El anuncio de que Patti Smith encabezará el Festival Noroeste 2019 provocó la lógica alegría de sus seguidores gallegos, aunque no supuso una sorpresa dada la asiduidad de la poetisa neoyorquina a los escenarios españoles. Queda ya muy lejos el stand by en el que se mantuvo en los 80 y buena parte de los 90, que parecía definitivo. De hecho, si no hubiese reactivado su carrera en 1996, su epílogo en directo de 1979 habría sido un cierre tan memorable como su propia trayectoria.

Sucedió en Florencia un 10 de septiembre y lo acontecido fue inolvidable tanto para los asistentes como para la artista y su banda. Sobre todo porque tanto la artista como el grupo temieron por sus vidas, tras llevar al delirio a las 70.000 personas que abarrotaban el estadio Comunale. Se trataba de la última parada de la gira europea con la que el Patti Smith Group presentaba el que sería su canto de cisne, Wave. La cantante ya tenía decidido que ese tour sería el punto y final a su carrera, aunque no había comunicado esa decisión a sus músicos.

Vistos los acontecimientos, muchos críticos apuntaron que ese disco ya olía a despedida. Era el cuarto trabajo de una banda en su pico de popularidad tras el pelotazo del su hit de 1978 Because The Night, pero en esos días Patti estaba más centrada en su nuevo amor, el exmiembro de MC5 Fred Sonic Smith. Su plan era retirarse de la vida pública para dedicarse por entero a su futura familia. Una enigmática frase de Jean Genet en la contra del álbum ya apuntaba sus intenciones.

Esta última gira fue la más masiva. La banda estaba rodada, los músicos se entendían solo con la mirada y su líder atravesaba su momento más mesiánico, con la tranquilidad kamikaze que da la certeza del final. Influía también el despertar religioso de Patti, tras superar las secuelas de la caída del escenario que casi le cuesta la vida en 1977. Tras actuar por todo Estados Unidos, el grupo se desplazó a Europa para una última tanda de conciertos. Sería una visita breve, de tres recitales, pero en recintos mucho más grandes de los que acostumbraban a utilizar en su país. En Londres actuarían en el Wembley Arena, y en Italia, en dos campos de fútbol.

La cantante era mucho más popular en el viejo continente que en su propia nación, lo que se traducía en esa mayor demanda popular para presenciar sus espectáculos. En la capital inglesa llenaron el enorme pabellón anexo al estadio de Wembley, pero en Italia comenzaron las complicaciones. El país se hallaba inmerso en los Años de Plomo, con la violencia de extrema izquierda y de extrema derecha marcando su día a día; cuatro meses antes las Brigadas Rojas habían asesinado al exprimer ministro Aldo Moro.

El primero de los recitales italianos se celebró el 9 de septiembre en Bolonia, con decenas de miles de asistentes y una tensión más que palpable. En el libro Por favor, mátame (Gillian McCain y Legs McNeil, 1996), el batería Jay Dee Daugherty recuerda vivamente los conciertos: "Era un gran campo de fútbol, y la organización había perdido el control de la multitud. Gran parte del público se había colado, rompiendo las vallas (?) Todo transcurrió sin incidentes, pero, al acabar, nos quedamos encerrados en el camerino porque los payasos de seguridad habían cerrado una puerta de hierro y nadie tenía la llave".

Los músicos conocían la violencia que imperaba en Italia y llegaron a temer por su integridad: "Los de seguridad empezaron a ponerse duros. Se abrieron paso y rodearon a Patti. Querían llevársela de ahí en un coche. Creía que la iban a raptar y cortar las orejas, o algo así. Aquella fue la noche en que Patti se arrodilló y rezó". Aún estaba fresco en el imaginario colectivo el secuestro en 1973 de John Paul Getty y su mutilación orejera como represalia por no abonar su familia el rescate. De ahí vendría el temor de Daugherty.

Tras esta accidentada actuación la banda se desplazó a Florencia, donde cerraría los festejos del Festival Dell` Unita, organizado por el Partido Comunista Italiano. Pese a lo minimalista de su propuesta, el conjunto se permitía un truco escénico impactante: antes de los últimos temas, desplegaban una enorme bandera estadounidense como telón de fondo. Tenía sentido, pues lo hacían durante la interpretación de The Star-Spangled Banner, popularizado por Jimi Hendrix, aunque con una concepción más poética que política. "Yo había mencionado que creía que en Europa sería mejor prescindir de la bandera „recuerda el batería„. Tal vez pareciese algo imperialista. La respuesta fue '¿Qué pasa? ¿Es que no eres un patriota? ¿No te gusta América?' Y yo, 'Joder, haced lo que queráis".

No le faltaba razón. Visto en perspectiva, desplegar unas barras y estrellas de tamaño XXL en medio de una fiesta del Partido Comunista Italiano en plenos Años de Plomo no parecía buena idea. Aunque la visión de la historia varía según quien la cuenta, el resultado de esta imprudente acción y del concierto no fue tan terrible como podría haber sido.

Todos los implicados coinciden en lo espantoso del sonido y lo pequeño del escenario, pero también en la enorme energía que corría entre los 70.000 jóvenes que llenaron el estadio Comunale. Pero lo que para la mayoría de los asistentes resultó una experiencia iniciática casi ritual, para Daugherty fue un caos en el que salvaron el pellejo de milagro. Eso sí, ambas versiones concuerdan en que el momento del izamiento de la bandera estadounidense no fue entendido por el respetable como el happening poético que en realidad era, con la consiguiente lluvia de objetos contundentes sobre los músicos.

"Fue un gesto intolerable en un acto organizado por la izquierda, y por ello, muy contestado „comentó el fotógrafo Claudio Gulielmi al diario La Repubblica„. Muchos no fuimos capaces de comprender la verdadera naturaleza de ese golpe teatral, que confundimos con patriotismo gratuito". Tras el banderazo, en la recta final del concierto el público superó al servicio de seguridad e invadió el palco. Una vez más, lo sucedido depende de quien lo relate. El batería lo rememora como el punto culminante de una situación insostenible, mientras que para el aún hoy guitarrista de Smith, Lenny Kaye, fue otra cosa: "Los chicos del público subieron al escenario y, en vez de destrozarlo todo, se sentaron. Era lo último en respeto y honor. Aquellos chicos eran una metáfora".

Posiblemente la realidad se ajuste más a la versión de Daugherty que al lírico recuerdo de Kaye, aunque la propia Smith aportó una clarificadora tercera vía de los hechos: "En la última canción me metí entre el público y le di a alguien mi guitarra y a otra persona el micrófono „le explicó la cantante al periodista Ben Edmonds, en 2004„. El grupo hizo lo mismo. Oleadas de personas se acercaron al escenario. La gente subió a bailar, cantar y gritar, tocar los instrumentos. Cuando me fui había una multitud electrificada tocando nuestras guitarras y destrozándonos el equipo. Me daba igual. Así se acabó".

La única verdad objetiva de esta historia es la relevancia del recital en el imaginario colectivo de una generación de florentinos. Treinta años después, se organizó en la ciudad una exposición que celebraba su aniversario y que culminó con una actuación de Patti en la plaza de la Santa Croce. Ese 10 de septiembre de 2009 se reencontraron los protagonistas de aquella velada de 1979, aunque sin el caos, el mal sonido y la bandera americana.