La lucha con las velutinas forma parte ya de la vida cotidiana de apicultores profesionales y aficionados que poco a poco van organizándose en asociaciones de voluntarios y entramando una estrategia conjunta con la administración para tratar de poner freno a la invasión de una especie que ya no podrá erradicarse. En estas tareas anda Alberto Mallo Area, secretario de la asociación Defensores de los Polinizadores de Galicia, Depolgal, que cuenta con decenas de voluntarios en sus tareas de eliminación de nidos.

-¿Esta lucha sería posible sin el trabajo altruista de los ciudadanos?

-Totalmente imposible. Nuestra asociación cuenta con decenas de personas que restan tiempo a sus aficiones y a sus familias para hacer este trabajo. Y la administración tiene que tender hacia esta fórmula, coordinando las tareas más complejas reservadas para los profesionales pero habilitando la posibilidad de trabajar con voluntarios.

-¿Por qué resulta tan difícil proteger a las abejas?

-Porque estamos luchando contra un animal muy inteligente, que además se mueve con un fuerte instinto de supervivencia. Por ejemplo, nos dimos cuenta de que si detectan que nos estamos acercando al nido, las reinas lo abandonan rápidamente y luego reconstruyen otro para seguir trabajando. Tenemos que hacerlo con mucha limpieza.

-¿De qué manera organizan el trabajo?

-En grupos que nos permiten estar de guardia las 24 horas del día. De noche es el momento más adecuado para atacar sus nidos, pero si lo hacemos con focos para iluminar la zona, las velutinas los atacan con lo cual el riesgo para los voluntarios se incrementa.

-¿Solo afectan a los apicultores?

-No. Los fruticultores también son un sector muy perjudicado. La velutina es un animal que necesita mucha proteína. Se comen hasta a las moscas. Necesitan mucha energía para sus larvas y se comen todo lo que tiene lactosa y glucosa. El higo, por ejemplo, les encanta y acaban con las manzanas. Pero no es para ellas, sino para alimentar a las larvas que a su vez producen un líquido que nutre a las obreras. Hacen un intercambio. Funcionan de una forma totalmente organizada.

-¿Estudian también sus hábitos?

-Por supuesto. Tenemos una página web de la Xunta en la que las diferentes asociaciones vamos volcando los datos del trabajo que hacemos. El objetivo es ir creando un fichero, una base de datos que nos proporcione información de cuestiones como su expansión en el territorio. Esos datos nos permiten comprobar que la localización de muchos nidos este año coincide con los del año pasado. Eso quiere decir que donde tienen buenas condiciones de alimentación, repiten.

-¿Qué riesgo tiene la picadura de estos insectos en una persona sin alergias?

-Pensamos que no es necesario generar una alarma innecesaria sobre estos animales, pero hay detalles que hay que tener muy en cuenta. Su vesícula de veneno es muy superior a la de una avispa autóctona y su aguijón mide seis milímetros, por lo que la profundidad de su picadura es también mayor. Simplemente hay que estar muy atento.

-¿Tuvieron algún incidente de salud por picadura entre los voluntarios ?

-Algún que otro susto. Pero es cierto que tomamos todas las precauciones posibles para evitar incidentes y picaduras.