Este 8 de marzo celebramos, un año más, el Día Internacional de la Mujer. Una conmemoración necesaria porque, pese a los avances conseguidos, la igualdad de género es todavía una asignatura pendiente en numerosos ámbitos. Sobre todo en el laboral: las mujeres sufren más precariedad y paro, cobran peores salarios y tienen mayores dificultades para acceder a puestos de responsabilidad o conseguir financiación para emprender, lo que conduce a menores pensiones.

Es preciso cerrar esta brecha, la de la desigualdad económica. Y no sólo por razones de justicia sino también por pura racionalidad; no podemos desaprovechar el talento del 50% de nuestra sociedad.

Según algunos estudios, España está perdiendo al menos un 15% de su PIB por la brecha de género. Pese a esa evidencia, nuestro país incluso ha retrocedido en este terreno, como consecuencia de la crisis y de la falta de interés por un asunto que, a pesar de su importancia estratégica, ha sido relegado de la agenda política durante demasiado tiempo. En los últimos once años, hemos pasado del 10º al 29º puesto en igualdad de género y en términos de igualdad salarial apenas ocupamos el puesto 129 de las 149 economías recogidas en el Gender Gap Index del Foro Económico de Davos.

Es más, las nuevas tecnologías pueden agravar esta tendencia. Los puestos de trabajo de futuro están en ámbitos y requieren formación en materias en que las mujeres están infrarrepresentadas. Además, los algoritmos y la Inteligencia Artificial reproducen, e incluso amplifican, los estereotipos y sesgos de género de la realidad analógica, lo que puede afectar desde ahora mismo a la igualdad de oportunidades. Son algunas de las conclusiones del Libro Blanco 'Las mujeres en el ámbito tecnológico', que ha sido recientemente presentado en el Ministerio de Economía y Empresa y advierte de que la presencia femenina en el sector tecnológico es minoritaria, con una infrarrepresentación en las carreras científicas y técnicas que luego se traslada al mercado laboral, donde apenas el 15% de los empleos están ocupados por mujeres, casi cuatro puntos menos que en 2006 y prácticamente la mitad que en el conjunto de la UE.

Al ritmo actual, harán falta 200 años para conseguir alcanzar una paridad efectiva en el mercado de trabajo. Y eso es algo que, evidentemente, no podemos permitirnos.

Es preciso actuar y estamos en un momento propicio para hacerlo. Una amplia mayoría de la población española considera la igualdad como un valor a proteger, nuestro país se sitúa a la cabeza de las estadísticas que miden la convicción de que los hombres y las mujeres son igual de capaces, se está avanzando en cuanto a presencia y visibilidad de mujeres en puestos de alta responsabilidad y el movimiento feminista está movilizado para impulsar el cambio. Además, la revolución tecnológica nos da la oportunidad de construir un paradigma en el que no se silencie la voz de la mitad de la población, en el que aprovechemos el punto de vista de las mujeres para enriquecer nuestra economía y nuestra sociedad.

Fomentar la igualdad de género es la filosofía que está detrás de la Agenda del Cambio que hemos venido siguiendo desde el primer día, con medidas como el incremento del Salario Mínimo Interprofesional, un 70% de cuyos perceptores son mujeres, la progresiva equiparación de los permisos de paternidad y maternidad, el impulso a la igualdad salarial o la garantía de participación igualitaria en la ciencia.

Pero hay que seguir avanzando con premura, ambición y una visión transversal, que abarque desde las causas socioculturales, educativas y familiares que desincentivan las vocaciones tecnológicas femeninas hasta las barreras laborales, económicas o de financiación que dificultan su progreso.

Con el trabajo de todos es posible superar la brecha de género. Se trata de un objetivo fundamental e ineludible para tener un crecimiento sostenible a medio plazo. Y éste es el momento para sentar las bases e impulsar las medidas que nos permitirán lograrlo. Porque en este terreno, como muestra la experiencia reciente, no avanzar es retroceder.