El test. Los españoles no salimos muy bien parados en cultura general, conocimientos varios, competencias cognitivas, comprensión lectora, capacidad de cálculo o resolución de problemas cuando los de la Unión Europea nos preguntan y nos comparan. La telerrealidad se ha propuesto contribuir al PIB nacional y acabar con esa mala imagen. Por eso en sus concursos no solo hay pruebas tontas, en las que los y las concursantes exhiben sus cuerpos o hacen el ridículo más espantoso o comen guarradas, también se ha incorporado un test cultural. Lo habitual era que los resultados fuesen desastrosos tirando a catastróficos pero hete aquí que, al cabo, espoleados por el reto, jaleados por el presentador culto, arropados por unos colaboradores con un coeficiente intelectual por encima de la media, la situación se ha dado la vuelta como un calcetín. Y ahora aprueban con nota. Vale, las preguntas son las que son. La gallina los pone, con aceite se fríe y con sal se come. La letra de un reguetón. De ese nivel. Pero, chica, la cultura es un concepto chicle. Según quién.

La reconciliación. Ay, si volvieran... Si volvieran todo regresaría a su lugar, el cosmos recuperaría una calma, un orden que no conoce desde el Big Bang. No hablo de Omar y Chabelita, ni siquiera de Bustamante y Paula, no, por favor, hablo de Rosa y Amador. Se veía venir, desde el minuto uno, por mucho "que te arrastro" que ella le escupiera mirando leona a cámara -el folclore, siquiera sea de refilón, tiene esas exigencias-, todo olía a reconciliación. Rosa, que igual vale para un roto que para un descosido, que canta, que cotillea, que hace realities, confiesa que algún día todo se arreglará, que Amador y ella volverán a estar juntos, porque son gente de familia y de sangre, y tienen un pasado, y unos hijos y unos nietos. Lo dice así, racial también, cuando él, Amador, pasa momentos bajos -siempre pasa momentos bajos- y se ve con deudas y en la calle. Y sin perrito que le ladre.

El debut. María Jesús, la miss, María, Mari, ha roto, en capilla, con el padre de su hija al que dejó para volver con el padre de su otra hija al que dejó por el padre de su segunda hija. O al revés. Dicen algunos, incluida la primogénita del interesado, que para volver otra vez con el padre de su primera hija, con el que tiene pleitos. Es un poco como Isa. Un ir y venir, subir y bajar. El amor es como una montaña rusa o un boomerang. Mientras, María Jesús debuta en un programa de televisión. Y su debut pasa por salir del plató en pleno directo para ir al baño, con el micro puesto y la cámara detrás. No digo más.

El gorila invisible. ¿Saben lo del gorila invisible? En un experimento clásico de los psicólogos Simons y Chabris, en medio de un partido de baloncesto, de pronto, un tipo disfrazado de simio cruza la cancha, se para, se golpea el pecho y sigue su camino como si nada. La mitad del público no lo ve, se lo cuentan luego y no se lo cree. Esas cosas ocurren. Nuestro cerebro pasa por alto pequeños cambios, le cuesta discernir entre dos imágenes parecidas vistas en cortos periodos de tiempo. Es ciencia. Se debe a algo llamado "continuidad de campo". Sin ella nos volveríamos majaras. Preferimos la estabilidad. Y ahora vayan al museo de cera, vean la nueva figura de Isabel Preysler y busquen las siete diferencias. Su mente empezará a dar vueltas. Como el gorila en la cancha.

Culebras. En Castilleja de la Cuesta, Sevilla, allí donde mora Kiko Rivera, sufren una plaga de culebras. No es que sea algo nuevo. Pero el caso es que por ahí andan, reptando, culebreando, reptiles bien grandes, de hasta metro o metro y medio, colándose en las casas. Kiko anda curado de espanto. Está acostumbrado, de cuna, a los astados, la vida en la hacienda, las barracudas y los que largan secretos e intimidades en televisión. Pero estos días de tanto ofidio por las calles de la villa él andaba por la de los rascacielos, la ciudad. Haciendo las américas. Por motivos de trabajo, desde luego. Al Dj le ha salido un bolo por Halloween en la gran manzana. La manzana y la serpiente. Por allí se ve que hay menos culebras. Pero, de ser cierta la leyenda urbana, uno puede encontrarse un cocodrilo, abandonado al nacer, y ya crecido en las alcantarillas de la metrópoli. A su regreso, Kiko se encontrará con la plaga, lo de Isa y Omar -que es del mundillo como él, el de la música-, lo de mamá e Isa, lo de Dulce y mamá e Isa, las cosas invertebradas de siempre.