Si hace dos décadas los trastornos de alimentación eran algo casi exclusivo de la adolescencia, ahora se detectan casos desde los 10 años y hay quien precisa tratamiento incluso al llegar a la jubilación. "La edad de los pacientes es heterogénea y aunque los hombres son minoría, cada vez hay más consultas de varones", señala la directora de la Asociación de Bulimia y Anorexia de A Coruña (ABAC), Fátima Pérez, con motivo del 22 aniversario de la entidad que desde que abrió sus puertas el 24 de octubre de 1996 ha atendido a más de 3.000 pacientes. Un aniversario que celebrarán el próximo viernes con un magosto para sus socios.

-¿Ha cambiado el perfil de paciente con trastornos de alimentación en estos 22 años?

-Ahora la edad es más heterogénea. Es cierto que la mitad de pacientes debutan en la adolescencia, pero esta etapa ahora se ha ampliado, comienza antes y se alarga más allá de los 18. Esto hace que puedan aparecer trastornos ya en niños de 10 u 11 años. Nosotros tenemos pacientes desde los 12 y hasta los 65 años. Además, otro cambio en este tipo de trastornos es que cada vez hay más varones. Aunque la mayoría son mujeres, nueve sobre uno, cada vez hay más consultas telefónicas de amigos o familiares sobre posibles casos en hombres.

-¿Qué rasgos en común tienen estos pacientes?

-Huimos de hablar de un perfil, de los clichés porque la gente tiene la idea de que el paciente medio es una chica con anorexia, buena estudiante... y no es así. Si cualquiera viniese a la puerta de la asociación se sorprendería de la cantidad de gente que entra y que no parece que tenga un trastorno de alimentación. Realmente solo se ve a simple vista cuando se trata de una anorexia restrictiva, en la que se pierden muchos kilos o si hay obesidad.

-¿Han aumentado los casos?

-Es algo cíclico. Ahora tenemos 120 pacientes y se nota cierto repunte, pero es cíclico. Otra diferencia con la época en la que se creó la asociación es que ahora hay más trastornos de alimentación identificados. No se trata ya solo de anorexia, bulimia o trastorno de atracón, ahora hay vigorexia, ortorexia, pregorexia... y normalmente lo afectados no tienen un trastorno puro sino que suelen darse varios a la vez o están unidos a ansiedad u otros problemas.

-Asegura que los factores de riesgo para caer en uno de estos trastornos se mantienen...

-Sí, de hecho la presión social sobre la imagen corporal ha aumentado en estos 22 años. Se mantiene la presión sobre la imagen de la mujer y se ha incorporado a los hombres a esta presión, se incide más en su estética.

-¿Son eficaces medidas como impedir que las modelos por debajo de un peso no desfilen o unificar las tallas en las tiendas?

-Son eficaces si se cumplieran. La realidad es que en una misma tienda podemos encontrar hasta varias tallas 38. Hay que decir también que nada de esto por sí solo es culpable de los trastornos de alimentación, son cosas que suman, pero influyen muchos factores.

-¿Qué papel juegan las webs que fomentan la anorexia?

-Son muy escandalosas y llaman mucho la atención, pero desde ABAC creemos que hay las mismas que antes, solo que ahora hay más gente con acceso a internet. Son webs que siempre han estado ahí y sobre las que no podemos hacer nada. Cuando algún padre nos dice que porqué no las cerramos, les explicamos que la legislación no lo permite y que aunque así fuese, a las dos horas surgiría un nuevo blog. La clave está en trabajar en la prevención, es decir, dar unas pautas a los jóvenes, educarles para ser críticos con lo que leen en internet. La Red tiene cosas muy positivas, pero también negativas ya que simplemente con poner dieta te salen múltiples webs con dietas descabelladas. Hace falta más información nutricional y supervisar lo que ven.

-Una de las labores de ABAC es fomentar la prevención, ¿aún falta concienciación en la población?

-Sí, nosotros impartimos charlas para padres, pero también para educadores y sanitarios. Los profesores no tienen formación suficiente y muchas veces o no saben cómo actuar si tienen un caso en clase o no saben detectar signos de alarma hasta que no hay un cambio físico muy claro. Ofrecemos charlas para alumnos y profesores, pero están más concienciados con las charlas sobre drogas. Y hay que concienciar incluso a los sanitarios porque la adolescencia ha cambiado y, por ejemplo, si se trata de un niño y tiene solo 11 años, la mayoría de pediatras no piensa en un trastorno de alimentación. Ocurre igual a la hora de ayudas. Apenas tenemos de la empresa privada, hay mayor sensibilidad con otras enfermedades.

-¿Qué signos pueden alertar de algún problema de este tipo?

-No se puede generalizar, pero los padres deberían acudir al médico si se dan varios factores: por ejemplo, encuentran envoltorios de comida en la habitación del hijo o al revés, cada vez restringe más los alimentos que no toma, si se encierra en su habitación y no deja que le vean sin ropa...

-¿Perviven falsos mitos?

-Sí, pese a que son trastornos que afectan al 5% de la población juvenil, todavía hay un estigma por ser una enfermedad mental. Muchos pacientes no lo cuentan, todavía es algo tabú.