El Parlamento aprobó por unanimidad que las niñas en cuyo colegio hay uniforme escolar puedan elegir entre falda y pantalón y la Xunta lo trasladará a todos los centros educativos, de manera que el próximo curso la falda dejará de ser obligatoria. Para Mercedes Oliveira, especialista en género e igualdad, es una óptima noticia. Porque para cambiar cosas hay que reflexionar y "actuar de manera consciente".

- ¿Qué implica la obligatoriedad de llevar falda en un uniforme?

-Que para las niñas ir con falda sea obligatorio es como una marca. Estamos en un mundo igualitario y cada uno tiene que elegir cómo quiere ir vestido, la falda no puede ser obligatoria en los centros educativos.

-La falda puede ser incómoda en muchas actividades...

-Resta movimiento y libertad de acción. Si pensamos en un vestido, cualquier mujer sabe o sabemos que te sientas y te mueves de una forma determinada, no te puedes subir a sitios... En cierta medida eres más vulnerable. Además, en el cole puede ser motivo de acoso en ciertos casos, por ejemplo, el hecho de levantar la falda.

-¿Y la opción para niños de llevar falda?

-Se podría pensar, aunque la connotación no es la misma. Pienso, por ejemplo, en niños alternativos, en el sentido de creativos, o que no se identifican con ningún sexo... La cuestión es qué imagen les damos a los niños y a las niñas en pleno siglo XXI y un mundo de igualdad si luego les obligamos a vestirse diferente.

- En cuanto a matices de género en los colegios, a lgunos centros han puesto en marcha iniciativas para que el patio en el recreo se divida de modo igualitario, ya que era ocupado mayoritariamente por los niños. ¿Qué le parece?

-Todo es necesario, porque por inercia se hacen las cosas como se venían haciendo. En los setenta, yo viví el inicio de la escuela mixta. Antes, en el colegio de niñas, ocupábamos los espacios, el patio, jugando principalmente al brilé, a la cuerda, o patinábamos. Al cambiarnos perdimos todos los juegos. Los niños ocupaban el espacio del patio con el fútbol. En ese sentido no fue una integración exacta, fue introducir a las niñas en centros masculinos. Hay que tener una voluntad coeducadora. Mucha gente cree que está conseguido pero no.

-¿Detecta algún otro matiz de género en el ámbito educativo que posiblemente no se perciba a simple vista?

-En lo relativo a la orientación profesional. Las niñas se orientan hacia profesiones que se relacionan con cuidados femeninos, por ejemplo, enfermería, educación infantil, estética... Y los chicos más hacia las tecnologías, automoción... las técnicas se vinculan más a lo masculino. Y esto se traduce en el porcentaje de alumnos y alumnas en las carreras.

-¿Como ocurrió con Ingeniería Informática?

-Cuando Informática empezó había más mujeres que hombres, vi el otro día un estudio sobre este tema. Por un asunto de homologación se le cambió el nombre al grado, que pasó a llamarse Ingeniería Informática. Tras este cambio dejó de haber tantas mujeres hasta el punto de que en la actualidad son muchos más hombres. Y hablamos de un término: Ingeniería.

-¿Por qué pasa?

-Porque, sin querer, transmitimos a las niñas el mensaje de que las ingenierías no son para ellas.

-¿Quién transmite, quién orienta?

-La tribu: sistema educativo, familias, sociedad, medios de comunicación, revistas, dibujos, series... Normalmente reproducimos, imitamos. Un orientador, un profesor, unos padres tienen que ser conscientes de lo que están haciendo. Coeducar implica una intervención consciente. Ellos eligen libremente, claro, pero tienen unos modelos y unos referentes. Como no intervengas, la inercia es muy poderosa.