Una sobredosis de morfina, un opiáceo utilizado en los hospitales, mata. Un consumo elevado de cannabis o marihuana, no, aunque puede provocar un "mal viaje" en algunos casos en los inmaduros sistemas nerviosos de los adolescentes, avisa Manuel Guzmán (Madrid, 1963), catedrático de Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad Complutense de Madrid, dedicado a investigar cómo actúan en el organismo humano los compuestos activos de los cannabinoides, cuyo cultivo, pese a estar prohibido en España, tiene aquí a más de cuatro millones de consumidores y abastece a los holandeses. Guzmán, firme defensor de la regulación del cannabis, asegura que su legalización relanzaría el mundo rural porque la calidad de la planta española es muy buena y amortiguaría los dolores que sufren miles de enfermos crónicos. Él solo toma aceite de cannabis para dormir y critica el cinismo de una Administración poblada por políticos, empresarios y banqueros que en no pocos casos fuman porros.

¿Estamos en España ante una campaña para legalizar el consumo de cannabis o marihuana?

Una campaña orquestada, no, pero ya hay partidos como Podemos y Ciudadanos propensos a regular el consumo del cannabis. Asociaciones de pacientes y grupos de consumidores recreativos también lo piden.

¿Qué diferencia a los opiáceos, los opioides y el cannabis?

Los opiáceos proceden de la planta adormidera, como la morfina, mientras que los opioides son fórmulas de la planta con compuestos sintéticos. El cannabis se obtiene tradicionalmente de la planta cannabis y sus efectos secundarios son más leves que los de los opiáceos u opioides.

¿Se recetan en España opiáceos y opioides en casos de dolor extremo?

Sí. Estos productos son altamente tóxicos. En 2016 murieron en Estados Unidos 64.000 consumidores de opiáceos.

¿Puede llegar a matar una sobredosis de marihuana como es capaz de hacerlo la morfina?

Muy difícilmente. Habría que consumir una dosis elevadísima y además padecer de riesgo cardiovascular o de alguna otra dolencia. Sería muy raro, la verdad.

¿Cómo es posible entonces que sea legal recetar una sustancia mortífera mientras que otra más benigna es ilegal?

Las investigaciones médicas sobre los opiáceos se hacen desde hace más de un siglo, mientras que las del cannabis son más recientes. Además, ha sufrido una persecución por razones políticas y raciales. En 1930 desapareció de la farmacopea y en los años 60, Naciones Unidas lo incluyó en la lista de estupefacientes.

¿Habría que empezar por la legalización del uso médico o sería mejor abordar ya su consumo con cualquier fin?

Me gustaría una regulación integral, pero eso es una utopía. Lo mejor sería ir a una regulación medicinal, que se puede hacer hasta por decreto ley, y avanzar después hacia el uso recreativo teniendo en cuenta los grupos más vulnerables al consumo de cannabis.

¿Qué grupos?

Sobre todo, los adolescentes a los que hay que proteger y educar, pero nunca reprimir. Su sistema nervioso aún no está consolidado y por eso son más vulnerables. A los adolescentes les diría que no se apresuren a consumir cannabis y que si lo hacen lo hagan con moderación.

Uno de los principios activos de la marihuana es el THC, el estimulante, y el otro el CBD que tiene numerosas aplicaciones en medicina. ¿Qué efecto produce la combinación de ambos principios en el consumidor?

El THC es el actor principal, y el CBD, su escudero para paliar los efectos menos deseados del THC, que puede producir episodios de ansiedad, psicosis y convulsiones. El CBD mejora la tolerancia y evita los efectos secundarios del THC.

¿Qué utilidad medicinal tiene su consumo?

Inhibe las náuseas en pacientes sometidos a quimioterapia, ayuda en la rigidez muscular de la esclerosis múltiple y reduce el dolor en cuadros crónicos. Además, incrementa el apetito en pacientes que pierden peso y mejora el sueño.

La Agencia de Medicamentos, que dirige la doctora en Farmacia María Jesús Lamas, dice que ninguno de los principios activos del cannabis ha demostrado en un ensayo clínico ser superior a su alternativa farmacológica.

Los cannabinoides sí han pasado ensayos clínicos controlados y rigurosos y los países que tienen cannabis medicinal tienden a personalizar ese cannabis según las necesidades de los pacientes poniendo más o menos THC o CBD.

Un compañero suyo ha descubierto que el hachís de Madrid tiene bacterias fecales y no es apto para el consumo.

Cualquier cosa que toquemos tiene bacterias, pero ese estudio demuestra de nuevo que para controlar la calidad de una sustancia hay que regularla y evitar así acudir al camello a comprarla.

¿Qué secuelas perjudiciales puede producir su uso con fines meramente lúdicos?

No hay sustancia segura del todo y el cannabis tiene efectos buscados y otros no deseados. Puede afectar a la salud mental de algunos consumidores con el riesgo de experimentar un "mal viaje" que lleve en un momento determinado a la psicosis, la fobia o la paranoia. A largo plazo puede dañar la capacidad de aprendizaje o memorística de algunas personas.

¿Qué país cree usted que ha resuelto mejor la legalización de este producto?

Canadá.

¿Cómo lo ha hecho?

El uso medicinal se reguló en 2001 con un método público-privado que permite a los pacientes acudir a tiendas a comprar cannabis de calidad aunque no se lo haya recetado el médico. El uso recreativo se aprobó hace seis meses protegiendo al adolescente, evitando daños a terceros y ofreciendo dosis razonables. No se ha visto una merma de la estabilidad social del país.

¿Es cierto que la calidad de la marihuana producida en España es excepcional?

Parece que es muy buena y además se exporta bastante a pesar de que su cultivo es ilegal.

¿Cuáles son las zonas más aptas para su plantación?

Si buscamos más THC hay que sembrar en altitud y da mejor resultado la que se cultiva cerca del Ecuador. El cannabis produce más THC en esos lugares para defenderse de la radiación ultravioleta.

¿Estamos pues potencialmente ante una gran fuente de riqueza para el país?

Sí. Canadá ha movido más dinero el año pasado por el negocio del cannabis que por el del tabaco y el alcohol. Si parte de esos réditos los recauda además el Estado, beneficiaría a todos.

La mayoría del consumo holandés proviene de España, donde la producción está prohibida. ¿Cómo es posible?

Porque vivimos en una sociedad muy cínica. El Gobierno sabe que más de cuatro millones de españoles toman cannabis de forma recreativa y entre ellos hay políticos, empresarios y banqueros. Hace falta valentía para regular y dar respuesta, sobre todo, a los pacientes que lo necesitan.

Los inversores están ya tomando posiciones para lanzarse a este negocio.

Ya hay licencias concedidas para el cultivo y suena el ruido de sables entre las empresas que aspiran a repartirse el pastel.

¿Cómo ha podido conseguir la empresa Linneo Health, la farmacéutica de Juan Abelló, la única licencia para producir marihuana en España?

Ha sido un proceso opaco y oscuro. Esa empresa tiene una infraestructura muy buena porque es líder en el tratamiento de medicamentos con opiáceos. España es el segundo exportador del mundo de opio. Me gustaría que los pequeños cultivadores entrasen en el negocio del cannabis, que sería muy bueno además para relanzar el mundo rural. O se va a una regulación mercantilista o se apuesta por una fórmula más social, porque estoy convencido de que hay sitio para todos.