Las farolas. Dicen los manuales de jardinería, bricolaje y tal que la iluminación exterior te permite jugar con las sombras, destacar los relieves, señalizar los caminos, y proteger las entradas. Las farolas son muy apropiadas en casos de jardines grandes. Pueden poseer varias cabezas, tener diseño futurista o estar fundidas en hierro con estilo decimonónico. El abanico de modelos, precios, tamaños, calidades y tonalidades es enorme. Los expertos tienen hechos los cálculos. Tantos lúmenes por metro cuadrado. En función de la altura de la luminaria y de las características del terreno. Esto para los jardincillos domésticos, igual no. Pero téngase en cuenta que hablamos de la finca. De Cantora. Fueron un regalo. A ver qué le regalas tú a alguien que lo tiene todo. Pues un buen alumbrado. O la reforma de una cocina. O un mobiliario completo. Cosas prácticas. Aquí, como con una contrata pública cualquiera, afloran las sospechas de soborno. ¿A cambio de qué, tanta luz nocturna? Pura amistad, comadreo, despeja Rollán, que confiesa el óbolo. Los focos, a su persona.

Las cocinas. En casa de Isabel cocina Ramona. Lo sabe todo el mundo porque Tamara, una vez que se echó unos kilos, culpó a las tartas de Ramona. En casa de María Teresa cocina María. Lo sabe todo el mundo porque María Teresa puso a María delante de las cámaras en su reality familiar llevándole el desayuno a la señora. Pero, vamos, que María era como de la familia hasta que María y la señora y la familia terminaron mal. En casa de la más grande, cuando la más grande era la más grande y la familia estaba unida, cocinaba Brígida. Lo sabe todo el mundo porque Brígida anduvo, pasado el tiempo, contando que Rosa Benito además de los rulos, le ponía caras a la más grande. En casa de Carmen Lomana cocina otra señora que no es la propia Carmen Lomana. Lo sabe todo el mundo desde que la vio metida en cocinas en la televisión. Ahora es Tamara Falcó la que andará entre fogones. Ramona andará al quite. Digo yo.

El Ferrari. Albalá (uno) se compra un Ferrari. El polluelo „cuyo oficio conocido hasta la fecha es, por este orden, ex de Chabelita, carne de reality, cotilleo, cuché, ex de Sofía Suescun, carne de reality, cotilleo„ se carga el Ferrari a nada de estrenarlo. El deportivo es una metáfora, claro. Il cavallino rampante, otra. El protagonista de El monje que vendió su Ferrari termina aparcando el cochazo y siguiendo la senda Kaizen para alcanzar las siete virtudes. Albalá, que fue yerno de la Pantoja en su día como Alberto y Omar lo fueron, no. Albalá ha cargado el deportivo en una grúa y lo llevó al taller. Ha elegido otra senda. Y otra virtud.

¡Con Rivera no! Se lo gritaban a Pedro e iba por Pablo pero todo se entremezcla estos días „ya saben, política con farándula, tauromaquia y folclore, votaciones y alianzas, congresos e islas, los poderes fácticos de toda la vida, supervivientes al cabo„ de modo que se dieron otros por aludidos y hete: con Rivera no. Este Rivera, KR por sus siglas, se apea, pues, se cae del debate. El defensor de su sangre, de su madre, de la que le dio la vida, de la que se lo dio todo. Su pequeño del alma. A ver, que no es falta de amor, por supuestísimo que no. De eso van desbordados. Que es falta de caché. O cansancio, hartazgo, necesidades de kit kat. Eso también pasa. Sale KR de un encierro de meses sin pegar palo al agua. Eso cansa. Hay que dosificarse. Pregunten a las señoras Azúcar. Moreno.

El vendaje compresivo. Carmen Borrego ya se deja ver sin collarín. Poco a poco. Es una cosa progresiva. No puede una dejárselo sin más. Como algunos medicamentos. O algunas aficiones. O algunos vendajes compresivos. Por ejemplo, se lo quita para salir a la calle, o para salir por la televisión, y se lo vuelve a poner al llegar a casa, en la intimidad del hogar. El collarín fue un trauma. No el collarín. Que cuando una se acostumbra a las cirugías, se acomoda también a los apósitos. El trauma fue la causa, el tartazo. Los efectos secundarios que provocó. La salida del redil de las Campos. Ahora una Bárbara Rey rediviva es la que se plantea que su papada siga los pasos„pasos es simbólico„ de la papada de Carmen Borrego. Bárbara, que ha vuelto a la vida (televisiva) no tanto como le habría gustado pero de forma colateral, no descarta pasar por quirófano. Y ya pueden imaginar. La imagen de Bárbara con la cabeza rodeada por los vendajes, y los drenajes, porque ellas las cosas si las hacen las hacen públicamente. Y la hija, que es de armas tomar, defendiendo las tiras comprensivas de la madre frente a los cachondeítos de los desalmados. Y luego mostrando el resultado, emocionada. Y luego...