Pensó en tirar la toalla, pero Rubén Nogueira (25 años), aspirante a maestro, aprieta los dientes en la recta final para intentar ser uno de los propietarios de las 770 vacantes que se ofertan este año. "Este año, en Navidad,dije en mi casa que lo dejaba para ponerme a trabajar e independizarme, pero como había esperanzas de que las listas llegaran a mí, ya no lo podía dejar", recuerda este lalinense, que gracias a concurrir en el pasado al examen, va ganando en experiencia en las aulas públicas, como su último paso por un centro en Agolada.

Rubén optó por acudir el primer año a una academia, pagando religiosamente los 125 euros de la mensualidad y el coste de desplazarse en coche a Santiago, sobre todo para que le guiaran a procesar la "muchísima información" que se le viene encima al opositor cuando empieza y a hacerse con los temarios: "Es como un año más de carrera", ilustra. Después, siguió por su cuenta. Su día a día, cuenta, es como una "jornada laboral". Cuatro horas en la biblioteca por la mañana; otras cuatro por la tarde. "Le tienes que dedicar ocho horas al día para llegar fuertes examen, si no llegas allí y te comen", bromea, aunque no siempre se ve luz al final del túnel: "Mi ilusión es ser maestro, pero es duro porque ves a tus amigos trabajando de lo suyo, cobrando buenos sueldos y yo tengo que seguir en la biblioteca esperando algo que no depende solo de mí".