La vocación religiosa no entiende de edad. La imagen de que quienes se forman para ser sacerdotes son siempre jóvenes que acaban de terminar sus estudios en el instituto es cosa del pasado. Prueba de ello es el Seminario Mayor de Santiago, donde este curso estudiarán una veintena de alumnos con edades comprendidas entre los 18 y 44 años. Lejos de ser un hándicap, el rector de esta entidad ve una ventaja que los futuros religiosos traigan una mochila de experiencias sobre la espalda. "Tenemos casos de seminaristas que hicieron otra carrera, que trabajaron durante años o que incluso han tenido pareja. Tienen experiencia de la vida, otra perspectiva y eso enseña mucho", sostiene Carlos Álvarez.

Un cambio en el perfil de los seminaristas que no sorprende a quienes los forman. "Ocurre como con otras cuestiones o decisiones de la vida. Hay quien se casa antes y quien se casa más tarde, por ejemplo, pues con la vocación ocurre igual, no aparece siempre a la misma edad", indica el rector del seminario compostelano, quien reconoce que tampoco existe una razón universal que mueva a una persona a convertirse en sacerdote. "Es una decisión personal que no es fácil de explicar con palabras. Es como cuando te enamoras, sabes que lo estás pero lo que sientes es difícil de explicar", sostiene.

Una vez tomada la decisión, los seminaristas tienen por delante seis o siete años de formación hasta ordenarse sacerdotes. Como cualquier otro universitario, los seminaristas estudian una carrera -en este caso el grado de Filosofía y Teología-, pero su formación va mucho más allá. Se trata de una educación multidisciplinar -fijada por la Conferencia Episcopal Española tras la aprobación del Vaticano- y que se basa en cinco pilares: formación humana, espiritual, intelectual, pastoral y comunitaria.

"En la parte humana se aborda el cómo se configura una persona, es decir, temas de responsabilidad, afectividad, educación, etc.", señala el rector Carlos Álvarez, quien explica cómo también es relevante la formación espiritual. "Han escogido esta profesión en la que se dedican a la vida espiritual y se trabaja en ello y se les ayuda en el camino que no siempre es fácil", sostiene el rector, quien explica cómo otra pata fundamental de la formación del futuro sacerdote es la práctica pastoral, donde los alumnos aprenden cuestiones básicas sobre el día a día en una parroquia: desde claves sobre predicar o la confesión hasta desarrollar ciertos sacramentos como el bautismo o celebrar una boda.

Pero los estudios del seminarista incluyen otra particularidad que no comparten quienes se forman para otras profesiones: viven de forma interna en el seminario durante todo el curso, excepto las vacaciones. Algo que forma parte del quinto pilar educativo de esta carrera: la formación comunitaria. "El sacerdocio tiene una dimensión comunitaria, que tengan que vivir en el seminario no es porque sí. Esto no es una facultad, donde se estudia y ya está, aquí hay otro tipo de formación y los alumnos tienen unas necesidades, unas dudas, que solo podemos apoyarles si estás con ellos, si les dedicas tiempo", sostiene Carlos Álvarez, quien deja claro que eso no quiere decir que los seminaristas "vivan encerrados" ya que realizan múltiples actividades, muchas de ellas fuera del recinto.

La vida en el seminario

¿Cómo es un día cualquiera en la vida de un seminarista? El centro de Santiago lo explica con detalle en su web. La jornada arranca a las 07.45 horas en la capilla, donde los jóvenes se reúnen para rezar y si por la tarde hay otro tipo de actividades celebrar la eucaristía del día. A las 08.30 horas toca desayuno y a partir de las 09.00 horas, cinco horas de clase del grado de Teología. Una vez finalizada la mañana, se reza la Hora Intermedia -una oración de unos 10 minutos- en la capilla y se acude al comedor, donde los jóvenes comparten mesa con sacerdotes o sus profesores.

Ya por la tarde hay una hora de tiempo libre hasta las cuatro, "donde hay quien duerme la siesta, quien aprovecha para leer la prensa, salir a dar un paseo por Santiago o conectarse a internet", explican desde el Seminario Mayor. A partir de esa hora y hasta las ocho toca estudio personal -ya sea en la habitación o en la biblioteca- a lo que suelen sumarse otro tipo de actividades como educación física, clases de canto o de guitarra, cursos de idiomas o talleres de formación humana. Cuando no se ha celebrado misa por la mañana, los alumnos acuden a las 20.00 horas a la capilla antes de cenar. Después y hasta las 23.00 horas -cuando los alumnos ya deben estar en sus respectivas habitaciones- tienen de nuevo tiempo libre. "Quien lo desee puede rezar el rosario o bien ir a jugar al ping-pong o el futbolín, ver un rato la televisión o salir a dar un paseo", indican desde la entidad compostelana.

El rector del Seminario Mayor reconoce que todavía perviven falsos mitos sobre la vida en este tipo de instituciones. "Hay una idea errónea, son chicos de hoy en día, que van a clase, tienen tiempo de oración pero también para hacer deporte, ver a la familia, no están encerrados", sostiene. Desde la web de la entidad intentan también romper con estas falsas creencias y explican cómo sus alumnos realizan todo tipo de actividades dentro y fuera del recinto. En el interior cuentan con gimnasio propio, sala de televisión y prensa y un área de juegos (con billar, futbolín o mesa de ping-pong). Además, suelen visionarse películas en pantalla de cine y tienen diferentes comisiones para desarrollar todo tipo de actividades: misiones y cáritas; deportes; medios de comunicación y de las fiestas o excursiones y teatro. Todo ello unido a la catequesis que hay mensualmente -cada año con un mandamiento diferente- y las charlas que tienen con el rector para analizar textos del Papa y del arzobispo o reflexionar sobre cuestiones comunitarias.

La formación del futuro sacerdote se completa desde el minuto uno con prácticas en parroquias. "Está dentro de la formación pastoral y cada fin de semana los seminaristas acuden a la parroquia que les ha sido asignada para ir aprendiendo día a día cómo es la vida del sacerdote", explica Carlos Álvarez, quien añade que también en verano es frecuente que acudan a Perú a ver varios proyectos en los que colaboran religiosos o ayudar en el Hogar de Santa Lucía de A Coruña, donde se asiste a mujeres en desamparo y sin un hogar.

Un año antes de que finalice la formación en el seminario, los futuros curas se convierten en diáconos. "Son religiosos que pueden hacer cualquier tarea de sacerdote salvo celebrar misa, la confesión y la unción de enfermos", explica el rector del Seminario Mayor de Santiago, Carlos Álvarez. Doce meses después estos diáconos se convertirán en sacerdotes con ya facultad para realizar todas las funciones asignadas a esta profesión. Este año saldrán tres nuevos sacerdotes del seminario compostelano, todos ellos con un perfil y una formación distinta a la de sus antecesores de hace décadas.