Los discursos de la precampaña electoral nos están helando el corazón, así que me temo que con la campaña electoral llegará también el invierno a las ideas, a los argumentos y a los discursos fundamentados. Es triste que la máxima expresión de la política en democracia se haya convertido, como sostiene el filósofo Roger-Pol Droit, no solo en comunicación, sino en mala comunicación. Droit dice en Vivir hoy, un ensayo que reivindica el valor y la fuerza de Sócrates, Epicuro, Séneca y otros grandes clásicos, que Cicerón o Demóstenes ni siquiera pueden aburrir porque ya no existen. Y si Cicerón no existe, lo que desaparecen son las frases bien construidas, siguiendo un guion, con argumentos y posiciones claras.

Sin Cicerón, hay que abandonar toda esperanza de que el discurso político esté construido, escenificado, desarrollado, expuesto y ofrecido a la comprensión, al poder de convencer y a la posibilidad de objetar. Sin Cicerón, mueren los políticos que no desprecian a su auditorio al utilizar trucos burdos como elevar la voz y poner cara de malotes cuando se espera una ovación. Sin Cicerón, los políticos tienen carta blanca para insultar y atacar a sus adversarios mostrando todo el catálogo de falacias, mentiras y medias verdades. Sin Cicerón, el debate, el juicio público y el tribunal de la razón se derrumban como un castillo de arena en Mozambique ante la fuerza bruta del ciclón Idai (por cierto, ¿el desastre en Mozambique no es un asunto mucho más importante ahora mismo „y siempre„ que la asquerosa polémica acerca de la tenencia de armas y el derecho a la legítima defensa?). Sin Cicerón, es fácil provocar vergüenza ajena en los ciudadanos porque la política se convierte en un asunto de "echarle huevos" a los problemas en plan Diego Simeone. Sin Cicerón, nos queda el "Candy Crush" de Celia Villalobos, el inmenso desierto de ideas de Quim Torra, los comentarios acerca de lo bien que le queda la toga a Pedro Sánchez y la coletilla "los que quieren romper España" como herramienta multiusos que lo mismo sirve para un roto en Cataluña que para un descosido en la derecha.

Tenemos por delante muchos días de telediarios en campaña electoral. Seamos optimistas. Cicerón no estaba muerto, estaba de parranda.