Whiskey Cavalier: de esas series que rellenan huecos sin estorbar demasiado. Quiero decir que si no tienes nada mejor a mano en una semana tonta puedes echarle un vistazo, incluso mientras haces otra cosa, prestando atención solo cuando la función se anima un poco. Su falta de pretensiones la salva de la quema de rastrojos en que se convierte a veces la programación de algunas plataformas que no saben qué hacer para poner alertas a sus suscriptores. Esto va de espías y agentes de la ley. Poco serios. No llega a ser una farsa pero le falta poco. Solo hay que ver el principio, con el prota hecho unos zorros mientras escucha canciones de amor que desgarran el alma y se pasa las horas llorando a lágrima viva. Le han roto el corazón. Pobretón. Estamos acostumbrados a tipos duros de gatillo que maúlla fácil, tipos capaces de matar a enemigos a mansalva mientras se toman un gin-tonic paladeando cada sorbo, y aquí nos presentan a un enamorado desquiciado por el abandono. Pero tiene un trabajo que cumplir y pronto le veremos en acción. Ahí va, saltando a cámara lenta para atrapar al vuelo un frasquito con un virus letal al tiempo que bang, bang, se carga al malo. O eso piensa él. En las series hay malos que mueren muy mal. Al fondo vemos a una pareja. Estamos en París, aviso. La ciudad del amor, y blablablá. El chico se declara a la chica de rodillas. Un poco anticuado. Pero al agente le conmueve el gesto porque le recuerda a su ex. Su ex le puso los cuernos con su mejor amigo. No fastidies. Pues sí. Y le destrozaron la vida.

Desamor y tiros. De eso va la serie. Aparece en escena una agente de la CIA para dar salida a una aparatosa misión de tiros y persecuciones. Y se cruza el elemento cómico habitual con un personaje de color parlanchín. Muy original no es la cosa, ¿verdad? Solo falta que haya algo de tensión sexual. No la hay, de momento, pero el elemento cómico la anuncia para que no haya duda de que llegará. Irrumpe una asesina de color y cabellera rubia. "No conozco a todos los asesinos pero me gusta su pelo", dice la chica de la CIA. Jajá. Afinidades capilares. Es una mujer dura: "Eres demasiado emocional para ser un espía", le espeta al agente desarbolado. Se forma el equipo de rigor con personalidades opuestas, llega un jefe de mala uva y se van atando cabos (la exnovia, el examigo, que se preparen) y se desarrollan misiones en capitales hermosas como Praga. No te fíes de nadie: esa viuda a la que hay que seducir para robar un cuaderno de su marido con informaciones tóxicas quizá no sea tan ingenua e inocente como aparenta. Tampoco la serie es tan blandita como parece al principio, y a veces se da el gustazo de desagradar al espectador con algún toque gore en una morgue donde... puag, puag.

A ver, dicho lo anterior, ¿qué le falta a Whiskey Cavalier para completar su ensalada de tópicos con salsa vinagreta? ¡Bingo! Los celos. La rivalidad entre féminas por un hombre, aunque sea tan pánfilo como el prota. Una agente inglesa se cruza en sus caminos y saltan chispas pero no hay fuego. Esta serie se autodestruirá en cinco segundos. Uno, dos, tres, cuatro, cin...