Cuando todo parece perdido, a veces la vida te da una segunda oportunidad. Para algunos animales, esta ayuda tiene nombre, el de Jaime Isaac Álvarez. Este soldador coruñés se encontraba en una mala racha en el año 2016: sin trabajo y sumido en un divorcio. Fue entonces cuando conoció, mediante las redes sociales, la historia de Pitusa, una perra que se encontraba en una protectora de Carballo y que había sido atropellada y abandonada en una cuneta. "Tenía la columna rota y decidí echarles una mano. Fabriqué una silla y la satisfacción fue tan grande que no me quise quedar ahí", comenta. El primer intento de esta silla no dejó del todo convencido al coruñés debido al peso de esta, por lo que realizó una versión más ligera y, cuando se la entregó a la perra -ya en adopción-, "volaba", afirma.

A partir de ese momento, Álvarez creó la página de Facebook de Ángeles caídos sobre ruedas para tenderle la mano a cualquiera que le pidiese ayuda con sus animales. "La acogida fue muy buena. La mayor parte de la gente quería colaborar conmigo y ofrecer algún tipo de donativo. Me vi obligado a comentárselo a un amigo y fue al que se le ocurrió crear una asociación sin ánimo de lucro", sostiene. Han pasado ya dos años desde que comenzó la iniciativa, y a día de hoy, Álvarez ha creado de forma altruista 53 sillas de ruedas para animales, entre ellos perros, una oveja y una vaca.

"Las solicitudes son muchísimas. Estoy desbordado desde que anuncié que ya estaba dado de alta como asociación", explica, a la vez que recuerda cómo el primer fin de semana de vida de la organización pasó de 50 seguidores y cinco encargos, a 1.500 y cincuenta peticiones. "Las sillas las fabrico yo íntegramente, por lo que a veces es imposible ir a un ritmo más rápido", reconoce. Actualmente la página de Ángeles caídos sobre ruedas cuenta con un total de 15.880 seguidores.

El nombre de la asociación surgió al mismo tiempo que el caso de la primera perra a la que Álvarez ayudó. " Pitusa llevaba tres meses deslizándose por el suelo de la protectora, rodeada de 600 o 700 perros, de caza, pura raza, desde cachorros hasta adultos... ella era la única que se arrastraba y su cara era sobrecogedora. Cuando le puse la silla, le cambió la expresión y empezó a correr", relata. La palabra "ángeles" es muy significativa para el coruñés, ya que "los perros son el segundo amor de mi vida. Son muy especiales y tienen algo mágico. Nada mejor que esta palabra para describirlos", explica. "Caídos", se debe a que, en un principio, Álvarez enfocaba su labor a perros atropellados o rescatados de la calle con algún tipo de lesión, y "sobre ruedas", por lo ya evidente.

El proceso de fabricación

Fabricar una silla es un proceso cuya duración varía según el material. Si son de acero, el transcurso de tiempo puede ser de siete a ocho horas, dependiendo de la complicación. Si son de PVC, el tiempo de fabricación se reduce a dos horas. El tamaño del animal no es un factor determinante. "Independientemente de que el animal sea más grande o más pequeño, la estructura y lo que hay que soldar es lo mismo. Me lleva exactamente el mismo tiempo fabricar una silla para un gran danés que para un pastor alemán", detalla el coruñés. Además de los tubos que componen la silla, Álvarez estudia diferentes componentes. "Es necesario ajustar el perfil del animal, las correas y las ruedas para coordinar el peso. También hay que tener en cuenta el suelo en el que va a andar y el uso que se le va a dar", reconoce.

Los animales que acuden al coruñés en busca de ayuda, mayoritariamente perros, son perfiles que sufren lesiones, malformaciones, achaques de la edad o que han padecido algún tipo de maltrato. "Me involucro personalmente en todos los casos, es inevitable. Inconscientemente siempre se me plantea algún reto y mi cabeza no para de darle vueltas a las cosas. Me dejo la piel en todas las sillas que hago. Intento mantener la cabeza atenta y hábil y dejo un poquito de mi corazón en cada una que fabrico", dice Jaime Álvarez.

En el proceso de adaptación del animal, la última palabra siempre la tienen ellos. "Si el animal no es muy activo, tira la toalla y lo único que quiere es estar tumbado, por mucho que le pongas una silla de ruedas, no va a correr. Si es un perro muy mayor, tampoco ayuda", comenta. Por lo tanto, la energía es determinante a la hora de recibir y utilizar una silla de ruedas, hecho por el que algunos perros la han rechazado cuando se les donó el elemento. "El animal tiene que hacer un esfuerzo enorme para mantenerse en la silla y andar con ella. Siendo joven, es ponerles la silla y echar a correr. Les cambia la cara y corren de aquí para allá. Se lo pasan en grande y es algo digno de ver", relata, y explica que, por el contrario, "un animal mayor apenas le va a sacar partido, pero al menos en esos últimos años de vida, el dueño tiene la satisfacción de haber hecho todo lo posible por ayudar y mejorar su calidad de vida. Es una ayuda para los dos".

El mercado de las sillas

Hoy en día existen mercados de segunda mano en los que poder comprar y alquilar una silla de ruedas para animales, pero una nueva tiene un precio que ronda los 500 euros. "Entiendo que valgan lo que valen, porque si a mí me lleva siete u ocho horas fabricar una silla, comprendo que una hora de trabajo de una persona sea equivalente a una cuantía de 30 euros, que si se multiplica ya se obtiene más o menos el importe de una silla de 450 o 500 euros, sumando además el beneficio de la empresa", afirma el coruñés, que comparte su indignación: "Lo que no entiendo es que se lucran de algo que para mí no es un artículo de lujo. Es un bien necesario que por desgracia el animal necesita, y cobrarlo como algo muy caro me parece un sacrilegio".

Para Álvarez, la solución es muy simple: "Tendrían que estar subvencionadas o recibir algún tipo de ayudas. Yo no cobro nada por la silla, lo único que pido es que me faciliten vídeos y fotos del animal, y que cuando este falte, la silla sea devuelta, porque aquella persona a la que se la doné tiene que valorar el uso y el bien que hace el aparato, así que nadie mejor que yo puede utilizar y ofrecérselo a otras personas", explica.

En cuanto al futuro de la asociación, el coruñés no tiene dudas. "Si me toca la lotería, me compro una furgoneta, meto el acero y las herramientas dentro y todos los casos que tenga los voy visitando de lunes a viernes", comenta Álvarez en forma de deseo. "Así, si tuviese la oportunidad, podría ayudar a veinte perros al mes y sería el hombre más feliz del mundo", exclama.

El creador de Ángeles caídos sobre ruedas no saca partido económico a esta labor, pero, como él mismo explica, la satisfacción no tiene precio: "Me ha ayudado mucho personalmente; me despierto todos los días contento y me ha cambiado la vida", concluye.