Considerada por algunos "la reina de la novela histórica", Kate Mosse se hizo mundialmente famosa por la Trilogía del Languedoc (que incluía las novelas El laberinto, Sepulcro y Citadel). Ahora, reincide en la tierra de los cátaros, aunque se desplaza en el tiempo, a la Carcasona de 1562, para iniciar con La ciudad de fuego una tetralogía, esta vez con los hugonotes y sus guerras con los católicos en el punto de mira. "Toda mi ficción histórica es como una especie de carta de amor a Carcasona „reconoce la autora británica„. Pero fue en Sudáfrica donde surgió la idea de escribir esta tetralogía sobre la diáspora de los hugonotes, y las guerras de religión que abarcan 300 años de historia. La siguiente estará ubicada en París y Amsterdam, la siguiente en el Nuevo Mundo y la última en Sudáfrica".

Guerras por religión que provocan diásporas. Pasaba en el siglo XVI y pasa ahora. ¿En qué ha fallado el ser humano?

La historia es un péndulo que va y viene y hemos de aprender del pasado para hacer las cosas mejor. Pero, lamentablemente, eso no suele suceder. Me interesa como novelista descubrir la mecánica de las guerras de religión y cómo las decisiones tomadas por los gobernantes destruyen las vidas de las personas que quizá están a miles de kilómetros. El mundo es diferente, pero la manera en la que se desarrollan estos momentos terribles de la historia no cambia.

¿El secreto del éxito de las novelas históricas es que una historia terrible ambientada en el pasado es más fácil de digerir?

Exactamente. Los lectores aman la ficción histórica porque quieren vivir esas grandes emociones, amor, rabia, guerra, fe... Pero cuando esto nos rodea de verdad, es demasiado. En cambio, si las ubicamos en el pasado podemos disfrutar como lectores con la seguridad de que es el pasado.

¿No le interesa escribir sobre el presente?

No me interesa lo que veo fuera de la ventana. Me interesa el de dónde venimos, las historias de las mujeres que han estado sobre la tierra antes que yo. Siempre pienso en esos susurros ubicados en el paisaje. Es la tierra la que conserva la autenticidad de la historia. Y me interesa averiguar algo sobre las mujeres y hombres que no aparecen en los libros de Historia, que somos todos. Los libros de Historia normalmente hablan de los reyes y los papas, no de nosotros.

¿La mejor forma de rendir homenaje a las mujeres olvidadas es a través de la ficción?

Creo que sí. La vida registrada de las mujeres normales y corrientes del pasado es bastante escasa. Tenemos cartas, testamentos, algunas declaraciones a la inquisición... Sería muy difícil crear un personaje histórico basándonos sólo en documentos. En cambio la imaginación nos permite crear personajes en tres dimensiones. Puedo saber cómo se podía sentir una mujer de Carcasona en el siglo XVI que se está protegiendo a su familia de unos soldados que llaman a su puerta, porque el miedo no cambia. Hay emociones compartidas que podemos trasladar a la ficción, y es algo que la Historia, en mayúscula, no puede hacer.

¿Cuántas partes de imaginación ha de tener una novela histórica, y cuántas de realidad?

Yo dedico años y años a la investigación y a la documentación antes de ponerme a escribir. Pero para mí no es más que el trasfondo. Mi trabajo consiste en crear personajes imaginarios. Quiero que la gente conozca algo sobre la Historia, pero lo más importante para mí es que se emocione con ella. Soy una narradora y por eso escribo.

¿Le preocupa no ser fiel a la forma de hablar que tenía la gente de la época que novela?

He dedicado mucho tiempo a reflexionar sobre el lenguaje. Cualquier acto de escritura es artificial, con la excepción de Samuel Beckett y quizá de James Joyce. Nadie escribe como la gente realmente habla, en aquel entonces y ahora. Si usara una voz genuina del siglo XVI nadie lo entendería, porque la brecha entre antes y ahora es grandísima. Por eso intento una especie de híbrido, intento conservar la musicalidad del siglo XVI, e incluso algunos manierismos o algo de lenguaje de la época, pero nunca uso expresiones idiomáticas modernas. Eso sí, ningún personaje mío dirá: "Oye, tío".

¿Le molesta la condescendencia con la que la mayoría de la crítica trata a la novela histórica?

No, porque el lector es el rey. Hay críticos maravillosos y otros que sólo persiguen su agenda. Solo me valen los lectores y lo único que puedo hacer es escribir el mejor libro posible de ficción histórica. Hace veinte años los críticos no querían ni mirar la novela negra, y ahora está de moda entre ellos.

¿No ha tenido la tentación de escribir al gusto de los críticos?

No, es imposible. Yo solo puedo ser la escritora que soy. No decido escribir ficción histórica porque sí, es mi voz la que quiere hacerlo.

¿Qué le gusta más, libros de Historia o novelas históricas?

Los libros de Historia. Leo mucha Historia y mucha ficción, pero no solo ficción histórica. Cuando escribo no quiero tener en mi cabeza las voces de otros escritores.

¿Qué merece el Brexit , una novela histórica, un poema épico, una sátira o una tragedia?

Es pronto para saberlo. Sabemos que es algo terrible, que no hay un plan, son niños jugando sin poner los intereses del país en primer lugar, sino los suyos y los de su partido. Han creado nerviosismo y ansiedad a la gente. Pero serán los artistas quienes le saquen algún sentido, los dramaturgos, los novelistas que escribirán sobre esta época. A veces en el arte conseguimos darle sentido a algo que en el mundo real es demasiado complejo.