El mundo de los sueños y los giros que da la mente cuando cerramos los ojos son los protagonistas de Nocturno sinfónico, la última partitura del compositor Marcos Fernández (Barcelona, 1984). El creador, que ganaba por la pieza el Premio de Composición AEOS- Fundación BBVA de la Asociación Española de Orquestas Sinfónicas (AEOS), sonará hoy en el Palacio de la Ópera (20.30 horas) de la mano de la Orquesta Sinfónica de Galicia (OSG), que la programa como parte de la difusión que las formaciones de la AEOS realizan del ganador.

En Nocturno sinfónico se adentra en la noche. ¿Hay oscuridad en esta pieza?

Sí. Se trataba de enfocar la noche, pero no como lo hacía Chopin en el romanticismo, sino evocando aquello que pasa desapercibido en nuestras vidas, que es el momento en el que soñamos. La obra trata sobre las pesadillas y los personajes fantasiosos que aparecen y evolucionan en nuestra mente.

En su repertorio encontramos piezas como Noctum o Eclipse. Parece que el crepúsculo es una inspiración habitual.

Es verdad, ni lo había pensado [se ríe]. Hay un tema recurrente en algunas de mis obras. Noctum es sobre un personaje que roba la luna haciendo que las personas no puedan tener buenos sueños. Y Eclipse se ha tocado mucho, más de 30 veces por varios países. Por el motivo que sea, gusta al público.

Con Nocturno buscaba explorar nuevas funcionalidades en la orquesta, ¿no está todo escrito para la formación?

La orquestación ha evolucionado mucho y, especialmente desde la segunda mitad del siglo XX, ya se ha hecho de todo. Pero todavía, cuando pensamos en la orquesta, inconscientemente todos imaginamos las grandes sinfonías del XIX. Yo creo que sí que se puede reiterar en la necesidad de acostumbrarse a escuchar la orquesta desde otro punto de vista, aunque ahora tengamos toda una paleta de recursos a utilizar.

¿En qué dirección busca abrir camino usted con ellos?

Yo sobre todo quiero ser multidisciplinar. Me gustaría regresar al mundo de la banda sonora, porque lo he tenido un poco aparcado a raíz de la actividad interesante que ha habido en lo sinfónico y la ópera. Esos ámbitos me gustaría mantenerlos junto al del piano, en el que de vez en cuando voy sacando composiciones nuevas.

¿No le desalienta la fugacidad a la que se someten las creaciones actuales?

Es cierto que, muchas veces cuando se crea una pieza nueva, se estrena, se toca un par de veces y luego pasa al olvido. Es bastante difícil volver a ver programada una obra que se ha estrenado. Pero yo creo que sucede porque hay mucho repertorio y dar cabida a todo es imposible. Por eso también se agradece cuando hay concursos como el de la Asociación Española de Orquestas Sinfónicas, que decide contribuir a evitar que una obra pase al olvido.

Aún así, componer sabiendo que las partituras están condenadas a eso debe de ser duro?

Si se piensa así, sí [risas]. Pero componer es como hacer windsurf o jugar al fútbol, tienes tus momentos de adrenalina. Sentado al piano y buscando ideas, lo último que piensas es en qué pasará. Te entretienes en el desarrollo de la obra, en darle un discurso?

En sus procesos siempre suelen filtrarse las influencias del folclore celta.

Sí. Mi madre es gallega, mi padre asturiano, y siempre me ha llamado mucho el folclore celta. De hecho, fui gaitero aficionado cuando era más joven.

¿Tocar la gaita en Barcelona no era una rareza?

No, porque hubo mucha afición. Hay varios centros gallegos allí, porque los que emigraron querían mantener la música y el baile. Yo aprendí a tocar la gaita fijándome en compañeros que iban a esos centros, y en el pueblo en verano tocaba para la gente.

Su debut hoy con la OSG, ¿es el broche a ese vínculo que tiene con Galicia?

Sí. Hace poco estrenó esta obra la Real Filharmonía de Galicia, y como compositor fue mi debut aquí. Aunque había tocado con Carlos Núñez hace 3 años. No fui compositor en aquel momento, pero sí que hice un arreglo de Camariñas a mi estilo.

Por aquel entonces vivía aún en Reino Unido. Ahora que ha regresado a Madrid, ¿nota mucho el cambio de escena?

En Reino Unido hay muchos compositores y mucha más competencia que en España. Hay oportunidades, pero quizá no tantas para la cantidad de autores que hay intentado ganarse la vida. En el tema de la educación, sí que hay mucha oferta, pero no es de mucha calidad. Los lugares donde das clases no tienen tanto nivel como en algunos de los conservatorios que tenemos en España.