El lenguaje puede ser inclusivo o exclusivo, tolerante o intolerante, partidista o imparcial, feminista o machista. ¿Por qué a los hombres se les llama por su apellido ya las mujeres por su nombre? ¿Por qué al presidente de Gobierno se le llama Sánchez y a la vicepresidenta primera Carmen? ¿Por qué a Javier Bardem se le llama Bardem y a Penélope Cruz, Penélope o simplemente Pe? ¿Por qué hablamos de Sánchez pero de la Merkel?

Un equipo de investigadores del departamento de Psicología de la Universidad de Cornell (Ithaca, Nueva York), liderado por el profesor Stav Atir, ha estudiado el tratamiento que se da a las personas en ambientes laborales y cómo este tratamiento afecta a la manera en que es percibido dicho individuo y la conclusión es clara: no se percibe igual a un profesional a quien la gente se refiere por su apellido que a quien se le llama por su nombre de pila.

Otra conclusión que extrae de este estudio, que publica el último número de la revista especializada PNAS y del que se hace eco la agencia de noticias SINC, es que en los ámbitos de gran competitividad, como la ciencia, la literatura y la política existe el doble de probabilidades de que a los hombres se les llame por su apellido y a las mujeres por su nombre de pila. Los investigadores estadounidenses tienen claro que esta forma tan dispar de tratar a profesionales con idénticas competencias pero distinto género rezuma sexismo.

Para Chis Oliveira, catedrática de Filosofía y promotora de Comando Igualdade -grupo que comandan alumnos y alumnas de entre 14 y 17 años que hablan a sus iguales sobre identidad sexual, sexo, violencia de género y acoso- la diferencia de tratamiento que se da a hombres y mujeres responde a unos estereotipos muy anclados en el modelo patriarcal, que menoscaba el papel de la mujer en la sociedad y que a la vez influye negativamente en la percepción que las mujeres tienen de sí mismas.

"Con el uso que hacemos del lenguaje estamos transmitiendo valores y valores que no son inocentes porque tienen repercusiones en la constitución de la identidad de las personas. Las personas nos vamos haciendo con todo lo que contribuye a que nos haga, como es cómo nos van clasificando y cómo nos hacen sentirnos. Desde el momento que te van quitando autoridad y categoría llamándote de una manera o de otra, tú te vas considerando más autorizado o menos", explica la catedrática.

En el estudio estadounidense, que ha contado con unos 3.700 participantes, se observó, por ejemplo, que los científicos mencionados por su apellido eran vistos como un 14% más merecedores de un premio de carrera por parte de la National Science Fundation. La investigación recalca que este sesgo puede contribuir a la brecha de género en el prestigio que se atribuye a unos y a otras.

La diferenciación en el tratamiento está tan interiorizada que en muchas ocasiones se perpetúa de una manera inconsciente. Así, es habitual tratar a un profesor por su apellido, pero no tanto a una profesora, para quien aún de una manera mayoritaria se le trata por su nombre de pila.

"Es verdad que hay una tendencia a referirse al hombre por su apellido y a la mujer por su nombre de pila, especialmente en determinados ámbitos, aunque creo también que cada vez es menos frecuente", asegura la profesora de Sociología Amada Traba.

En su opinión, esta diferenciación en el tratamiento es discriminatoria. "Tradicionalmente, José era Pepito de niño y Josefa era Pepa, pero cuando ya era adolescente pasaba era José cuando y don José cuando empezaba a trabajar. Sin embargo, ella siempre será Pepita. Esta es una forma de infantilizar a la mujer y de no ofrecer la posibilidad de que adquiera un estatus en función de la madurez, de la profesión, etcétera, y es especialmente destacable cuando se trata de personas con una gran relevancia pública, como es decir Rajoy y decir Soraya, Zapatero y Cristina, etcétera", explica la profesora universitaria, que añade que esta diferenciación se convierte en un "pecado grave" cuando se hace desde los medios de comunicación.

"A veces falta esa mirada, esa perspectiva de género que implica tratar a las personas con el mismo respeto y reconocimiento que se merecen en función del puesto que ocupan. Hay un titular de hace unos años: Rivas, el hombre que convirtió en oro las rabietas de Carolina, que es tremendamente sexista y que ilustra muy bien esta diferencia", argumenta Traba.

Tanto Oliveira como Traba coinciden en señalar que el tratamiento que reciben las personas en función de su género afecta al imaginario social. "Referirse a una persona por el apellido da la idea de que merece un reconocimiento y un respeto, mientras que si nos referimos a ella por el nombre se lo restamos", añade la socióloga.

Otra diferenciación es el empleo del artículo delante del apellido de una mujer. Es decir, decir "la Merkel" para referirse a Ángela Merkel, cuando nunca se emplea "el Rajoy" para referirse a Mariano Rajoy. "Esto ya es una familiaridad peyorativa. El tratamiento de la mujer es confuso porque a veces cuando se nos trata de señorita o por el diminutivo es por cariño, aunque no por ello deje de infantilizarnos. El tratamiento sexista funciona desde el subconsciente, pero si somos personas perspicaces e inteligentes, deberíamos de hacer el esfuerzo de ver qué se oculta detrás de este tipo de tratamiento", opina Oliveira.