La palabra Galicia se ha colado estos días en periódicos franceses como Le Monde o Libération y no ha sido por un desastre como el del Prestige o por un accidente ferroviario. El hito lleva marcado los nombres de Óliver Laxe y Viendra le feu, título francés del último filme del realizador coruñés, que se acaba de estrenar en Cannes. O que arde, rodada en gallego, ha sido calificada de "poderosa" y "experiencia mística".

En la primera proyección, el filme fue recibido con una ovación de unos tres minutos.

Estoy muy contento con esta película porque creemos que el espectador está sintiendo lo que queríamos que sintiese o incluso más. De las tres películas que he presentado en Cannes (las dos anteriores llevaron premio), esta es con la que más me he emocionado al proyectarla quizás por el hecho de haber filmado en casa „en Os Ancares, tierra de su madre„. Fue muy especial lo que ocurrió el martes. Incluso gente que no era del equipo, el público normal, estaba con la piel de gallina. Además, estaba acompañado por mi madre que aún no había visto la película y se emocionó mucho; se puso a llorar.

La práctica totalidad de las críticas califican el filme de "poderoso". Le Monde ha añadido que tiene "grandilocuencia"; y un pequeñísimo porcentaje de opiniones la tildan de lenta o pesada.

Hombre, decir que la película es lenta o pesada, no sé... Lógicamente, lo dice alguien a quien no le gusta el cine como expresión artística.

El cine, para usted, ¿debe remover las entrañas?

Más que entrañas, defiendo ir a la esencia y hacer un trabajo de depuración. Obviamente, pudimos tomar otros caminos más sencillos y hacer la película con este ritmo más histérico de los tiempos locos en los que vivimos. El mundo que quiero vivir como persona y que quiero reflejar en la película es un mundo sereno, de control, de armonía... el ritmo del campo, de la naturaleza. Ese es el mundo en el que creo.

La película está protagonizada por Benedicta y Amador. Ella hace de madre de un pirómano condenado (Amador) que retorna a casa, a Os Ancares. Nunca antes, habían actuado. ¿Qué vio en ellos?

Yo quería hacer una película esencial, huir de la pseudopsicología que está tan trillada y que ofrecería una Benedicta como una madre fuerte que somete y castra a su hijo; o lo contrario. Me interesa la personalidad pero me interesa más la esencia que hay en el fondo de las personas. La personalidad es aquello que esculpimos con nuestros egos y miedos desde pequeños y que vamos generando para protegernos. A mí, me interesa ir más allá de todo eso. Benedicta y Amador son dos personas conectadas a su esencia y sabía que podía hacer una película depurada donde se sintiese eso. El filme ofrece una conexión entre las esencias de los protagonistas y las de los espectadores. Pasan cosas de forma sutil y, a veces, no pasa nada pero el espectador empatiza con los dos personajes.

Yannick Vely, redactor jefe de Paris Match calificó en su Twitter, O que arde como "experiencia mística".

El arte tiene algo de sagrado; mis películas tienen una suerte de veneración o de rezo. Hay un diálogo con la providencia. No sé, pienso que en el cine hay una relación misteriosa entre las imágenes y el metabolismo humano, hay algo esotérico que ocurre en una sala de cine. Supongo que hablarán de misticismo porque voy a la esencia. Estoy contento con esta película porque hay equilibrio entre claridad y oscuridad, entre clasicismo y vanguardia. No es un filme convencional.

Amador ha señalado que el rodaje ha sido tranquilo. Contrasta con el sufrimiento que fue Mimosas ,anterior filme, y que el guionista Santiago Fillol relató en el diario de rodaje La debilidad de creer .

Amador es muy generoso y es un superprofesional. Es del campo y tiene incorporada la palabra sacrificio como un gesto normal. No, el rodaje fue duro. Pero él, como yo, entendemos que la vida tiene que ser dura. En el cine, si no hay dolor, no hay premio. Son las reglas del mundo y de la naturaleza. Fue un proyecto muy ambicioso con cuatro rodajes, filmando incendios, trabajando con animales, rodando con actores no profesionales... Benedicta tiene más de 80 años. Es un nivel de imprevisibilidad muy grande. A mí, me gusta invocar problemas y dificultades porque son las que hacen que saquemos lo mejor de nosotros. De ese dolor, surge algo que queda en las imágenes siempre. Tengo muy asumido que el cine es una profesión de riesgo y sacrificio.