Del auge de las propuestas de Marie Kondo se benefician miles de ciudadanos y tal vez también las tiendas de segunda mano y los rastrillos benéficos, en los que propone destinar los objetos que no son imprescindibles y no aportan felicidad para vivir el presente y afrontar el futuro con más optimismo. Y entre sus planteamientos, el consejo más polémico es el que limita a un máximo de 30 libros los que se pueden tener en casa.

Marie Kondo, en definitiva, apuesta por un método que promete la felicidad al alcance de quien se atreva a romper los lazos con sus cosas. "Es una idea muy atrayente y algo que ya comenzó con la búsqueda de la piedra filosofal: vincula su manera de ordenar las casas con el bienestar y la felicidad y eso es algo que a los humanos nos atrae mucho, que nos transmitan que existe una fórmula para estar bien, a gusto y felices", analiza Rocío Basanta.

Psicóloga clínica del Hula (Lugo), precisa que la misma fórmula no vale para todos, "aunque la idea es muy atractiva, desde luego". Basanta, que considera las propuestas de Kondo "muy interesantes" cree no obstante que el planteamiento debería ser en todo caso consumir menos y reivindica el apego y el cariño por las cosas. "Se trata de algo cultural y hay que recordar que ella es japonesa, un país en una isla donde el minimalismo es tradición y la falta de espacio está a la orden del día. Los mediterráneos no somos así, no tenemos las mismas restricciones de espacio, somos muy dados a guardar cosas con cariño, a tener nuestra cajita de los tesoros y eso son cosas incompatibles con los planteamientos que hace ella", recalca.

La experta defiende la importancia del orden y la limpieza pero también insiste en la importancia del cariño "siempre que no suponga una dependencia". "Ahí está el matiz, cuando no puedo estar bien sin esos objetos es cuando tengo un problema. Ocurre también con las personas. Es en las dependencias donde hay un problema mientras que el apego y el cariño te hacen la vida más satisfactoria", afirma.

Además, recuerda que, en el mundo artístico, se reivindica muchas veces el desorden como una manera de conectar con la creatividad y relacionar conceptos que fuera del caos no se vincularían. "El desorden también puede tener una parte útil", afirma para acto seguido plantear que es algo que ocurre en algo tan común como la cocina, con personas que la ejecutan dentro de un descontrol total y otros que lo afrontan de forma más ordenada y escrupulosa.

El orden, recalca por su parte la también psicóloga Diana Rodríguez, es "subjetivo". "Es un concepto aprendido porque lo que tal vez era orden para tus padres no lo sea para otra familia. Lo que sí está claro es que el desorden sí es mucho más fácil de ver que el orden", recalca.

La especialista indica que hay relación entre el orden en el hogar y el orden mental. "En la parte prefrontal de la cabeza están las funciones ejecutivas -atención, organización, fuerza de voluntad o responsabilidad- y si estamos bien amueblados neurológicamente lo normal es que se refleje también en nuestras acciones del día a día", añade Ese orden se demuestra, concreta, siendo metódicos con los horarios, un control de la alimentación, buenos hábitos sociales y, también, con una casa ordenada. Con todo, Rodríguez asegura que es posible reconducir el desorden. "La parte del carácter está intrínseca, hay quien nace más ordenado y otros que no, pero existe la plasticidad cerebral y eso significa que podemos cambiar todo lo que queramos a lo largo de nuestra vida", subraya. Es decir, una persona desordenada puede aprender a ser ordenada, aunque no resulta sencillo. "Tenemos que querer y tener las herramientas, que alguien diga cómo hacerlo", añade. En ese caso sí resultan útiles propuestas como la de Marie Kondo, que precisamente parte de la premisa de que el primer paso debe ser comprometerse al cambio. "Herramientas como sus vídeos o libros son una ayuda para aprender a ser ordenado y si lo mantenemos durante un periodo de tiempo al final lo podemos convertir en un hábito", precisa.

Existen patologías relacionadas con el orden incluidas dentro del manual DSM-5 que incluye el síndrome de acumulación compulsiva, el síndrome Diógenes pero también otras como la depresión, la demencia o las adicciones a las compras. Todas ellas patologías cuyos síntomas incluyen una casa llena de objetos. También existe en el extremo contrario la obsesión por la limpieza y el orden, que en ocasiones es uno de los signos de que existe un trastorno obsesivo compulsivo.

En ese punto se encuentra un perfil de personas "más rígidas a nivel mental, con menos tolerancia a los cambios o las incertidumbres, más hiperresponsables y menos flexibles", matiza la psicóloga Nuria Salgado, que añade que el orden, salvo en esos casos extremos, "optimiza el contexto porque permite que seamos más eficientes en el día a día".

"No creo que exista un vínculo directo entre el hecho de que ordenar la casa mejora nuestra salud mental pero es evidente que cuando se habla de orden existe un hábito de autocuidado y eso sí tiene que ver con el bienestar emocional. Al contrario, cuando vemos a una persona con un bajo estado de ánimo o un conflicto, el auto cuidado es una de las primeras cosas que se altera y ahí se puede entender tanto el propio como ducharse o peinarse como el del entorno y el contexto en el que se vive", recalca Salgado.

Reflexión sobre el bienestar

Al respecto de las propuestas de Kondo, Salgado destaca que "ella propone ver qué es lo que te genera bienestar en tu vida, con qué te sientes bien y con qué no y cualquier proceso de reflexión en ese sentido es positivo porque a veces la inercia del día a día tampoco nos permite pararnos a pensar si lo que tenemos nos genera bienestar o no", reivindica.

En todo caso, recuerda que tanto el desorden como la acumulación de objetos "solo cobran relevancia psicológica cuando genera una interferencia objetiva en la vida de las personas". Esa interferencia puede percibirla la persona pero en ocasiones es su entorno quien lo sufre, como ocurre en el caso del síndrome de Diógenes. "No se limita a la acumulación, está asociado a personas mayores con procesos de demencia o enfermedades mentales graves", precisa.

"En el síndrome de Diógenes no es tan importante el desorden en sí como el abandono personal y social, el aislamiento y la acumulación de gran cantidad de basura y desperdicios", apunta el psicólogo Daniel Novoa, quien también coincide con sus colegas en que "es importante entender la diferencia entre almacenar cosas por nostalgia o apego que hacerlo por una necesidad o utilidad que no responde a ninguna lógica". "Hay una excesiva tendencia a patologizar la diversidad", advierte Novoa, que considera "cada vez más difusa" la línea entre lo normal y lo patológico. Novoa afirma que cuando se habla de excesivo suele implicar algo malo pero que "se puede vivir perfectamente con ello si se dispone de sitio y no se molesta a nadie".