Pati Blanco es, desde ayer, Premio Internacional de Literatura Gustavo Adolfo Bécquer. El PEN Club Español y el Grupo Editorial Sial Pigmalión decidieron otorgárselo para reconocerlo como autor "sobresaliente". A media tarde de ayer, confesaba sentir una "sensación de vértigo" que supone una "carga" ya que se considera un "aficionado" a la poesía. El escritor y director de marketing, comunicación y turismo de El Corte Inglés en Galicia, señala que lo que más le emotiva a la hora de escribir "es la sensación de punto de partida".

-En una nota, la organización del premio destaca que este poemario "sabe a fruta fresca, recién cogida del árbol, pero al mismo tiempo deja un poso a madera"...

-Es como si hablasen de un vino. La poesía también se puede beber y hay que degustarla. Este poemario tiene un cierto componente de espontaneidad porque en él hablo del día a día de la vida, de lo cotidiano, lo que puede ser el desarrollo vital de cualquier persona. Muchas veces reactivo sentimientos como otras muestro cierta rebeldía con convulsiones de cierta tristeza, además de sentir esperanza. También están presentes el amor, la utopía. También estoy muy influenciado por lo que me rodea, por la naturaleza. Cada vez recurro más a ella como un refugio. Programo como citas con la naturaleza que me evaden y donde ubico a la persona y los sentimientos.

-¿Por qué lo tituló 'Miradas que hablan'?

-Yo siempre que tengo la oportunidad reivindico la poesía como idioma de relación de las personas. Todo, los gestos, las miradas, nos habla, nos transmite. Cuando tienes un momento de bajón en ese mundo de estímulos tienes que agitarte un poco y si no los encuentras en ti mismo, los puedes encontrar en la geografía humana o de paisajes que te rodean. El paisaje gallego condiciona mi esencia como persona y poeta.

-¿Qué enfoque del amor ofrece en esta obra ganadora?

-No tengo un enfoque único. Muestro un amor más consolidado; no digo maduro porque no existe esa categoría. Yo defiendo que mientras haya amor, queda esperanza.

-Me da la impresión de que usted se aleja del poeta fingidor de Pessoa; lo suyo es experiencia vital pura, ¿es así?

-Mi poesía tiene mucho componente biográfico. A mí, me gusta mucho desnudarme literariamente. Ya con mi primer libro, Segunda Piel, quería ser transparente para que la gente me pudiese ver. Seguramente, si todos nos manifestáramos así, las cosas irían de otra manera; no habría tanta trampa, no actuaríamos de cara a la galería. Estaríamos encantados de que nos conocieran tal y como somos. Las percepciones que se tienen cuando se comprueba eso son maravillosas, únicas. Yo reivindico la exclusividad de cada uno.

-Pero imagino que, para algunas personas, resulta difícil franquear ese muro debido al entorno con el que tratan y se mueven.

-Sí, totalmente, ocurre por el papel que representas. Muchas veces tienes un rol que no tiene nada que ver con lo que realmente eres. De ahí, la lucha permanente entre lo que representas y lo que eres. La poesía facilita la posibilidad de enfrentarse al espejo y encontrarte sin trampa ni cartón pensando.

-¿Cuál es su utopía vital?

-Me gustaría vivir como un poeta, actuar en plena libertad, dedicarte a lo que realmente te gusta, elegir estar en los espacios y con la compañía que realmente quieres.