Donde viven las brujas. Dicen que las brujas comen hierbas y raíces, sobre todo, aunque la nuestra traga que da gusto jamón serrano. Que surcan los cielos sobre una escoba pero la nuestra viaja en AVE y silla de ruedas, si bien después calza altas plataformas. Pero ¿dónde viven las brujas? ¿en una choza allá en lo más ignoto del bosque? Pues tampoco. A Aramís, nuestra bruja, le hemos conocido varias moradas. De más o menos estatus, según los tiempos. En apariencia, convencionales. Pero no. Por ejemplo, no necesita puertas. Piensen que, desde niña, ha tenido el poder de atravesar las paredes: "Me acuerdo perfectamente de cómo era atravesar los ladrillos. No entré por la puerta, yo no sabía andar. Te podría decir cómo es atravesar un ladrillo, los poros que tiene... Fue un susto de muerte, porque cuando estaba al otro lado ya no sabía salir". Tampoco lecho: "En mi casa duermo en la nevera". Se la ha visto instalarse en un motelito. Dicen que es porque la han desahuciado y ella que no. Será que desde su paso por Hotel Glam se acostumbró a estos establecimientos. Llegó cargada de maletas y bolsas, con lo malo que es eso para el planeta. Todo eso. Para este. Para el de las brujas, vaya usted a saber. Aquelarre.

Lunes 15

Rancheras. Vente a México, Isabel, aquí sí te queremos. Se lo decía el divo de Juárez a la tonadillera sevillana a modo de augurio. A muchos artistas españoles les ha tirado aquello. Pero lo de los charros, los mariachis y las rancheras, las espuelas, el pantalón ceñido, las botas puntiagudas de montar y el sombrero -visualicen- a quien le va como anillo al dedo es a Bertín. Por la estética. Pero también por la letra. Yo debí enamorarme de tu madre -cantaba José Alfredo y recanta ahora él- porque a mi edad yo puedo ser tu padre, a ti te faltan los años no cumplidos. Yo debí enamorarme de tu madre, pero Dios es quien marca los caminos. El Bertín de antes, entiéndase, el antiguo latin lover, el mito, la leyenda. Son, como dirían los chicos de OT, esas cosas que se escribían antaño, sin mayor intención, cosas que hoy no. Como las pacas de paja sobre las que posa Bertín en el disco. Cosas que hoy no.

Misses. A ver, Misofi, ¿qué sabes de mamá? Todo, mamá y yo estamos muy unidas. Y es una estrella. Y todo el mundo lo sabe todo de mamá, incluso eso, ya se encarga ella, así que cómo no iba a saberlo yo. Misofi es Sofía, la hija de Bárbara, pero lleva adosado el posesivo como Chabelita, que es Miniña para Dulce. Raquel Revuelta, docta en misseríos, juega, apuesta y gana: Bárbara fue Miss Madrid. Fue Maja de Murcia, primera dama de honor en Maja de España, Miss Madrid y segunda dama en Miss España. Pero fue a Miss Mundo porque Miss España renunció. Por eso Misofi cree que fue Miss España. Por eso o por cuestiones de estado. Quizá.

Almohadillas. Aunque es un S.P., un servicio público, un acto de caridad cristiana, un bien de primera necesidad, un derecho universal, la venta de almohadillas está sujeta a regulación administrativa. La pareja actual de Amador (sí, el Amador de Rosa) vende almohadillas a las puertas de la Maestranza. Las almohadillas son indispensables en la plaza, debido al cemento de las gradas, por textura, dureza, cantos y temperatura. Protegen una parte muy delicada de la anatomía humana, tan delicada que en ella se va escribiendo el destino de uno según el maestro Joao. Hasta ahí bien. El único pero es que Jacqueline habla, en plena venta, a cámara, sobre Amador. Pese a ser, como el propio Amador, un alma libre, no sujeta a regulación administrativa alguna.

El desnudo en el arte. La representación artística del cuerpo humano ha sido una constante en la historia del arte, desde las cuevas hasta las redes sociales. Con sus distintos cánones, según estilo y época, de las proporciones áureas a las filiformes pasando por las redondeces. Hoy en día se imponen selfies, filtros y demás. Kiko Rivera, como lleva el arte en la sangre, le viene de familia, y además es muy siècle XXI y por eso es cantante como su madre pero DJ en lugar de folclórico e influencer en vez de retratista al óleo, actualiza el desnudo, lo pone al día. Y al alcance de todos. Está en Nueva York (eso ya lo contamos) de bolos internacionales, y se viene arriba, se acuerda de las estrellas de Hollywood y comparte una foto suya yacente en la bañera. Pero, eso sí, como por mucho desnudo artístico, mucha capital del mundo, mucho siglo XXI y mucho lo que quieras él es de familia tradicional, se corta. Y una balda oportuna cubre lo que tiene que cubrir. No es el único desnudo integral de Kiko Rivera. En la otra foto no había balda. Pero entonces era un bebé de pecho, un pequeño del alma.