"A los 40 aprendí a tocar la gaita y a los 65, a navegar por la Red. ¡No aprende el que no quiere!". Antonio Lois transmite una ilusión contagiosa desde Cuntis, donde reside este jubilado soltero que ha encontrado en internet un nuevo reto con el que demostrar que siempre se puede aprender y que la utilidad de la Red va más allá de los clichés de estar conectado con otras personas. "A mí chatear no me va nada. Tengo correo electrónico, pero yo lo que quiero es ver cosas y aprender", expone.

El de Antonio no es un caso excepcional, al menos en cuanto al acceso tardío a la Red. En tres años, el porcentaje de gallegos de entre 65 y 74 años que se conecta a internet se ha duplicado, pasando del 20,9% de 2014 al 40,3% del año pasado, según los datos del Instituto Galego de Estatística (IGE). La brecha con respecto a la media estatal se reduce a la mitad, pues en España el acceso a la Red de las personas en edad de jubilación era de 26,2% en 2014 y del 43,7% el año pasado.

Los clichés indican que es el teléfono móvil el que parece inducir a los mayores a bucear por primera vez en el mundo virtual, usando también los servicios de mensajería instantánea para, por ejemplo, descargar las fotos de los nietos. De ahí a consultar páginas web hay un solo paso.

Antonio no encaja con esa trayectoria. Lo suyo fue más bien un pinchazo de curiosidad. "Hace dos años llovía mucho, estaba en casa y empecé a ir a cursos de ordenador... pero me gusta ir por libre", recuerda sobre las clases organizadas por la Rede CeMIT de la Axencia Galega para a Modernización Tecnolóxica (Amtega). Nada de chats, sino que comenzó a rememorar su etapa en el Sáhara durante el servicio militar (cita del tirón la dirección de una web específica) y a emplear programas de fotografía y dibujo, a pesar de un problema que no consigue solventar. "Me falta mecanografía. Otros van muy rápido y yo más lento", cuenta.

Reconoce, eso sí, que lo suyo es el ordenador y no el móvil, cuyos usuarios en su franja de edad pasaron del 72,3% al 79%. "No sé muy bien cómo funciona, aunque tengo uno", dice antes de espetar su rechazo a las redes sociales. "De eso no quiero saber nada, no me gustan. Se cuentan muchas mentiras. Ya le dije a algunos vecinos que ahí se critica a todo el mundo. Es como la gente que antes cotilleaba en la calle", compara Antonio, que reconoce haber inyectado el gusanillo a otros vecinos.

Su acercamiento a la informática no ha sido el único reto que se ha marcado. "Una vez, organizaban un curso de torneado de gaitas y para tocar, pero no llegaban al mínimo de quince alumnos. Me pidieron que me apuntase para que no se suspendiese y, al final, aprendí a tornear una gaita y a tocar ¡con 40 años!", recuerda. Eso sí, nada de demostraciones en las fiestas a las que lo invitan. "Si te invitan a comer, vas a comer y a hacer chistes, pero no a tocar", zanja".