Eterno candidato al Premio Nobel de Literatura, Cartarescu es uno de los nombres indispensables de la narrativa y la poesía contemporáneas.

Da la impresión de que al escribir ilumina habitaciones de su pensamiento. ¿Alguna vez ha encontrado algo ahí que le haya aterrado?

Escribir es abrir una a una todas las habitaciones de tu propio ser; pero todos los autores saben que hay una habitación oculta, una puerta que no deberían abrir porque entonces tendrían que enfrentarse a sí mismos, al monstruo, como Terseo con el minotauro. El desafío de cualquier escritor es abrir esa puerta y sobrevivir, resistir. La mayoría de escritores no se atreven... Yo estuve allí, y he visto al monstruo. Uno de mis libros, Lulu, es el resultado de ese encuentro.

Dice que solo ha escrito sobre su mundo interior, que el Bucarest de sus libros no es real sino una creación suya. ¿Tiene complejo de Dios? De hecho, una de sus canciones favoritas es God , de John Lennon...

La literatura es una religión para los escritores, bueno, para los que merecen ser llamados escritores. En realidad, un escritor tiene que ser un sacerdote del dios de la literatura. Es lo que elegí desde el principio: poder experimentar los milagros de la inspiración, pero sabiendo que puedes ser destruido por ese dios, como les ha ocurrido a tantos otros. Menciona a Lennon, que sí, es uno de mis héroes... Él fue destruido por el dios de la música.

Le preguntaron una vez a qué se dedica cuando no lee o escribe y respondió: "A intentar no suicidarme". Pero en Facebook sube fotos de paseos, imágenes bonitas con su esposa, con amigos, bien sonriente... ¿Hay muchos Mirceas?

Yo solía ser un gran enemigo de Facebook. Lo odiaba... Hace unos seis años tuve una depresión patológica, que estuvo a punto de matarme. Preferí adoptar maneras alternativas de curarme; una de ellas fue abrirme una cuenta de Facebook, y me ayudó mucho. Parte de mi problema fue aceptar mi soledad. La necesito para escribir, pero a la vez me mata. Así que empecé una socialización que no podía tener en el mundo real. Y funcionó. Pero sin mezclar literatura y Facebook.

¿Le importa cómo le perciben los demás?

No me importa mi imagen, si soy percibido como alguien grave, serio...

De hecho, el humor cada vez ocupa más porción de su obra.

Tengo varios libros para niños [uno publicado en España, Las velas extranjeras y otro , Enciclopedia de los dragones, inédito] que son solo de humor. Hago lo que quiero: si me apetece escribir un libro solo para divertirme y reírme durante la escritura, lo hago. La gente que me conoce bien sabe que me encanta reír y hacer reír. Soy una enciclopedia de chistes [risas]. Y de todo tipo, de los verdes también. La prueba está en que llevo 20 años casado con mi mujer y todavía cada día le cuento chistes que no sabe.

¿El drama y lo tremendo están sobrevalorados?

No diría tanto, pero sí que es más fácil escribir libros serios, en los que el autor se muestra como alguien inteligente, preocupado por los problemas del mundo, por el medio ambiente... Es una bendición tener sentido del humor en la literatura, muy poca gente lo tiene.

¿Cansado de que le pregunten por el Nobel?

Me lo preguntan siempre. Y solo tengo una respuesta: que no tengo nada que decir sobre ello [risas]. Dicen que yo he estado muchas veces en la lista de finalistas pero no hay lista como tal, todos son rumores... Solo están las listas de las casas de apuestas, que hacen que un Liverpool contra el Barcelona sea igual que un Javier Marías contra Cartarescu. No tengo nada que decir.

Hablemos del Cartarescu profesor. ¿Qué tal es?

Siempre he sido profesor. A los 24 años fui profesor de instituto y ahora llevo 32 ó 34 años, no recuerdo, como profesor de la Universidad de Bucarest... Es un milagro hablar sobre libros y que te paguen por ello. Además, mis colegas y jefes saben que estoy loco y me dejan enseñar lo que quiera. No tengo materias obligatorias que impartir; un año imparto estudios de género, otros estudios culturales... Y jamás hago papeleo de burocracia; si me pusieran a hacer algo así les pediría que me despidieran. Aunque ya sólo me quedan dos años para la pensión [risas]

Decían los griegos que los buenos profesores son aquellos que terminan siendo superados por sus alumnos...

Lo que puedo decir es que me siento muy, muy orgulloso de que mis estudiantes me quieran mucho.