Carmen Adán presentó ayer su última obra, Feminicidio. Unha nova orde patriarcal, que publica Editorial Galaxia dentro de su nueva colección, Feminismos, en la que la doctora en Filosofía, ensayista y política gallega analiza la violencia contra las mujeres, las nuevas formas que adopta el patriarcado y la importancia que tienen las palabras para que la sociedad tome conciencia.

-El feminicidio es un término cada vez más empleado, pero, ¿qué es?

-Precisamente lo que analizo en este libro es cómo llegamos a este término para denominar el asesinato de mujeres y cómo, aunque se han hecho muchas leyes, muchos programas, muchas actuaciones, las cifras son terribles. En Galicia llevamos tres asesinadas este año; en el Estado, más de 50. Estamos hablando de más de 1.500.000 denuncias desde que funciona la Ley Integral contra la Violencia de Género. ¿Qué pasa? Que el patriarcado, como la plastilina, se va adaptando. Hoy es muy sutil, pero sigue utilizando la violencia, y los miedos contra las mujeres tienen una forma que las priva de libertad. Esto lo estamos viendo con muchas sentencias. Si en todos los ámbitos de la vida estamos erradicando los estereotipos, ¿cómo es posible que la Justicia siga sospechando de la palabra de una mujer que denuncia una violación o maltrato? Y todo esto en un momento en que las palabras son importantes. No solo hay que hablar de violencia de género, sino de que las mujeres no estamos en igualdad de condiciones ni tenemos una vida libre de violencia porque no podemos salir a la calle de la misma forma. La violencia de género no es una lacra social; es un verdadero problema estructural y la estructura es el patriarcado, que tiene mucha capacidad para adaptarse.

-¿Estamos entonces ante un nuevo orden patriarcal?

-Yo defiendo que sí. Hoy en día a nadie se le ocurre decir a las mujeres que se queden en casa, pero sigue pareciendo normal que cobren menos aunque tengan mejores expedientes o que sean ellas las que renuncien al trabajo...

-Hay quien dice que no hay tal desigualdad.

-El problema de la discriminación y de la violencia es que hasta que no se ve, no es posible reaccionar. Hoy decimos que a los niños y a las niñas las educamos igual, pero ¿de verdad los educamos igual? No. Cuando un chico sale a la calle no le dices: "Ten cuidado". A una chica, sí. Hay un espejismo de igualdad porque hay muchos ámbitos donde sigue siendo solo formal.

-Según un estudio del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, el 15% de los jóvenes acepta que le revise el móvil, el 12% que controlen todo lo que hace y casi un 10% la violencia física. Esto es terrible.

-Uno de los problemas que abordo en el libro es qué ocurre con esa concepción que siguen teniendo los jóvenes de que el amor es control. Peticiones como "dame tus contraseñas del móvil" les parecen expresiones de amor y lo que estamos viendo es que chicos y chicas no están igual ante una relación. Ellas siguen siendo educadas en la sumisión y esa fascinación por que él te controle sigue estando presente. Esto se ve muy bien en películas y best seller como 30 metros sobre el cielo, 50 sombras de Grey y Crepúsculo. Aunque con otros ropajes, esto sigue siendo patriarcado y desmontar esto sería que las chicas fueran libres para decidir.

-¿Queda mucho por hacer para desmontarlo?

-Hemos andado un camino, aunque tenemos que estar vigilantes porque el patriarcado va cambiando. Hay que trabajar en todos los frentes: en las aulas, en las casas, los medios de comunicación tienen un papel fundamental para transmitir una idea diferente de las relaciones entre hombres y mujeres y la presencia de las mujeres en la sociedad, y sobre todo, que las mujeres conquistemos nuestra libertad. Este es el paso fundamental porque la desigualdad, para mí, es una consecuencia de nuestra falta de libertad. Hay que educar a las niñas en libertad e igualdad. Una vez que eres libre, la conquista de la libertad irá viniendo.

-¿En qué hemos cambiado?

-En que estamos hablando de esto. Hace treinta años, la violencia de género era invisible. Casi no había ni palabras para hablar de ella.