"Notre Dame es nuestra historia y está ardiendo. Pero la reconstruiremos todos juntos". Estas palabras del presidente de Francia, Emmanuel Macron, dedicadas a los franceses mientras los bomberos de París aún luchaban contra el fuego que devoraba la catedral, pretendían insuflar esperanza a unos ciudadanos abatidos ante el trágico incendio que, en la tarde del lunes, arrasó la catedral parisina, el monumento más visitado de Europa. Pero las grandes fortunas de Francia, sus empresas de más renombre, parecen habérselas tomado al pie de la letra: apenas un día después del siniestro, ya se habían reunido en torno a 700 millones de euros en donaciones, aportadas tanto por administraciones públicas como por entidades privadas, para restaurar Notre Dame. Y de esa cantidad, 600 millones son aportaciones directas de cuatro de los principales grupos empresariales del país o de sus propietarios.

El grupo Louis Vuitton Moët Hennessy, propiedad del empresario Bernard Arnault ha anunciado que aportará 200 millones para la restauración. Una cantidad similar a la que donarán el grupo cosmético L'Oreal y sus principales accionistas, la familia Bettencourt. Por su parte, François-Henri Pinault, que preside los grupos Artemis y Kering, aportará 100 millones, cantidad idéntica a la anunciada por la petrolera francesa Total. Otras empresas, tanto del país como foráneas, han querido colaborar con las obras de restauración.

Emmanuel Macron se dirigió en la tarde de ayer a la nación, en un breve discurso en el que reivindicó la unidad de los franceses en torno a la tragedia, y en el que puso fecha a la reconstrucción del templo: cinco años. "Podemos hacerlo, y para hacerlo nos movilizaremos", insistió. "El incendio de Notre Dame nos recuerda que nuestra historia no se detiene nunca, que siempre habrá dificultades que superar, que aquello que creemos indestructible puede ser dañado. Todo lo que supone la Francia, material, espiritual y vivo, es frágil. No debemos olvidarlo", añadió el presidente.

Macron también insistió en la necesidad de "huir de la impaciencia y de los anuncios inmediatos", unas palabras que parecen encaminadas a aliviar la presión sobre los investigadores que tratan de dilucidar las causas del incendio. El fiscal de París Rémi Heitz, insistió ayer en que no hay indicios de que haya sido un incendio intencionado, en un planteamiento análogo al que maneja el Gobierno francés.

La mayor preocupación para los expertos es comprobar cómo reacciona la estructura del edificio en los próximos días. Durante toda la jornada de ayer, bomberos y especialistas analizaron las diferentes partes de Notre Dame para hacer una primera evaluación de daños. La cubierta está totalmente arrasada, toda vez que el fuego se extendió con rapidez por el entramado de vigas de madera que la sustentaban, conocido como el Bosque.

Tras esos primeros análisis, los investigadores han constatado lo cerca que estuvo Francia de perder su emblema. Ante la rapidez con la que se extendió el fuego, se estima que, de haberse demorado media hora la intervención de los bomberos que, tras encaramarse a las torres corriendo graves riegos, atacaron el fuego, el monumento podría haber desaparecido entre llamas.

Mientras esos bomberos luchaban por contener las llamas, en el interior de la iglesia varios de sus compañeros formaban una cadena humana para rescatar tanto las reliquias como el mayor número posible de obras de arte.