Austero, elegante, enjuto, disciplinado, solitario. Dotado del tesón necesario para seguir su ritmo kantiano de trabajo a los 106 años. Como el célebre filósofo Immanuel Kant, el pintor gallego Luis Torras se levanta casi con el sol, cada día, a las 06.30 horas. Tras desayunar, tomar la tensión y leer el periódico, se encierra en su mundo pictórico y con él dialoga: botes de pigmentos, pinturas, cal y arena para un fresco, bocetos... "¡Hay que experimentar!", exclama este artista, "uno nunca acaba de aprender de todo este oficio".

Las técnicas y la construcción del cuadro —su luminosidad— le consumen horas y días. Así, hasta el mediodía. El sol entra pleno por las amplias ventanas de su casa taller en la calle Emilia Pardo Bazán de Vigo. Y allí continúa el decano de los artistas en activo de España, hasta que comen, siempre a las 13.30 horas. Su mujer, María Jesús Incera, es su musa, compañera desde hace 72 años y, también colaboradora necesaria en ese arte de pintar. "Esto te absorbe totalmente", asegura este gallego de costumbres.

Torras acaba de cumplir los 106 con la vista y la mente tan lúcidas como el cielo de sus paisajes. No quiere ni oír hablar de colgar los pinceles. Realmente son su forma de vida. Entre los últimos lienzos realizados en 2018 luce un retrato de su amigo y coleccionista Víctor Montenegro, de la gallega galería Montenegro, y un envolvente paisaje del Berbés que extrajo de un boceto que encontró de hace años.

Nacido en la calle Alfonso XIII de Vigo, el artista visitó mucho el casco vello para plasmar en sus lienzos el alma del Vigo marinero, ese por el que correteaba siendo un chaval de pantalón corto, antes de la guerra, antes de que un balazo le dejara sordo. "Después de 80 años no vamos a hablar de eso... No oigo, pero la memoria y la vista las conservo bien", reafirma.

En su caballete no falta nunca un lienzo en proceso. Paisajes, retratos y bodegones, todos de gran formato, continúan engrosando su legado. "Ahora voy más lento porque me cuesta mover los lienzos, colocarlos en el caballete, descolgarlos...", comenta.

A lo largo de los años se comprueba que no es Torras persona de halago fácil. Sin embargo y a raíz de su 106 cumpleaños, se sincera. "Ella fue una belleza. Una de las mujeres más guapas de España", regala, cómplice, en un gesto correspondido. Un cuadro que preside el hall de entrada a su casa es fiel reflejo de esa sentencia. Los ojos de María Jesús, nonagenaria, no han perdido ni un ápice de aquel brillo del cuadro de juventud. Reflexionando sobre su longevidad, no cree que el secreto esté en su trabajo ni en su dieta, aunque se cuide. Asegura que los chinchos son uno de los sanos frutos del mar, junto a los xurelos, que no perdona.

¿Qué deseo le pide a este próximo año 2019?, pregunto al azar en su domicilio. "Pues continuar... Y que me deje llegar hasta 2020 al menos; que aún voy a dar mucha guerra", asegura este artista gallego que nunca en su vida se plantó otra opción que no fuera vivir pintando.