía son muchos quienes desconocen que hay sacerdotes en el hospital. Por ello, cada día pasan por las habitaciones, salas de espera o la UCI para ver si se necesitan sus servicios. "Hay zonas en las que la presencia del sacerdote es más necesaria por la gravedad de los pacientes como puede ser oncología", señala Isorna, quien reconoce que algunos falsos mitos hacen que algunas familias sean reacias a llamarles. "Algunos tienen cierto temor a que el sacerdote vaya a la habitación porque el enfermo puede pensar que se va a morir y al contrario, el paciente puede salir fortalecido con la ayuda y presencia del cura", sostiene el también párroco de Nuestra Señora del Carmen, quien asegura que se encuentran situaciones de todo tipo. "Gente que es religiosa en su vida habitual pero que aquí la preocupación por la enfermedad es tan grande que no se dan cuenta de que pueden llamarnos y al contrario, hijos que nos dicen que no son creyentes pero que sus padres sí y quieren cumplir con sus deseos", indica.

Ofrecer apoyo en el duelo y despedida del familiar que acaba de morir o dar el sacramento de la unción de enfermos también forma parte del día a día de los religiosos que trabajan en los hospitales coruñeses, quienes además se turnan para oficiar misa en la capillas hospitalarias (hay en todos los centros excepto en el Abente y Lago). "Aquí (en el Hospital de A Coruña) hay misa todos los días a las 11.00 horas, excepto el sábado", señala Isorna, quien asegura que pese a que la afluencia ha bajado en los últimos años, entre 20 y 30 feligreses se reúnen cada día en la capilla del hospital durante la homilía.

Capillas que, a veces, son testigos de ceremonias como bodas o bautizos. "Hace unos años celebré un matrimonio entre un ingresado y su mujer, ya tenían familia pero no estaban casados", señala este sacerdote, quien reconoce que son más habituales "los bautizos", en la capilla del Materno.

La relación entre los religiosos y el resto de la plantilla del hospital es muy estrecha. "Siempre hemos sido muy bien aceptados y colaboramos con iniciativas del personal o damos misa si fallece alguno", indica Isorna, quien recuerda que al fin y al cabo son un equipo unido con un mismo objetivo: trabajar por el bien del enfermo.