La vida de la coruñesa Ana María Rodríguez, de 62 años, dio un vuelco radical el pasado mes de enero, cuando sufrió un accidente cerebrovascular que le dejó importantes secuelas. "Hasta ese momento, no había tenido ningún problema serio de salud, aunque fumaba bastante, una cajetilla de tabaco solía durarme un par de días. Pero una mañana, de repente, cuando me dirigía al cuarto de baño, empecé a notar que perdía fuerza en las piernas, me desplomaba. Estaba sola en casa y, como pude, logré arrastrarme hasta la puerta para tratar de pedir ayuda, con la buena suerte de que me vio una vecina, que fue quien llamó a los servicios de emergencia", recuerda.

A partir de ahí, reconoce, su día a día "cambió por completo". "También el de mi familia. El ictus lo rese teó todo", resalta. "En aquel momento vivía en Cartagena. Había vendido mi casa de A Coruña y me había trasladado a allí para empezar de cero. Trabajaba cuidando a una persona mayor y estaba realizando un curso de fontanería. Y, de golpe, me vi en un hospital, intubada, sin entender muy bien qué hacía allí. Solo fui consciente de la gravedad de lo que me había pasado cuando vi a mis hijos, que se habían quedado aquí, al pie de mi cama en la otra punta de la península", subraya.

Tras recibir el alta hospitalaria y realizar varias sesiones de rehabilitación que, según cuenta, se limitaron a abordar los problemas de movilidad de su pierna derecha -pese a que el accidente cerebrovascular afectó también a uno de sus brazos y a la coordinación entre las extremidades, aparte de las secuelas en el habla y a nivel cognitivo-, Ana María regresó a A Coruña, donde vive en la actualidad, junto a su expareja y su hija. "Desde que sufrí el ictus, ictus no puedo trabajar. Mis ingresos se limitan al subsidio para mayores de 55 años, de poco más de 300 euros. Estoy pendiente de la valoración para que me reconozcan la incapacidad, pero me han dicho que pueden tardar meses en llamarme", comenta, con resignación.

Varias veces por semana, Ana María acude a las terapias -fisioterapia, logopeda y estimulación cognitiva- que ofrece Adaceco, la Asociación de Daño Cerebral Adquirido (DCA) de A Coruña, que su hija "descubrió" a través de internet, y que, reconoce, le está "ayudando muchísimo". Y es que las entidades son la tabla de salvación de los afectados por una lesión de ese tipo y sus familias, la única opción que les queda a la mayoría cuando les dan el alta en el hospitalaria.

"El sistema sanitario garantiza un atención razonablemente homogénea en la fase aguda del DCA, durante los momentos posteriores al accidente. No obstante, la atención es desigual en el ámbito de la rehabilitación, mientras que la promoción de la autonomía personal y la inclusión social recae, fundamentalmente, en asociaciones de familiares", sostiene la secretaria de Adaceco, Luisa Ramírez, quien insiste en que la rehabilitación es "fundamental" para que estos pacientes sigan recuperándose, puedan mantenerse lo mejor posible y, así, evitar los reingresos y las complicaciones. "Los límites los tiene que poner la capacidad de recuperación de la persona, no la falta de recursos ni de respuesta. Nadie tiene que ser condenado al olvido por sufrir DCA. Una vida salvada merece ser vivida de forma digna", subraya.

Junto con las terapias, las asociaciones de afectados y familiares organizan toda una serie de actividades de ocio y tiempo libre, como salidas en grupo a la calle, visitas guiadas e, incluso, funciones de teatro. Lo que buscan con todas esas actividades es fomentar la socialización de los pacientes con DCA y sus familias ya que, sobre todo al principio, se suele ver "bastante mermada", lamenta Ramírez.

Prevención y síntomas

En Galicia, casi ocho de cada diez casos de DCA son -como le sucedió a Ana María- consecuencia de accidentes cerebrovasculares, aunque también se producen por traumatismos craneoencefálicos en accidentes de tráfico, deportivos y laborales o tumores cerebrales, entre otras causas. De ahí que sea tan necesario concienciar a la sociedad sobre la importancia de cuidarse, llevando un estilo de vida saludable -un aspecto en el que desde Adaceco hacen especial hincapié- y, también, de tener prudencia al volante. La secretaria de Adaceco insiste, no obstante, en que el DCA es "aún un gran desconocido, pese a que le puede pasar a cualquiera en cualquier momento". Para visibilizar a las personas que sufren esta dolencia, los Jardines de Méndez Núñez de A Coruña acogerán esta mañana una nueva edición de la Jornada de Deporte Adaptado organizada por Adaceco y la lectura de un manifiesto reivindicativo, con motivo del Día Nacional del DCA. Además, el domingo se celebrará un mercadillo solidario en la Plaza de Vigo.

El abordaje precoz del DCA es "clave" para reducir las secuelas. La rapidez con la que se atiende a los afectados marca la diferencia entre un susto, una discapacidad leve, moderada o grave, o la muerte. "Las primeras cuatro horas son primordiales, ya que administrar rápido el tratamiento aumenta las posibilidades de supervivencia y recuperación", destaca la secretaria de Adaceco. De ahí la trascendencia de saber identificar los avisos que nos envía el cerebro. Son varios los síntomas que nos deben poner en alerta, como "dolor de cabeza intenso y de inicio súbito, debilidad en una parte del cuerpo, pérdida de visión, alteraciones en el lenguaje, dificultad para mantener el equilibrio...", apunta Luisa Ramírez.