Los estudios científicos avalan la idea de que una buena nutrición basada en una dieta equilibrada puede colaborar en el buen funcionamiento del hígado. En algunas enfermedades hepáticas se incluyen pautas alimentarias como parte esencial del tratamiento. Cualquier modificación en este sentido debe ser dirigida por el especialista, al que debes consultar todas tus dudas, sin caer en la tentación de realizar dietas inadecuadas y sin fundamento científico que pueden perjudicar tu salud.

El hígado es una víscera fundamental en nuestro organismo, pues participa directa o indirectamente en muchas funciones vitales. Su actividad óptima favorece nuestra salud y podemos conseguir que se mantenga sano evitando factores nocivos (ciertos medicamentos hepatotóxicos con los que nos automedicamos) y compuestos tóxicos (como el alcohol) que influyen negativamente en su funcionamiento.

Cuando planifiques tu menú diario puedes hacerlo pensando en tu salud hepática. Incluye frutas y verduras por su elevado contenido en vitaminas, antioxidantes y minerales. Elige verduras de color naranja, amarillo, púrpura y rojo (cítricos, ciruelas, sandía, brócoli, zanahorias o berenjenas) y consúmelas en crudo o poco cocidas. Evita el exceso de sal y utiliza ajo, cebolla y cúrcuma como ingredientes de tus platos elaborados.

Para conseguir ese objetivo, deberías evitar el consumo de alimentos grasos (huevos fritos o en tortilla con mucho aceite, embutidos, quesos curados y cremosos, nata, mayonesa, salsas grasas, ahumados, precocinados, etc.), azucarados (azúcar y dulces con azúcar añadido como la bollería industrial) y las bebidas alcohólicas y gaseosas.

Si quieres elaborar una dieta equilibrada y purificadora, no pueden faltar:

-Cereales integrales (trigo, avena, pan integral, etc.)

-Legumbres variadas (lentejas, garbanzos, soja, etc.)

-Verduras de color verde como acelga, lechuga, espinacas, brotes o germinados y verduras de tallo (cardo, puerro, apio). También la zanahoria, el tomate, la remolacha, rábanos, pimiento rojo, etc.

-Frutas frescas, directamente o en zumos (naranjas, fresas, piña, kiwi, etc.)

-Pescados blancos a la plancha o al vapor.

-Aceite de oliva virgen

-Carnes magras a la plancha, asadas, al vapor.

Como recomendaciones generales, podemos incluir:

-Beber líquidos abundantes, especialmente agua. Puedes consumir zumos naturales de frutas y caldos vegetales.

-No abuses del azúcar refinado porque el hígado lo transformará en grasa y colesterol. Tampoco debes abusar de los edulcorantes artificiales. Si necesitas "azúcar" elige frutas frescas o miel.

-Ingerir frutas y hortalizas frescas a diario.

-Comer carnes magras, huevos (sin exceso), pescado, pan integral, legumbres y lácteos (sin excesos).

-Repartir la ingesta a lo largo del día sin saltarse ninguna comida. No pases hambre, pero tampoco comas si no tienes apetito.

-Utiliza técnicas que no aporten grasa (cocción, papillote, vapor, etc.)

-Cuida tu intestino. Evita el estreñimiento y los platos recalentados o en malas condiciones higiénicas.

-Evita los alimentos precocinados y los que tienen muchos conservantes o pesticidas.

-Evita las grasas saturadas o en mal estado sin excluir las grasas sanas. Opta por el aceite de oliva o de semillas.

-Come pan. Mejor de cereales integrales y bajo en sal.

-Reduce tu estrés y no comas si te sientes ansioso.

-Evita las dietas y los productos milagro.

-Aumenta el ejercicio físico.

Existen varias "plantas" con reconocidos efectos a este nivel. No deben ser consumidas sin asesoramiento profesional, pues tienen efectos secundarios que pueden ser peligrosos. Se utilizan diferentes compuestos solos o combinados pudiendo destacar: boldo, cardo mariano, alcachofa o diente de león. Sea cual sea la opción por la que te inclines, consulta a tu médico y sigue sus instrucciones.

Algunos alimentos resultan muy indicados por sus propiedades diuréticas, desengrasantes, desintoxicantes, etc. y pueden ser incluidos en menús "sanos" que "cuiden" nuestro hígado. En esta línea se encuentran, entre otros: aguacate, ajo, alcachofas, berenjenas, calabacín, ciruelas, cúrcuma, diente de león, espárragos, lecitina, manzanas, papaya, piña, rábanos, remolacha, té verde, tomate, uvas o verduras de hoja verde (espinacas, acelgas, escarola, etc.).

Te proponemos unos ejemplos muy depurativos: alcachofas salteadas con ajo fresco; ensalada completa (espárragos, lechuga, aguacate, huevo duro, brotes de soja, diente de león, rábanos, remolacha y tomate); filete de pavo a la plancha con espárragos trigueros; berenjenas rellenas de merluza fresca al horno con tomate; macedonia de frutas (manzana, piña y naranja), etc.

Consulta a tu médico si debes seguir algún tipo de dieta depurativa o necesitas cuidar especialmente tu alimentación. Es el más capacitado para indicarte lo que resulta adecuado para tu situación personal. No sigas dietas milagrosas desequilibradas y evita la automedicación. ¡Tu hígado te lo agradecerá!