El altruismo no tiene edad, y buena muestra de ello es que cada vez son más los gallegos que aprovechan su experiencia vital y, sobre todo, el tiempo libre que se han ganado a base de esfuerzo, para tratar de mejorar la calidad de vida de los demás colaborando con proyectos de acción social después de jubilarse. Una actividad que, reconocen, no solo les reporta la satisfacción personal de apoyar una buena causa, sino que, además, les permite relacionarse con gente joven y les ayuda a continuar sintiéndose útiles.

Un estudio de las universidades de Barcelona y Rovira i Virgili constató ese aumento de la solidaridad entre los mayores de toda España, y analizó cuáles son los principales rasgos y el perfil del voluntario de la tercera edad. El trabajo recuerda que el envejecimiento de la población es una de las características más relevantes de los cambios que la sociedad ha experimentado en las últimas décadas y advierte de que "no es extraño entender que uno de los puntos de acción de las políticas actuales" esté siendo el impulsar que este grupo de edad "sea lo más activo posible".

Según se desprende del estudio, la mayoría de las personas mayores que realizan voluntariado son hombres (más de un 70%), jubilados y casados (más del 60%) y con una media de edad de 68 años. Muchos no tienen hijos y cerca de la mitad tampoco tiene nietos. "Sorprende, además, el alto nivel educativo que poseen, teniendo en cuenta la generación a la que pertenecen, ya que si en nuestra muestra la mayoría tiene estudios de Bachillerato o superiores (87,7%), en la población general mayor no llega al 4% los que tienen estudios universitarios", especifica la investigación.

El trabajo también profundiza en el papel de los miembros de la tercera edad como actores activos en organizaciones de carácter empresarial, cultural y de asistencia social. Las motivaciones que llevan a los jubilados a querer echar un cable a los demás, las ventajas e inconvenientes que les supone colaborar con una ONG y las barreras que perciben para ser voluntarios son otras de las cuestiones abordadas en este estudio, que se llevó a cabo entrevistando a 88 jubilados que participan en tres proyectos solidarios: los de las organizaciones Séniors Españoles para la Cooperación Técnica (Secot) y Amigos de los Mayores, y el de la Asociación de Gente Mayor Voluntaria (Asvol).

El voluntariado de las personas mayores se extiende a todo tipo de ámbitos, incluso el penitenciario. Los responsables y los internos del penal de Teixeiro lo saben muy bien, no obstante, la cárcel coruñesa fue la primera prisión española donde los presos reciben clases de informática de un grupo de voluntarios pensionistas. La iniciativa, financiada por la Obra Social La Caixa, se puso en marcha a finales de 2007; desde entonces, un grupo de jubilados voluntarios de la Asociación de Voluntarios Informáticos de Galicia (Asvigal) acude varias veces a la semana a Teixeiro para enseñar a presos cómo usar algunas de las herramientas informáticas más útiles, como el procesador de textos.

El aula cuenta con varios ordenadores, impresora, escáner y proyector, aunque lo fundamental del equipamiento son las ganas de los voluntarios y, sobre todo, el interés de los internos, que casi nunca faltan a las clases.

Solo el año pasado, el Programa de Personas Mayores de la Obra Social La Caixa promovió el voluntariado de 43 mayores coruñeses, que desarrollaron ocho actividades de acción con 82 beneficiarios. Las actividades se enmarcan en el proyecto Acciones Locales, realizado en colaboración con siete centros de mayores en convenio con la Consellería de Política Social. Desde que se pusieron en marcha hace seis años, se realizaron 2.253 actividades de voluntariado en toda España con más de 4.300 mayores de 65 años.