Jamás ocultó su enfermedad. Tampoco se sintió nunca discriminado en los 12 años que convivió con el VIH. Pero lo que nunca pudo imaginar Timothy Brown es que acabaría siendo conocido como el paciente de Berlín y que su caso escribiría una página en la historia de la ciencia. Él es el primer paciente en el mundo que se cura del VIH. Aunque el tratamiento que ha permitido semejante hito en la medicina es inviable para curar a los 37 millones de personas infectadas en el mundo, Brown „que esta semana visitó España„ confía en que dé la pista de por dónde tiene que avanzar ahora la investigación.

¿Cómo fue el tratamiento que le permitió quedar libre del VIH?

En 1995 me diagnosticaron la enfermedad. Entonces vivía en Seattle. Comencé el tratamiento con antirretrovirales que fue eficaz e hizo que el virus fuera indetectable y mis defensas subieran. En 2007, durante un viaje por Europa comencé a sentirme mal y en un hospital de Berlín me diagnosticaron leucemia. Entonces me sometí a un trasplante de médula de un donante compatible y la enfermedad remitió. Pero en 2007 volví a encontrarme mal y los médicos me dijeron que la leucemia había vuelto de una forma muy agresiva. Me sometí a un tratamiento de radioterapia y posteriormente a un trasplante de médula de un donante con una mutación genética que hace a las células inmunes al VIH. Todo cambió. La médula destruyó los reservorios de VIH y la leucemia. Desde entonces me encuentro muy bien y han pasado los años suficientes para hablar de curación.

Antes de que la comunidad científica certificase que ya estaba curado, usted decidió dejar de tomar los antirretrovirales, lo que denotó que estaba curado ¿qué le llevó a tomar tal decisión?

Una antigua pareja me dijo que podía interferir en el trasplante de médula. Fue un error hacerlo y ni mi pareja ni mi médico estuvieron de acuerdo.

¿Hay más casos como el suyo en el mundo?

Hay un segundo caso, el llamado paciente de Londres, muy similar al mío. Lleva 18 meses sin tomar tratamiento y el virus no ha reaparecido. A diferencia de mi caso, aún no se le han hecho biopsias para comprobar que el virus no esté en los reservorios, por lo que no se puede considerar que esté curado. También hay un paciente en Seattle que también lleva año y medio sin rastro de infección. Estoy muy contento de que haya más personas que se puedan curar y se unan a mi club personal.

¿Cree que usted va a ser la clave para la cura definitiva del sida?

No, sobre todo porque para que se aplique un tratamiento como el mío hay que padecer una enfermedad hematológica, como la leucemia o un linfoma. Son dolencias potencialmente mortales. Después hay que someterse a un trasplante de médula, que tiene una mortalidad del 40%. Así que no es una terapia aplicable a toda la población. Otra de las barreras es que hay que encontrar a un donante compatible de médula y además que tenga la mutación genética que permite curar la infección, que sólo la tienen entre un 1% y 2% de la población. Teniendo en cuenta que hay 37 millones de personas infectadas en el mundo, el tratamiento que a mí me ha curado no va a ser la solución, pero sí da una pista de por donde ir.

¿Qué tipo de controles pasa para comprobar que la enfermedad sigue sin aparecer?

He sido sometido a múltiples biopsias, sobre todo en los ganglios linfáticos, para comprobar que no hay reservorios de la enfermedad. También a una biopsia cerebral porque el cerebro es un gran reservorio al que los fármacos no llegan y a veces los virus se esconden allí. No se ha encontrado el VIH en ninguna de estas pruebas. Periódicamente me hago pruebas de carga viral.

Después de padecer VIH y una leucemia con una graverecaída, ¿qué le lleva a someterse a estas pruebas tan agresivas en lugar de despedirse definitivamente de los médicos y los hospitales?

Procuro ayudar mucho en la investigación para una cura de esta enfermedad. Soy consciente del importante papel que tengo que desarrollar para la ciencia. La cura del VIH es necesaria, por el elevado número de personas afectadas y porque muchas de ellas no tienen acceso a la medicación. Por eso colaboro.

¿Cómo vivió los años de la enfermedad? ¿Sintió el estigma en algún momento?

Cuando me diagnosticaron el VIH vivía en Berlín, que es una ciudad muy abierta. Nada más comunicarme que padecía la enfermedad, hablé con mi jefe y mis compañeros de trabajo y les dije con naturalidad lo que me ocurría. No lo fui pregonando a todo el mundo, pero sí a la gente más cercana. Durante los años que estuve enfermo, en ningún momento me he sentido estigmatizado.

¿Qué mensaje tiene que darles a las nuevas generaciones que han perdido el miedo al sida?

Que se protejan en sus relaciones sexuales. Hay dos vías, el condón, aunque hoy en día a la gente no le gusta, y la profilaxis preexposición, que es segura y eficaz. Pero siempre les digo que usen algún método. Yo no lo usé y me infecté. A día de hoy soy sexualmente activo y tomo precauciones, porque aunque me haya curado no quiere decir que sea inmune a la enfermedad.