Del empujón y los gritos ante el primer "no" cuando tienen 7 u 8 años a romper el mobiliario y agredir físicamente a los padres al llegar a la adolescencia. Los psicólogos gallegos alertan de que la violencia filioparental —la que ejercen los hijos hacia el padre o la madre— ha aumentado en los últimos años. Solo en Galicia hubo 160 denuncias de progenitores contra sus hijos por maltrato en 2017, un 10,3% más que el año anterior, según los últimos datos sobre violencia doméstica del Instituto Nacional de Estadística (INE). Y para los expertos estos son solo una mínima parte de los casos reales. "Se calcula que solo un 10% de los padres denuncian, la mayoría callan por vergüenza, por miedo o simplemente por no saber qué hacer. Es un error, hay que pedir ayuda para intentar reconducir la situación", explica la vicepresidenta de la sección de Psicología Educativa del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia, Ana

María Ulloa.

Los datos del INE revelan que, de media, más de un centenar de padres gallegos alertan cada año de que son víctimas de violencia por parte de sus hijos. De hecho, en el último lustro siempre se ha superado la barrera de 150 denuncias, excepto en 2016 cuando se bajó a 145. Pese a que ambos progenitores pueden sufrir el maltrato, hay más víctimas entre las madres: 114 en el último año analizado, frente a 46 padres. En el conjunto del país, solo en 2017, hubo casi 3.000 padres que manifestaron esta problemática.

¿Qué lleva a un menor a agredir a su propia familia? Para los expertos hay múltiples causas. Aseguran que influye desde el "enaltecimento de la violencia que hay en la sociedad actual" hasta que los padres no sepan marcar "normas o límites" desde que son pequeños o que el menor viva en un ambiente de violencia en el seno familiar. "Está demostrado que si hay otro tipo de maltrato en el hogar es más fácil que se produzca en el menor", indica Ulloa, quien deja claro que la violencia filioparental no surge de un día para otro y conviene atajar el problema ante los primeros síntomas. "Normalmente la mayoría de casos se dan en adolescentes de 14 a 17 años, pero esto no surge a esas edades. Cuando de pequeños dan un empujón, una patada a los padres o gritan, si ahí no se toman medidas educativas para que aprendan normas y límites; si no se les enseña a tolerar la frustración y no satisfacer todos sus deseos de forma inmediata, después en la adolescencia, cuando surge cierta rebeldía, esto puede derivar en violencia", indica esta psicóloga, quien anima a los padres afectados a alertar de lo que sucede y pedir ayuda.

Los expertos recuerdan que existen programas de mediación o terapias específicas para intentar solucionar los conflictos que derivan en esta violencia en el seno familiar. "Lo habitual es tratar los problemas con todos los miembros de la familia. Se trabaja en talleres para controlar la ira, en sistemas de mediación y en la prevención", indica Ulloa, quien esta misma semana asistió a las jornadas de formación en este tipo de violencia que el Colegio ofreció para profesionales en Santiago.Unos 40 psicólogos de la comunidad compartieron experiencias y analizaron cómo abordar y prevenir este tipo de conflictos. Además, la Fundación Amigó explicó sus programas para mediar en este tipo de conflictos.

El mensaje de los expertos es claro, se trata de un comportamiento "que como todos, puede modificarse". Por ello piden a los padres que no lo duden y alerten de lo que sucede.