Cuando era niña, Minia Manteiga se acostaba en la hierba, junto a la casa de sus abuelos en la aldea, a ver el cielo. "Me gustaba mirar el cielo en las noches estrelladas, y me gustaba la física, que propone leyes que gobiernan y explican los fenómenos que observamos", rememora, con cariño. "Siempre tuve curiosidad por entender, y la física y las matemáticas me aportaban seguridad", añade. La investigadora coruñesa, que da clases en la Escuela de Náutica de la Universidade da Coruña (UDC) y participa en la misión Gaia, la joya de la Agencia Espacial Europea (ESA) -cuyo objetivo es realizar el primer mapa tridimensional de la Vía Láctea-, se acaba de convertir en la primera catedrática de Astrofísica de Galicia (tomó posesión el viernes en el Rectorado coruñés).

"Conozco a varios astrofísicos y astrofísicas gallegas que ocupan posiciones relevantes en sus instituciones, que generalmente están fuera de Galicia. Conseguir hacerme un hueco en una de las universidades gallegas, la de A Coruña, y llegar a la posición de catedrática es para mí un gran orgullo, aunque no deja de ser el resultado natural de muchos años de trabajo, reinventándome y sin perder la ilusión", subraya Manteiga, quien espera que el hecho de "ser mujer científica y haber conseguido llegar a catedrática, sirva de referencia a las chicas que sueñan con trabajar en la ciencia del cosmos, estudiando, por ejemplo, el origen de la vida o como surgen y mueren las estrellas".

La investigadora coruñesa sostiene que su máxima para llegar hasta aquí ha sido siempre "mirar hacia adelante, eligiendo en cada encrucijada lo que realmente me interesaba más, sin plantearme demasiado posibles dificultades, con mucha ilusión". Cursó la licenciatura en Física por la Universidade de Santiago, y realizó la especialidad de Astrofísica en Tenerife, "en un entorno de lujo, rodeada de los telescopios de los Observatorios Internacionales de Canarias y un cielo excelente para el estudio del Universo". Tras su tesis doctoral, que versó "sobre un problema de evolución de estrellas muy interesante", pasó años en Roma aprendiendo modelos del interior de esos cuerpos celestes. "Y otros tres trabajando", apunta la investigadora, quien reconoce que la ciencia es una carrera de fondo que exige vocación. "Imagino que será posible dedicarse a esto sin vocación, pero vendría a ser como comer sin papilas gustativas o leer una poesía viendo solo palabras. La vocación condiciona que disfrutes de tu trabajo y eso es impagable", dice.

La primera catedrática de Astrofísica de Galicia asegura que, en general, no ha tenido "grandes dificultades" en sus diferentes entornos de trabajo -centros de investigación o universidades-, por el hecho de ser mujer. "Sí que he tenido que soportar alguna actitud paternalista, pero llevadas con humor, ese tipo de situaciones no tienen gran importancia", señala, y agrega: "El hecho de tener hijos sí ha sido una elección que ha tenido consecuencias y ha ralentizado mi promoción profesional unos años. No obstante, hay que darle a cada cosa su valor y es una parte de mi vida que me ha completado como persona y que he disfrutado muchísimo".

A la hora de hablar de referentes, cita a "científicas excelentes" como Paris Pishmish, la decana de la astronomía mexicana; Lola Sabau, del Instituto Nacional de Tecnica Aeroespacial (INTA), pionera en fomentar la participación española en proyectos espaciales internacionales; y Luciana Bianchi, de la Universidad Johns Hopkins, en Baltimore (Estados Unidos).

Entre sus dos facetas profesionales, docente e investigadora, Minia Manteiga se queda con la segunda. "Creo que soy mejor investigadora, aunque intento mejorar cada año en mi labor con los alumnos. Y me considero muy afortunada al poder compaginar ambas facetas, ya que el contacto con gente joven es muy enriquecedor y te hace poner los pies en la tierra, algo necesito y agradezco", destaca.

Participación en 'Gaia'

En 2004, una reunión en Santiago le abrió las puertas a participar en una de las misiones más ambiciosas de la Agencia Espacial Europea, Gaia,Gaia cuyo objetivo es realizar el primer mapa tridimensional de la Vía Láctea. En este ambicioso proyecto, que abre una nueva ventana al Universo, están involucrados también los ingenieros informáticos Carlos Dafonte, Marco Antonio Álvarez González y Daniel Garabato Míguez, del departamento de Computación de la UDC. Las astrofísicas Ana Ulla, de la Universidade de Vigo, y Ruth Carballo, de la Universidad de Cantabria, completan el equipo gallego en esta misión, la gran joya de la ESA. " Gaia va a revolucionar por completo la astronomía porque tiene consecuencias en todos sus ámbitos", explica Minia Manteiga. "Nos permitirá estudiar cómo se formó la estructura actual de la galaxia en forma de espiral y echar una mirada al pasado para recomponer la historia de la formación de estrellas", añade la astrofísica coruñesa.

El primer archivo de datos del satélite, GDR1, se publicó en septiembre de 2016 y contenía el resultado del procesado de los primeros catorce meses de la misión. Con esa información se elaboró un mapa que contenía posiciones detalladas de unos 1.142 millones de astros, y distancias para unos dos millones de estrellas. El segundo archivo, GDR2, hecho público el pasado 25 de abril, es mucho más completo. "El GDR2 contiene la información que se pudo elaborar con las observaciones tomadas en los veintidós primeros meses de misión. La principal novedad es que incluye las medidas de las paralajes de todas las estrellas observadas por el satélite", subraya Manteiga, y aclara: "Las paralajes permiten determinar las distancias a las estrellas, y en este caso hay distancias de más de 1.330 millones de estrellas de la Vía Láctea, lo que viene a ser aproximadamente un 1% del total de la galaxia". Además, continúa la astrofísica de la UDC, este segundo archivo de datos "contiene, por primera vez, la medida de la luz en tres bandas, lo que permite estimar el color de los astros y, por lo tanto, su temperatura".

"Las mediciones que realiza Gaia constituyen un hito para la astronomía ya que, hasta ahora, sólo había sido posible medir la distancia a la que se encuentran las estrellas cerca del Sol, utilizándose métodos indirectos para estimar el resto. Desde el punto de vista tecnológico, Gaia ha sido todo un reto para la industria espacial europea", asegura la investigadora de la UDC.

Gaia cuenta con la cámara digital más grande jamás construida para una misión espacial. El satélite determina la magnitud, posición, distancia y desplazamiento de las estrellas censadas, observando cada uno de los astros más de diez veces por año. "El nivel de precisión alcanzado al determinar la posición de algunas de las estrellas más brillantes equivaldría al de un observador que, desde la Tierra, fuese capaz de ver una moneda de un euro en la superficie de la Luna", resalta Carlos Dafonte.

Un extraordinario nivel de precisión que permite al satélite observar también otro tipo de objetos, de ahí que este segundo catálogo incluya la posición de más de 14.000 asteroides conocidos y sitúe medio millón de cuásares lejanos, galaxias brillantes alimentadas por la actividad de agujeros negros supermasivos en sus núcleos. "Manejar este volumen de información enormemente compleja está siendo todo un desafío", destaca el ingeniero informático de la UDC, quien hace especial hincapié en el gran trabajo de procesamiento y almacenamiento de datos que están realizando. Y es que las estrellas y otros objetos celestes pasaron por delante de los detectores de Gaia "más de cien mil millones de veces". Llevan recogidos cerca de 52.000 Gb, y se realizaron un billón de medidas astrométricas.