Los corrillos de vecinos se extienden en torno a una Notre Dame devastada. Pese a todo, las religiosas de la iglesia se preparan para continuar los festejos de la Semana Santa, mientras algunos imaginan una restauración que deje un edificio aún más monumental. La incredulidad predomina aún en el Barrio Latino y sus islas, kilómetro cero de París. Sobre ellas se erige Notre Dame, todavía orgullosa pero sin su reconocible aguja ni su cubierta, cuya restauración algunos vecinos temen que se prolongue "décadas".

El treintañero Gaspard Benilan trabaja en el barrio. Pasa con su bicicleta todos los días por delante de la catedral. Acostumbrado por la rutina, había dejado de percibir su presencia. Hasta hoy. "Uno pasa por aquí todos los días y no se da cuenta, pero hay una parte de nuestra identidad en estos monumentos. Esta mañana pensaba encontrarme un montón de cenizas. El techo está destrozado, pero podría haber sido peor", opina en declaraciones a Efe. Al kilómetro cero se acercaron ayer también grupos de religiosas, que por el hábito eran reclamadas. No quieren hablar, pero sonríen esperanzadas y miran al futuro.

Desde los canales y el muelle que envuelven la isla de la Cité y la de Saint-Louis, los vecinos y turistas alzan sus teléfonos para fotografiar la desgracia.Es más que el centro de París, es su corazón: la isla en la que se instalaron siglos antes de Cristo los Parisios, una tribu de la Galia, cuyo nombre persistió pese a la ocupación romana y el apelativo que ellos le dieron: Lutetia. Llena de pequeñas iglesias hasta el levantamiento de la catedral, fue en estas siete hectáreas donde arraigó el cristianismo, cuya estatua corona en varios puntos la fachada de Notre Dame.

Los vecinos coinciden en que la reconstrucción es prioritaria para que Emmanuel, la mayor de las campanas, y sus compañeras de campanario vuelvan a repicar.