La reciente muerte de un bebé de 21 meses al que su padre dejó olvidado en su coche, en Madrid, ha suscitado un lógico debate en las redes sociales, sobre todo entre quienes tienen hijos de corta edad: "¿Podría ocurrirme a mí?" En Estados Unidos, donde se producen una media de cerca de 40 muertes como esta al año, llevan estudiando científicamente el síndrome del bebé olvidado desde hace décadas, y la conclusión es tan diáfana como terrible: podría ocurrirle a cualquiera, da igual lo mucho que queramos a nuestros hijos y nos preocupemos por ellos. Para entenderlo debemos comprender cómo funciona nuestra mente, y cómo distintas zonas del cerebro compiten entre sí en determinados casos.

David Diamond, profesor de Psicología, Farmacología Molecular y Fisiología en la Universidad del Sur de Florida, ha estudiado durante años cómo los procesos de nuestra memoria pueden causar estas tragedias y ha divulgado sus conclusiones en diversos medios de comunicación estadounidenses. La clave está en los diferentes tipos de memoria humana.

La más conocida es la memoria retrospectiva, la que utilizamos para recordar el nombre de una persona o su número de teléfono, y que no influye en estos casos. Sí lo hace la memoria prospectiva, que nos recuerda lo que tenemos que hacer en el futuro, nuestros planes inmediatos. Se activa en nuestra corteza cerebral y la información que maneja se almacena en otra parte de nuestro cerebro, el hipocampo. Y es la más sensible a los olvidos cotidianos: ocurre cuando nos olvidamos de comprar el pan antes de llegar a casa para comer, y también cuando alguien se olvida a su hijo en el coche.

Ahí es donde entra el tercer tipo de memoria, que David Diamond denomina habit memory (memoria del hábito o de costumbre). Es la que se activa, por ejemplo, cuando vamos al trabajo y conducimos "con el piloto automático", sin tener que pensar en el recorrido que realizamos. Esta memoria del hábito ocurre en otra parte del cerebro, los ganglios basales. Y aquí llega el problema: la memoria del hábito puede solapar y suprimir completamente la memoria prospectiva, sin que importe en absoluto la importancia del plan que hayamos tenido en mente.

Como explicó el científico estadounidense al Milwaukee Journal Sentinel este verano, "nunca deberíamos olvidarnos de un niño, pero en lo que respecta al funcionamiento del cerebro no podemos decirle al cerebro qué hacer. El cerebro hace lo que hace", subraya Diamond. El ganglio basal se impone al hipocampo.

El psicólogo gallego Daniel Novoa recuerda a este respecto que el estrés nos afecta, y mucho, a la memoria: "Todo el que ha podido experimentar un estrés prolongado sabrá que cuanto más estrés y durante más tiempo: más despistes, olvidos, errores y, en definitiva, cagadas". Añade que está establecido que el estrés crónico "produce alteraciones en neuronas del hipocampo, lo que causa problemas de la memoria".

Uno de los factores que se repiten en este tipo de casos trágicos, como el del abuelo que olvidó a su nieta de 10 meses ocho horas en un coche en Mallorca el pasado mes de agosto, es una disrupción de la rutina. El abuelo, de 56 años, encontró la guardería cerrada y decidió tomarse algo en una cafetería. Y luego se olvidó. De forma análoga, el padre de Madrid, que tiene otros tres hijos, no solía llevar a su hija a la guardería y recibió una llamada del trabajo que le despistó.

Diamond explica que cuando es el padre el que lleva al niño a la guardería de forma habitual y la madre lo hace excepcionalmente, esa madre puede equivocarse y conducir hasta el trabajo olvidándose de dejar al niño en la guardería: la memoria de hábito ha anulado a la prospectiva.

Un apunte más sobre el fascinante funcionamiento de nuestro cerebro: en estos casos, el cerebro suele crear un falso recuerdo. El hombre de 43 años que se olvidó a su hija de 21 meses en Madrid declaró que estaba seguro de que la había dejado en la guardería. No reparó en su despiste hasta que los cuidadores avisaron a la madre de la ausencia, y él le contestó por teléfono a su esposa: "La niña está en la guardería. ¿Dónde va a estar?". No fue hasta después cuando recordó que efectivamente no la había dejado en el centro escolar ya que le habían llamado del trabajo y se despistó.

En definitiva, estos olvidos catastróficos parecen responder a una suma de factores, una "tormenta perfecta" que puede ser causada por el estrés y la quiebra de una rutina, no la negligencia.