Desde 2008, ha cubierto como freelance conflictos bélicos en Irak, Líbano, Afganistán, Somalia o Siria, donde en 2015 fue secuestrado por Al Qaeda durante 10 meses. Es autor de dos libros, En la oscuridad, donde relata aquella traumática experiencia, y Las trincheras de la esperanza. Actualmente presenta Pasaporte Pampliega en Cuatro. Esta semana participa en Vigo en el Congreso de Valores para jóvenes organizado por la Fundación Lo que nos Mueve.

¿Qué valores puede transmitir a los jóvenes un corresponsal de guerra ?

El mayor valor que puede transmitir no el corresponsal de guerra sino el periodista es darles una bofetada de realidad. Están sobreprotegidos por sus padres y la charla será una hostia de realidad pura y dura. La guerra no se puede edulcorar y van a ver que viven en una burbuja y que tienen mucha suerte. Y, sobre todo, el objetivo es decirles que el negro o el moro no han venido a sacarnos el trabajo, sino por la realidad de su país. Uno de cada seis gallegos viven fuera. Si los otros son la invasión, como dicen muchos medios y la extrema derecha, ¿qué sois los gallegos? Tienen que despertar y ver que viven en un mundo globalizado. A lo mejor piensan que hablaré de mi secuestro y nunca lo hago porque es más importante mi trabajo. El secuestro fue un accidente laboral.

¿Y cómo reaccionan cuando pincha su burbuja?

No tengo filtro y les enseño un vídeo que grabé en octubre de 2012 en un hospital en plena efervescencia con chavales como ellos destrozados por bombas, mutilados. Lloran. Es normal. Son millennials y tienes que ganártelos con la imagen y si el discurso también es potente se quedan impactados. El año pasado, después de una charla en Mallorca subieron al escenario muchísimos chavales. Pero me llamaron la atención dos, uno rumano y el otro australiano. Me dieron las gracias y me dijeron que esperaban que mi discurso calase entre sus compañeros, porque los trataban como una mierda por ser extranjeros, y eso que eran blancos. Me gustan estas charlas porque ellos son los ciudadanos del mañana. El problema es que no sabemos en que mundo vivimos.

¿Ve posible si no cambiarlo al menos mejorarlo educando a los jóvenes?

Los periodistas de guerra creemos que con nuestro trabajo vamos a cambiar las cosas. Pero no pararemos las guerras porque son un negocio. Yo intento, al menos, concienciar. Si lo hago con uno de los chavales ya vale la pena. Gente pequeña haciendo cosas pequeñas cambia el mundo. Ese chaval va a ir a su casa y rebatirá el discurso de sus padres si votan a la derecha, que es la que no quiere a los emigrantes. Y a lo mejor se lo cuenta a sus amigos y empiezan a interesarse por Siria. Pero si no lo cuentas no existe. Hoy ya no salen en los medios los barcos en el Mediterráneo, ¿de verdad que no se ahoga gente? La indiferencia también mata. Un momento álgido de las charlas es cuando muestro imágenes en blanco y negro de barcos saliendo de Barcelona del 36 al 39. Y una noticia sobre 140 ilegales canarios detenidos en Venezuela. Y se les ve en el barco. La educación es la auténtica arma de destrucción masiva. La historia es cíclica. La extrema derecha se está apoderando de Europa. ¿Y qué pasó hace 100 años? Nos acabamos matando entre nosotros.

¿Hay que enseñar de otra manera a los millennials?

Hay que adaptarse a ellos usando sus métodos. Están con el móvil todo el tiempo, no leen el periódico. Pero no hay que pensar que son gilipollas ni tratarlos como imbéciles. No es normal que no pudiese ir a otros programas a hablar del Pasaporte Pampliega sobre el matrimonio infantil en Afganistán porque hay un horario superprotegido para la infancia.

Su tercer libro está protagonizado por una de esas niñas

Es una novela para ese público juvenil. La historia es real pero la llevo a la época talibán, el momento más heavy contra las mujeres.

¿Qué papel juega hoy el periodismo en las fake news o servir a otros intereses?

Ha perdido su papel. Deja de ser objetivo cuando los medios cotizan en bolsa y el dueño no es el director, sino un banco o una multinacional. Hemos perdido nuestro valor y la gente lo ve, por eso somos una de las profesiones más denostadas junto con los políticos. En 8 años no se han destinado recursos a cubrir la guerra de Siria, la peor del siglo XXI, pero se cae un niño a un pozo y estamos allí día y noche durante 15 días. Hay que hacer autocrítica.

No hay recursos para enviar periodistas pero la foto de Aylan ocupó todas las portadas. ¿Prima el espectáculo?

Aylan conciencia el primer día. Pero los 400 o 600 que han venido después no importan. Estoy de acuerdo con su foto en portada, lo que no me parece bien es que el niño australiano del atentado de Barcelona estuviera pixelado. ¿No valen lo mismo? Estamos haciendo periodismo espectáculo cuando debemos informar no entretener. ¿Por qué vende mi historia? Porque es un drama. Pero antes de mi secuestro había escrito más de 100 crónicas para medios internacionales desde Siria, donde entré 11 veces. Y en Afganistán, 5. Si no me hubieran secuestrado seguiría siendo freelance o estaría currando en el negocio familiar.

Y el trabajo de los corresponsales solo se reconoce cuando son secuestrados o asesinados como José Couso, de cuya muerte se acaban de cumplir 16 años

En las guerras prima el libre albedrío y sale gratis matar a un periodista. Anguita Parrado, Pujol, Miguel Gil... Mientras salga barato habrá muchos más José Couso y Antonio Pampliega.