El sábado fallecieron cuatro personas en playas de Barcelona, Tarragona y Castellón y otra en el puerto de Sorrizo, en Arteixo, mientras que un niño de 10 años permanece en estado grave tras sufrir un ahogamiento en la playa de Comarruga (Penedés). Un total de 122 personas perdieron la vida por ahogamiento desde el 1 de enero al 30 de junio de este año, según el informe de la Real Federación Española de Salvamento y Socorrismo (Rfess), una cifra que será considerablemente mayor cuando finalice el verano, ya que es la época en que se está más en contacto con el agua.

Galicia, con 17 víctimas por ahogamiento (13,9%) es la tercera comunidad con más casos a 30 de junio, solo por detrás de Andalucía, con 20 decesos (16,4%) y Canarias, con 22 (18%). La mayoría de los ahogamientos (38%) se produjeron en la playa, otro 24% en el río, el 7% en la piscina y el 31% restante en otras instalaciones. En el 95% de los casos, los lugares carecían de vigilancia o el socorrista estaba fuera de turno. Y es que el ahogamiento es una muerte silenciosa. Basta con que la persona sufra un mareo y en cuestión de unos minutos -en ocasiones menos, apenas 30 segundos- se produce el ahogamiento, que puede provocar una parada cardiorrespiratoria. Sobrevivir a esta experiencia y sin secuelas va a depender de si recibe o no reanimación cardiopulmonar (RCP) dentro de los cuatro minutos.

"Para reducir el índice de morbi-mortalidad no llega solo con la RCP, sino que tenemos que conseguir alcanzar unos niveles de eficiencia conocidos como RCP de calidad. Esto no quiere decir que hacer cualquier tipo de reanimación no sirva porque lo que peor se puede hacer ante un paro cardiaco es no hacer nada puesto que la persona ya estaría muerta. Iniciar una reanimación gana tiempo de vida y supervivencia a la víctima", afirma el técnico en emergencias sanitarias e instructor Óscar Graña.

Sin embargo, matiza que cuanto más se ajuste la RCP a los parámetros de calidad, más posibilidades de supervivencia tendrá la víctima y más posibilidades habrá de recudir las secuelas posteriores. Aquí, los desfibriladores son unos importantes aliados, ya que el manejo de una persona ahogada es prácticamente idéntico al de alguien que ha sufrido una parada cardíaca. "Con una reanimación cardiopulmonar correcta y un desfibrilador, el 80% de las paradas súbitas pueden revertirse en un minuto", afirma Graña.

Según este especialista, la supervivencia a una parada cardiaca depende principalmente de cuatro factores: el inicio de la reanimación por parte de los testigos; el origen de la parada, entre los que se encuentran los ahogamientos, las paradas repentinas y las que tienen un origen conocido y reversible; contar con un desfibrilador eficaz para uso público, y la realización de la reanimación cardiopulmonar de calidad (RCP-Q). Por ello, este especialista aboga por instruir a la población en esta técnica y en dotar de desfibriladores los espacios con gran afluencia de público, como pueden ser las playas, una reivindicación que sostienen distintas sociedades médicas y sanitarias, como la Rfess, la Fundación Española del Corazón (FEC) y la European Resucitation Council (ERC).

La empresa BexenCardio, único fabricante nacional de desfibriladores, está desarrollando en colaboración con la Universidad del País Vasco y el Servicio de Salud de esa comunidad autónoma, unos dispositivos que guían al usuario a través de imágenes y le van diciendo si está realizando la reanimación de forma correcta. "Con estos desfibriladores, únicos en el mercado, es imposible perderse", subraya.