Antes, las escuelas estaban formadas por una habitación, un maestro y muchos niños de edades dispares. En Galicia subsisten aún escuelas unitarias en el rural, como en Tal de Abaixo (Muros), donde maestros como la lucense Ángeles Legaspi Díaz, que lleva 29 años trasladando a la práctica su vocación, dan clase a escolares de 3 a 5 años que se "adaptan muy bien" porque "ya se conocen de antes". Ventajas del rural.

En estos centros, el maestro no solo se ocupa de la docencia, sino también de revisar qué necesita mantenimiento, qué debe arreglar el concello. Ni directores ni administrativos ni conserjes están para auxiliar. "Es lo que más impresiona porque te encuentras sola al principio", explica Legaspi, aunque asegura que el cole está "bastante bien equipado", que medios de la Xunta no les faltan, y que también recibe el apoyo de docentes especialistas itinerantes (inglés, religión...)

Estas unitarias están "siempre amenazadas de cierre", cuenta Legaspi. Educación exige un mínimo de 6 alumnos para mantenerlas y no siempre sucede el milagro. La maestra es consciente de esa "incertidumbre" hasta que se formalizan las matrículas, que llegan a "cuentagotas". Este año se juntaron 9, uno menos que el curso pasado, pero muy activos y amigos del cole, donde lo más "difícil" de enseñarles es la "paciencia" y la "concentración". Lo previsible es que solo se queden en casa si no hay más remedio porque se "divierten". A Legaspi, que valora el lograr un clima de buena "convivencia", también le gusta el puesto. Tuvo "oportunidades de cambiar", dice, pero prefirió seguir en la unitaria porque tener poco alumnado le "permite un seguimiento pedagógico a nivel particular". En ese universo también caben los padres de los niños, con los que hay mucho contacto, y al final funciona, explica Ángeles, como "una gran familia".