Instagram es la reina del postureo. Y el postureo vende. Varias influencers admiten inventarse viajes y colaboraciones con marcas para aparentar, atraer seguidores y ganar dinero a costa de un vida ficticia. "Si parece que las marcas cuentan contigo, técnicamente significa que gozas de más éxito en las redes sociales", dice Palak Joshi, que sacó en sus stories de Instagram el teléfono OnePlus (valorado en unos 600 euros) como si fuese un regalo de la marca cuando, en realidad, se lo había comprado ella. El testimonio de esta bloguera de moda india no es un caso aislado. La mitad de las campañas de influencers llevadas a cabo durante este año en España son una estafa.

Si alguien lleva una vida de ensueño en Instagram, desconfíe. La mitad de las personas que muestran algún producto patrocinado en la red social de fotografías o disfrutan de un viaje pagado se lo inventan, según el informe anual sobre Influencer Marketing en España que ha publicado la agencia H2H.

Para elaborarlo han analizado los perfiles de 350 influencers españoles y además de campañas fraudulentas hay auténticas redes de usuarios fantasmas. En concreto, uno de cada cuatro seguidores son falsos. De media, el 27,47% de los seguidores de los influencers no tienen ningún valor comercial para las marcas porque son falsos. Ocurre lo mismo con los me gusta: el estudio que analiza esta red social revela que el 20% de los likes son comprados.

Esta red fantasma de seguidores provoca grandes pérdidas a las marcas publicitarias que lanzan sus productos a través de personas influyentes en las redes sociales. En 2018 se invirtieron en España 35 millones de euros en campañas de Influencer Marketing, pero se calcula que 12 millones se fueron a la basura al elegir influencers que no lo eran tanto. Instagram es la red social más perjudicada por los embustes digitales porque es la más utilizada para llevar a cabo campañas publicitarias. En concreto, las marcas de belleza son las que más invierten (un 28% del total), seguidas de las firmas de moda (23%), la automoción (11%), alimentación (10%) y las empresas de viajes (9%).

¿Es fácil atraer a las marcas? La respuesta es sí. La actriz coruñesa Almudena Ripamonti se convirtió el año pasado en una influencer de pacotilla en un experimento llevado a cabo por una compañía de marketing. Le compraron seguidores y se inventó un mundo de eventos y colaboraciones con el que pronto empezó a recibir ofertas publicitarias y paquetes con productos en su casa, como ella misma explicó a este periódico una vez que finalizó este experimento para el que se preparó como si fuese un personaje más.

Algunos influencers fingen incluso viajes patrocinados que pagan de su bolsillo para alimentar su falso escaparte en la red social Instagram. Es el caso de Taylor Evans ( influencer de moda y estilo de vida) que admitió a la publicación The Atlantic que pagó su propio viaje a Miami, aunque en su perfil de Instagram lo vendió como una invitación a un evento exclusivo. Se sacó miles de fotografías y en todas daba las gracias por el viaje a una agencia que realmente no existía. Triste, pero cierto.