El día que tocaba clase de ética y principios Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, no acudió a su pupitre. Ni ese día ni los siguientes. Hace tiempo, nos vendió la idea de que su principal objetivo era "conectar a las personas" y nos lo creímos. Y nos conectamos. Y hasta nos divertía contactar con alguien que hacía años que no sabíamos nada de él o ver las publicaciones que realizaban nuestros amigos. Vivíamos en una sociedad casi perfecta. Todos conectados y todos felices.

Pero llegó un momento que Marc vendió su alma al diablo. No debió ser mucho tiempo después de fundar la red social porque en 2010, seis años después de hacerlo, aseguró que "a la gente ya no le interesa su privacidad". Qué poco conoce a "la gente". Hoy no se atrevería a decir lo mismo.

En 2012 se aceleró todo: salió a Bolsa y ya se sabe que los mercados tienen pinta de diablo, solo buscan beneficios y no quieren hablar de ética ni de principios. Por cierto, desde el máximo histórico de julio del pasado año, 218 dólares la acción, ha caído a los 144 de estos días. A veces la ética y los principios también son importantes en los negocios.

La red social que creó en febrero de 2004, justo hace ahora 15 años, se ha convertido en los últimos tiempos en un muñeco de pim, pam, pum que todo el mundo golpea. Y no es para menos.

¿Dónde está la ética y los principios en el importante papel que tuvo en las elecciones de EEUU de 2016? ¿O en el escándalo de Cabrigde Analytica y el uso de información personal sin autorización de millones de usuarios? ¿O en la cesión de nuestros datos a otras empresas como Amazon o Netflix?

A pesar de que pasase por el Congreso de los Estados Unidos, Mark Zuckerberg no fue claro, se excusó como pudo y, algo muy importante, no se arrepintió de nada y perdió toda la credibilidad. Y en esta sociedad, la confianza es muy importante. Sin confianza todo se muere.

Como medida de transparencia, el fundador de Facebook publicó esta semana un artículo en The Wall Street Journal en el que intenta explicar cómo funciona la red social. Pero solo se queda en eso. En un intento.

Cuenta por encima cómo funcionan los anuncios y cómo consigue nuestros datos, pero lo simplifica tanto que no te lo crees. Y hasta llega a depositar parte de la responsabilidad en el usuario porque ha aceptado las condiciones de uso. Algo que hasta él mismo sabe que nadie las lee.

Se tarda mucho tiempo en ganarte la confianza de alguien. Perderla solo es cuestión de minutos. Facebook ya ha perdido la confianza de los usuarios y es cuestión de tiempo que vaya muriendo. Una empresa que no tiene ni ética ni principios no tiene sitio en este mundo.

Es cierto que a Zuckerberg aún le quedan otros dos juguetes: WhatsApp e Instagram. Pero, ¿quién se creería hace solo un par de años que Facebook tendría la crisis de reputación que padece ahora? Pues con WhatsApp e Instagram puede pasar lo mismo. Esta última está recorriendo el mismo camino que antes hizo la red social que creó Zuckerberg en 2004.

Facebook se ha convertido en un gigante tan grande que creía que estaba por encima del bien y del mal. Solo él era capaz de destruirse. Y últimamente no para de comprar todos los boletos para hacerlo.

En estos momentos vive un proceso de decadencia acelerado tanto de reputación como de usuarios. Los más jóvenes han sido los primeros en abandonar el barco.

Aunque ya no hay ninguna razón para confiar en esta red social, no le vendría mal una clase rápida de ética y principios. Sobre todo, para que su muerte fuese más dulce.