Vieron la horrorosa espantada de un Borrell impulsivo e intransigente en una entrevista a un periodista británico para la televisión alemana? ¿Vieron qué preguntas sesgadas, tendenciosas y tramposas le hizo el ignorante e impertinente periodista? ¿Qué van a pensar de nosotros en Europa, de nuestra intolerancia, de nuestra poca cintura, de nuestra falta de cultura democrática? ¿Lo mismo que pensamos nosotros de la forma de hacer periodismo salvaje que practican ellos? ¿Nadie va a recular en este choque imposible de un ministro imparable contra un periodista inamovible? ¿Nadie ha aprendido nada de lo sucedido? Y Borrell empeñado en decir la última palabra ("La próxima vez, apreciaría que usted hiciese preguntas menos parciales"). Y el periodista empeñado en ser él ("No estoy aquí para hacerle las preguntas que usted quiere, ministro"). Y el ministro empeñado en ser él aunque fuera a toro pasado ("Bastante paciencia tuve. A esta clase de personajes hay que pararles los pies"). Alguien debería disculparse, pero ¿quién? Borrell ya señaló en la entrevista que el periodista estaba equivocado, sus preguntas no eran correctas, no sabía nada de lo que hablaba, era un ignorante y mentía. El ministerio de Exteriores comunicó que el periodista solo se hacía eco de las tesis contrarias al Gobierno, las preguntas eran capciosas y demagógicas, y Borrell se mostró firme en su defensa de nuestro sistema de valores. La vicepresidenta Calvo dijo en Los desayunos de TVE que el Gobierno no puede aceptar lo que no es verdad y desprestigia nuestra democracia, que lo que no es verdad hay que dejarlo claro contundentemente. Yo creo que debería disculparse la señora Celáa, que dirige un ministerio de Educación que aún sostiene que los errores, manipulaciones y mentiras se combaten explicando las cosas, y no marchándose del aula. Pero, sobre todo, deberían pedir perdón todos los Trancas y Barrancas que andan por ahí sueltos y han logrado hacernos creer que una entrevista es el masaje que uno recibe cuando va a divertirse a El hormiguero.