Afrontar un diagnóstico de cáncer supone un reto que afecta a todos los planos de la vida del paciente, pero también de la de los miembros de su entorno más cercano, que han de convivir con el torrente de emociones que desencadena la enfermedad y que, en muchos casos, precisan de una atención psicológica especializada. Tristeza, miedo, rabia, preocupación, incertidumbre, ansiedad, desesperanza, aislamiento, confusión e, incluso, culpabilidad son solo algunos de los sentimientos que suelen aflorar en padres, parejas, hijos y hermanos durante los procesos oncológicos.

Beatriz Caldelas ha vivido por dos ocasiones, con una entereza no exenta de problemas, la dura experiencia de convertirse en el puntal emocional de un familiar aquejado de cáncer. Hace casi veinte años, a su madre le diagnosticaron la misma dolencia que, en la actualidad, padece su marido. "El hecho de haber pasado por esto con mi madre me sirvió para estar más informada sobre lo que supone esta enfermedad: pruebas diagnósticas, pronósticos, tratamientos... Aprendí mucho sobre cáncer, pero esa experiencia no me preparó para afrontar el diagnóstico de mi marido. Cuando nos lo confirmaron, fue como si se abriese la tierra bajo mis pies y cayese en un profundo foso", explica. Hoy, tratan de vivir el presente. "Esta es un enfermedad de constantes altibajos, por eso tratamos de aprovechar las treguas que nos da para viajar y exprimir al máximo la vida. Nunca sabes qué puede pasar mañana", señala.

A Laura Castrillón, enfermera en el Centro Oncológico de Galicia, y a su hermana gemela, Alba, el cáncer que desde hace dos años padece su padre les "pilló por sorpresa". "Hasta que lo vives en tu entorno más cercano, no sabes lo que es", sostiene Laura, quien asegura que la enfermedad de su progenitor le ha enseñado "a estar en el otro lado, a saber qué es lo que necesita la gente". "Pararte y sentarte a escuchar qué es lo que siente el paciente que tienes enfrente... eso no se aprende en los libros", destaca. Alba reconoce, no obstante, que en el seno de una misma familia no todos afrontan el cáncer de la misma manera. "Cada uno tiene unos mecanismos de defensa. Yo lo llevo peor que mi hermana, quizás porque ella, por su profesión, dispone de más información. Aún así, reconozco que la enfermedad me ha unido más a mi padre", remarca.

No es lo mismo que el cuidador sea un hijo joven a que sea mayor, que se trate de la pareja, de un hermano o, incluso, de un amigo próximo. Tampoco si a quien golpea la enfermedad es a tu hijo, lo que más quieres, como le sucedió a Gustavo Peña, en pleno proceso de duelo por el fallecimiento de su pequeño, con apenas 6 años. "Es lo más duro que te puede pasar. Nuestra vida nunca va a ser igual. Cuando nos dieron el diagnóstico, me enfadé con el mundo, y sigo enfadado. Deseaba que me hubiera pasado a mí, me preguntaba por qué a mi hijo... pasado un tiempo, dejé de hacerme esa pregunta para no volverme loco", señala.

Desde la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) se proporciona apoyo práctico a las familias, porque "muchas veces necesitan respuestas a cuestiones por las que el paciente no pregunta, y esa comunicación directa con los profesionales permite reducir el impacto emocional negativo y ayuda a reducir el estrés y la ansiedad", apunta la psicóloga de la Junta Provincial de A Coruña, Ainhoa Carrasco. Y es que al menos cuatro de cada diez cuidadores directos sufren ansiedad y casi uno de cada cinco depresión, según el estudio Alteraciones emocionales y cambios de hábitos de salud en familiares y amigos próximos de enfermos de cáncer hospitalizados, realizado durante ocho meses en el hospital Josep Trueta de Girona a partir de una muestra de más de un centenar de familiares y amigos implicados, de manera directa, en el cuidado de un enfermo de cáncer. Para Pilar Pérez, que perdió a su esposo hace apenas cuatro meses tras un largo año de enfermedad, "esas cifras se quedan cortas". Ella, al igual que muchos otros familiares de enfermos de cáncer, recuerda que los bien intencionados pero erróneos consejos de amigos y conocidos - "tienes que ser fuerte"; "no te debes venir abajo"; "si te ve mal se va a poner peor" - acrecientan, si cabe todavía más, la angustia con la que se viven los procesos oncológicos.

"Se nos prescribe una fortaleza que no es tal. No somos superhéroes", añade Gustavo Peña, quien reconoce que durante la enfermedad de su hijo se llevó "grandes sorpresas, pero también grandes decepciones". Y se muestra especialmente agradecido con los profesionales que trataron a su pequeño, tanto en el Materno Infantil de A Coruña, como en La Paz de Madrid. "El personal que trabaja en las plantas de Oncología está hecho de otra pasta. Se involucran muchísimo con los enfermos. Les estaré eternamente agradecido", recalca.

No hay soluciones mágicas para afrontar el cáncer, pero el acompañamiento, tanto para los enfermos como para sus familiares más cercanos -destaca Ainhoa Carrasco-, resulta "fundamental". "Es muy importante saber que tienes a alguien al lado", apunta, y lanza una recomendación a otros miembros del entorno familiar: "Si no sabes qué decir, mejor no decir nada, pero estar".

La psicóloga de la AECC insiste en que los familiares sufren de manera similar al enfermo, pero suelen quedar en un segundo plano. De ahí la importancia de ayudarles, dándoles "pautas de autocuidado, ver las necesidades que tienen y los retos a los que se enfrentan". Otra de las cuestiones que suelen abordar los especialistas de la AECC en este tipo de intervenciones es la recomendación de trabajar la comunicación entre el enfermo y su propia familia, porque a veces ocurre que el paciente no quiere preocupar a su entorno, y si se le pregunta cómo está no da muchas explicaciones, dando lugar a una comunicación errónea e, incluso, a algún conflicto.