Gato por liebre. Que te den Gil Silgado por Julio Ruz no es exactamente que te den gato por liebre. Aquí no hay tal gato ni tal liebre.

Ni galgos o podencos. Ni gazapos. Conejos de granja bien granados ambos, con sus largos pelos en las orejas, de seguir con el símil animalario. No es que el cambio vaya a notarse mucho. Señor por señor. Señor no por contenido sino por forma, no por ética sino por estética. Apéndice extraño en el ecosistema de la telerrealidad. Gil y Ruz son los dos amores-odios de su vida y padres de sus hijas más postreros y alternantes de la miss-modelo concursante. Todo son dicotomías. Ambos empresarios venidos a menos. Echan a uno y se postula para entrar el otro. Así en el concurso como en la vida. Dice Gil, sin despeinarse, que en sus buenos tiempos tenía en la cuenta (corriente) cincuenta millones, euro arriba euro abajo. De seguir esta tónica (Carmen Lomana, los chaneles de Aída Nizar) me van a desvirtuar la telebasura; ya no valdrá aquello de lo hago por la pasta. Ahora que

hasta los pantojos confiesan.

La tienda. La cleptomanía no entiende de estatus. Es un trastorno obsesivo-compulsivo y los trastornos nos igualan a todos, como la burocracia, la muerte o el wc. Si tienes el trastorno, lo tienes. Pero a algunas estrellas, como Winona, les sale caro. Por eso a Ana le da tantísima rabia. Porque, a ver, ella será lo que sea, bióloga, artista global, joven eterna, simpatiquísima, polifacética, madraza, la envidia de Victoria, pero obsesiva no. Lo que pasa es que le pitaron. Los arcos. No el público. El público la adora. Las tiendas de nivel también, pero vaya usted a saber por qué, ese día los arcos de seguridad pitaron. Imaginen el bochorno: el pitido clavado en la trompa, el pueblo cuchicheando, el buitre grabándolo todo, enviándolo a un programa, el registro de trámite para concluir que una dependienta despistada se había dejado puesta la alarma puesta. Dior la tenga en su gloria.

La alfombra. No se empeñen. Si mami dice que le gusta para Tamara, porque es limpio y mami entiende, de limpieza y de políticos, da igual que lo desmientan los mismos interesados. Tamara dijo que no, que no se había prendado de Albert Rivera, pero eso lo dijo de corto. De largo, con un diseño suyo (o así), recargado, con bordados y capa, en la alfombra roja de los Goya (hay quien se pregunta qué pintaba Tamara en los Goya, ¿se les ocurre vida más cinematográfica?) varió algo el discurso y dijo que bueno, que en realidad no le conocía pero ya le gustaría, ya. Lo dicho. Mami, el cine, la vida. Lo cierto es que no, que fue cosa de patrocinadores. Mami, la publicidad, la vida.

El premio. Descreídos, incrédulos, impíos, escépticos, tomases que no creen hasta que no meten el dedo en la llaga, a ver qué dicen ahora. No daban un duro por los diseños art craft de Edmundo, andaban levantando falso testimonio, devaluando el producto porque su socia distribuidora era asiática y porque su mejor modelo (de ropa interior) era él mismo y ahora resulta que acaba de recibir un premio de moda. Bigote, premio de moda. Pues nol o han conseguido Lourdes Montes o Ana María Aldón. Tampoco creían en la pareja. Total, porque confesaron dormir en alas diferentes, como eméritos o antiguos duques de Alba. Si la casa da de sí, también sería tontería.

Las gafas. Le han puesto gafas, quizá para ver de lejos, tal vez por vista cansada, y ha sido ponerse las lentes y lo que ha tenido que oír. Le llaman, al fenómeno, "las cintas de Diego". El fenómeno no es el paparazzi Diego, al menos que se sepa (tampoco Gustavo lo parecía, ni Jordi, y ya ven, no hay famosas que se les resistan), el fenómeno es que desempolve, al andar de los años, audios viejunos, historias antiguas, como si fuera Bárbara venga a vueltas con las casettes y los VHS de contenido altamente sensible. Los milenials no habrán oído hablar, ni de lejos, de la expulsión del paraíso, la salida de Ambiciones. La memoria colectiva se va perdiendo. Ahora, a estas alturas, Jesulín también reescribe el cuento. Cambia el final, rompe el zapato de cristal, elimina las perdices del menú, canjea los papeles de la madrastra, la bruja y la princesa. Y siembra la duda. Ahora hay gafas inteligentes, localizan calles, muestran la realidad aumentada, pronostican el tiempo, monitorizan el estado físico, hacen fotos o vídeos con un simple pestañeo. Es muy probable que las gafas de Belén sean gafas inteligentes. Las de Jorge Javier no. Las suyas son de pega, sin cristales. Para lo que hay que ver...