Es una pregunta difícil de resolver porque no existe una única respuesta. Afirmar que en todos los casos es posible conseguirlo sería excederse porque depende de muchos factores que no siempre podemos controlar. Pero lo que sí se puede decir es que, haciendo ciertos ejercicios previos y posteriores a la práctica deportiva, las probabilidades mejoran exponencialmente.

Todos hemos escuchado que es importante "calentar" antes de correr y estirar tras el ejercicio, pero no siempre lo cumplimos. Normalmente nos lo saltamos por falta de tiempo o, incluso, de ganas. No consideramos que sea necesario y nos volcamos en lo que consideramos nuestro objetivo: correr, pedalear, nadar, etc...

Por supuesto, hacer ejercicio es fundamental para mantener el organismo en perfecto estado y mejorar nuestra salud, pero debemos practicarlo en las condiciones ideales. Es fundamental elegir bien la ropa (mejor de algodón y transpirable), el calzado (específico para el deporte que vayamos a realizar) e incluso el lugar en el que lo vamos a llevar a cabo (gimnasio, exterior, etc...) para lograr los mejores resultados posibles.

A ello se une que, cuando empiezas a entrenar, aunque la intensidad aplicada sea moderada, puedes sufrir una lesión que, aunque no sea grave, te impida seguir ejercitándote. No es lo mismo ser un deportista de alto nivel, acostumbrado a trabajar su cuerpo, que un novato que empieza a moverse para lograr una buena forma física?y si eres mujer, todavía se incrementa más tu riesgo de padecer ciertos problemas. Es importante aprender a prevenir las lesiones y poder reconocerlas para que no te impidan alcanzar tu ansiado objetivo.

De manera específica, podemos señalar que las mujeres pasan por ciclos diferentes a los que viven los hombres y, en cada momento, estaría recomendado un tipo de ejercicio concreto. Así, durante el embarazo, la práctica de Pilates suele ser recomendable; a lo largo del ciclo menstrual se producen variaciones hormonales que afectan directamente a los entrenamientos y, cuando llega la menopausia, sería adecuado fortalecer la musculatura que da apoyo a la columna y evitar lesiones asociadas a la osteoporosis.

En el caso de las mujeres, su constitución física y su fisiología las predisponen a padecer ciertos problemas entre los que podemos señalar:

-Las fracturas de estrés se producen por reiteración prolongada y repetitiva de microtraumatismos de pequeño impacto sobre el hueso. Si se repiten demasiadas veces, el hueso no puede autorepararse y se produce la fractura. Esta posibilidad se incrementa cuando empiezan los problemas asociados a la osteoporosis, momento en que los estrógenos se reducen hasta desaparecer y las lesiones se multiplican. La mejor medida preventiva en estas circunstancias marcadas por la disminución hormonal, podría ser saltar a la comba repetidamente pero con suavidad.

-La incontinencia y el suelo pélvico tienen una enorme importancia en el caso de las mujeres y constituye una diferencia fundamental entre ambos sexos. Es recomendable fortalecerlo especialmente para evitar que se descompense con ejercicios inadecuados que pueden provocar la pérdida de orina cuando se produce cualquier tipo de esfuerzo (incluso, simplemente al toser, muchas mujeres comentan que la padecen y les provoca mucha inseguridad). En este escenario sería recomendable realizar los ejercicios de Kegel (contracciones y distensiones periódicas y controladas de los músculos de la zona vaginal y anal) o la utilización terapéutica de las bolas chinas (de manera sistemática y aumentando el peso en función de la evolución muscular de la zona tratada).

-Las lesiones de rodilla son más frecuentes en las mujeres porque tienen una pelvis más ancha, un fémur más corto y una mayor elasticidad que provoca que los ligamentos de las rodillas sean menos resistentes al impacto que las de los hombres.

Para prevenir y mejorar la situación se recomienda permanecer a pata coja y con los ojos cerrados unos 40 segundos para que tu propio cerebro aprenda a reequilibrarse y poder evitar caídas y lesiones del ligamento o esguinces.

Estas medidas son preventivas, pero no completamente infalibles. Si acudes a un gimnasio, lo mejor es que sigas las indicaciones del responsable de tu entrenamiento personalizado, pues es quien conoce tu evolución y, aunque no lo creas, tus limitaciones.

Ante cualquier problema que se te plantee acude a tu médico y consúltale la situación. Encontrará la terapia que mejor se adapte a tu problema.

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