Esféricos. La modelo tiene un problema de pelotas. O con las pelotas. O los pelotudos. Quizá a la inversa. Las pelotas, y los pelotudos, con ella. El caso es que ha tropezado dos veces. Primero fue el tenista. Un revés. Ahora el portero. Un golazo por la escuadra. La modelo y el portero se arriman y la modelo es la culpable de todos los males deportivos porque el equipo de uno nunca, eso nunca. Es lo que tiene el fútbol. Que es muy pasional. La modelo, que está escamada de otras pelotas, más pequeñas, y sabe de maldiciones bíblicas, tiene claro que las pasiones se multiplican exponencial y proporcionalmente al tamaño del esférico. Y que hay equipos que hasta chamán tienen. Así que, después de anunciar romance incipiente (es que es tertuliana y se debe y además se le notaba en el brilli brilli de los ojos) y de que el portera la negara en los vestuarios y en público, ha salido corriendo. Maldiciendo, eso sí, el deporte rey. Una masacre, dice que han hecho con ella, los hinchas. Cuentan que el portero andaba a la vez tras otra, una extronista o así. Pero ésta, más lista, ha negado la mayor: soy del Barça. No hay partido. Ni VAR.

Ucranianos. Al Bano es una amenaza para la seguridad nacional. Una bomba con gafas, sombrero y piernas. Un peligro para la humanidad. El enemigo público número uno. No cuando canta, meneándose ligeramente, a la vera de Romina, incluso cuando protagonizaban su Guerra de los Rose particular, salían luego al escenario con sonrisas de oreja a oreja. Ni para Lydia Lozano, que lo fue en su día, y es algo todavía no superado, nunca, jamás, superado, pero a medias. Su trago más amargo. No, no. Lo es en serio, para el Gobierno de Ucrania. Al Bano, entre otras cosas, aparte de todas esas cosas, es amigo de Putin. Y los ucranianos no se lo perdonan. Así que el italiano no podrá ir a Ucrania. Siempre le quedará Mediaset. Algún reality, quizá. Los concursantes, por estadística y de media, no son en principio capaces de ubicar la república en el mapa. Pero se saben Felicità. El estribillo al menos.

Justicia. La gente cree que dos que duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma condición y recela de la cultura general de Jesús porque una vez deletreó en dos palabras lo que era un adjetivo monolítico. Pero ella ha demostrado lo estudiosa que es, que teniendo ya carrera -académica y mediática- se puso a perfeccionar y a prosperar y a ampliar currículo y perspectivas laborales y horizontes. Por eso le ha espetado así, a la carita, a un colega de JorgeJa con quien tiene un litigio, fiat justitia ruat caelum. Convencida de que éste no se iba a enterar. Campa sabe latín. O ha visto la peli de Kevin Costner. Igual.

'Low Cost'. Maite Galdeano es una señora deprimida muy festiva. Una señora que no puede salir de casa y está todo el día en la tele. Toda contradicción, como la mamá de Alejandro Albalá, una de las exconsuegras de Isabel Pantoja, que se llama Paz Guerra. Maite es una aspirante a personaje que, como no cuajó por sí misma, ahora lo intenta como madre de personaje. Para ser un personaje televisivo hay que empezar por un guardarropa llamativo. A Maite no le da para alta costura, que no te garantiza el éxito pero ayuda, así que intenta vestir como Beyoncé o Úrsula Corberó pero low cost. Y, claro, no le sale. Igual el diseñador Bigote le podría costumizar algún modelo asiático de los suyos Se le da.

La caída del imperio inca. En noviembre de 1532, Francisco Pizarro entró con sus tropas en la ciudad de Cajamarca, Perú. El soberano inca Atahualpa, que venía de ganar una batalla en Cuzco y se las prometía muy felices, sufrió en cambio una encerrona y fue apresado por los conquistadores españoles. Ofreció a Pizarro llenar una estancia entera de oro y plata a cambio de su libertad pero murió en el garrote vil y su muerte significó el hundimiento definitivo del Imperio inca. Miriam Saavedra sufrió el abandono de su ex, actuó como una buena despechada, llenándose las mejillas de rímel, pero ganó un reality y ascendió al trono de reina inca y colaboradora de programa del corazón. Se hizo con el cheque y la fama y se reconcilió con su ex, Carlos Lozano, e incluso con el Koala, a pesar de haber aireado que llevaba alzas en los zapatos. Pero no todo es felicidad. Miriam se ha pulido, pero pulido, a lo Kiko Rivera, el dineral que ganó con sus lágrimas derramadas y su serial ininterrumpido. Dice que está sin blanca otra vez. La reina inca se ve derrotada. Pero cuidado: Mónica Hoyos amenaza con volver. Y devolverla a la vida.