Pablo Figueroa Dorrego, Ana Paula Laborinho y, a título póstumo, Francisco Lores Mascato, fueron galardonados ayer con las primeras Medallas de Honra concedidas por el Consello da Cultura Galega. El acto, celebrado en la sede del Consello, estuvo presidido por el titular del Gobierno gallego y presidente de honor de esta institución, Alberto Núñez Feijóo, a quien acompañaron el presidente del Parlamento de Galicia, Miguel Santalices, y el del organismo organizador, Ramón Villares.

Las Medallas fueron creadas por la institución para reconocer a aquellas personas físicas que colaboran con la institución principalmente en la acción exterior de difusión y promoción de la lengua y de la cultura gallegas.

Ana Paula Laborinho, profesora de la Universidad de Lisboa, ha sido la primera persona no nacida en Galicia que se ha hecho merecedora de este galardón cultural. Laborinho fue presidenta del Instituto Camões y actual directora en Portugal de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, Ciencia y Cultura. En su discurso, la profesora destacó su apoyo decisivo a la entrada del Consello da Cultura Galega como observador en la Comunidade dos Países en Lingua Portuguesa, creando espacios para la cultura y la lengua gallegas en el ámbito de la lusofonía. Por su parte, el diplomático lucense Pablo Figueroa Dorrego ha tenido un destacado papel como promotor de la cultura de Galicia desde su puesto de consejero laboral en la Embajada española en Brasil. El Consello destaca, además, su colaboración con la institución para hacer más visible la lengua gallega en el ámbito cultural lusófono.

El Consello da Cultura entregó una tercera Medalla, a título póstumo, a Francisco Lores Mascato, quien fue secretario general de la Federación de Sociedades Galegas e impulsor decisivo del Museo da Emigración Galega, creado en Buenos Aires en 2005.

Villares destacó que estos premiso surgen para "distinguir, como operación intelectual, y agradecer, como operación afectiva".

El acto lo cerró Feijóo quien destacó que los galardonados con las Medallas del Consello da Cultura Galega son la prueba de que los gallegos "somos un pueblo único y diverso, sin fracturas, que comparte una cultura que no es de nadie y que quiere incorporarse a las grandes corrientes culturales, tal y como es".