El bautizo. Una, también Chabelita, prepara el bautizo del hijo con toda la ilusión, sobre todo por la familia, para la familia. Y cuenta con la familia. Con la unidad familiar y la pareja a partir un piñón, uña y carne, amor incondicional. Especialmente cuando el bautizo, además de con ilusión, se prepara para la exclusiva. Lo que menos espera una madre, también la madre Chabelita, es que falle la abuela, con lo que son las abuelas para los niños que toman sus aguas bautismales, y más cuando son la pieza central, la clave de bóveda, del álbum de fotos, no del de casa, que ése bueno, va, sino el de cuché. Lo que menos espera la madre, también la madre Chabelita, es que falle el tío, con lo que son los tíos para los muchachotes que toman sus aguas bautismales ya creciditos y se meten con el cura (es el riesgo), el tío, que es como un niño grande, un cachondo, y otra pieza central para el cuché, una bóveda desconcertante con dos claves. Y lo que menos espera la madre, también la madre Chabelita, es que le falle el padre de la criatura, su marido ante los garífunas, y tener una bronca antes y durante el banquete y que los revisteros se digan tate, si hay ruptura, si no hay familia feliz y sí paripé no hay exclusiva que valga. Y luego está el agravio, la comparativa, la referencia: el otro bautizo, el otro hijo y, claro, la otra madrina...

Los baños. Los baños son lugares llenos de misterio. U n espacio peculiar, insólito dentro de un hogar, recóndito y propicio a la experiencia terrorífica por íntimo y solitario, un punto liminal entre lo privado y lo público, una arteria del aparato circulatorio del alcantarillado, un portal, una concentración acuosa. Pasan cosan en los baños. Los retretes de los bancos suizos se atascan con billetes de 500. En Japón abundan los fantasmas de lavabo o WC. Diego Rivera, al morir, ordenó dejar bajo siete candados uno de los aseos de la Casa Azul. Los baños de Telecinco son otro arcano. Ellos lo saben, siguen a sus invitados hasta el excusado. Unidad móvil. Son un refugio. Un país neutral. Míriam Saavedra y Mónica Hoyos protagonizan el enésimo capítulo de su culebrón. Mónica abandona el plató (un clásico) y ¿dónde se encierra? ¿Sabe alguien si ha salido?

El robo II. A los expedientes X , los asuntos internacionales, las historias que afectan a personalidades relevantes, no deberíamos perderles la pista. Por ejemplo, el caso Monroy. El caso Monroy es, resumiendo: la estrella, que ha puesto una pica española en Hollywood pisa su tierra natal y le saquean el bolso. De la denuncia, del avance de las investigaciones, no tenemos aquí datos. Sí del escalofriante relato de los hechos, a cargo de la víctima/protagonista. Ahora sabemos de su desazón al ver en directo, gracias al rastreo de su teléfono, cómo su bolso -y su preciosa carga- salía del aeropuerto. Los reporteros se ríen por lo bajini, no se terminan de fiar, le han cargado con la fama por un presunto montaje o dos. Y por lo gran actriz.

El homenaje. Otra cosa no, pero Amadores un tío persistente. Ya puede hundirse el mundo, esto es, su exseñora andar de risas viviendo no se sabe de qué y la hija lanzando discos, bueno, uno cada mucho y gracias, y él, a lo suyo: paseando por la playa con una ramita en la boca y abriendo locales a mayor gloria de la más grande. Erre que erre. Para él no cambian las cosas, el planeta gira siempre lo mismo. Sigue con lo de la sobrina, que no, que no, que él quería un museo dedicado, que si no hay museo, pues su local será un museo, que la sobrina no se porta, que no se habla con la familia y que no está invitada a la inauguración. Déjà vu. O la vida sigue igual. Pues con eso triunfó el ex de la reina de corazones.

El coeficiente. El coeficiente o cociente intelectual, o nivel de inteligencia, es una puntuación resultado de alguno de los test estandarizados diseñados para valorar la inteligencia Albert Einstein, que se considera el epítome de estas cosas, se ve que tenía uno de 160. Aramís Fuster ahí ahí, de 146. El test se

lo hicieron en la tele, eso es cierto, pero ella sentenció ufana "No puedo presumir ni de alta, ni de delgada, ni de guapa, pero de inteligente sí. Soy la más cercana a Eins". El dato, pese a lo relevante, vino a caer en el olvido, pero la pitonisa lo ha recuperado recientemente con el siguiente comentario (sic) "Sabíais que mi cociente intelectual es superior al presidente del Gobierno??? Así nos va!!!". La opinión pública se ha cebado con la vidente, por cuestiones secundarias, como si lo correcto es coeciente o cociente, si su CI está o no homologado, si lleva o no peluca... Vayamos a lo principal. Dando la cifra por buena, habría que matizar que el CI no es la inteligencia de una persona, que el hábito no hace al monje -por introducir algo de refranero- y que lo de Einstein -y lo de Aramís por extensión es ya de nivel Maribel. Pero si sirve para que la Fuster saque de tanto en tanto pecho (Qgurada y literalmente), ya nos vale.