Nadie habla de ella, pero se calcula que un 8% de la población la padece o la ha sufrido en algún momento de su vida. La incontinencia fecal es todavía un tema tabú del que incluso cuesta reconocer en la consulta del médico. "Es más frecuente de lo que se cree, pero la gente no lo comenta por vergüenza, muchas veces tenemos que insistirle al paciente", reconoce Isabel Bermúdez, médico adjunto del servicio de Cirugía General del Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac), quien insta a "consultar al primer síntoma" este problema con el médico, enfermera o matrona del centro de salud "porque suele tener solución".

El ser humano aprende de niño a controlar sus esfínteres. "Desde pequeños reeducamos la musculatura del ano para orinar, hacer de vientre o expulsar los gases cuando el momento social lo permite", recuerda Bermúdez, quien explica que se habla de incontinencia fecal cuando "somos incapaces de controlar esta musculatura pelviana y se producen escapes". Esto puede ocurrir bien porque no funciona esta musculatura o bien por problemas en los nervios que se encargar de activar esta parte del cuerpo para que se contraiga adecuadamente.

Los médicos recuerdan que hay tres grados de incontinencia fecal. "La más leve es cuando se escapan los gases que es lo más difícil de controlar, el siguiente grado es cuando se escapan líquidos como puede ser con una diarrea y la más grave cuando se es incapaz de controlar la expulsión de heces sólida", indica esta doctora. Normalmente, no es hasta que el paciente ve limitada su vida diaria cuando acude al médico.

"Se calcula que un 8% de la población la padece, aumenta el riesgo con la edad y alcanza hasta la mitad de los ancianos que viven en residencias, por ejemplo. No se consulta por vergüenza y porque el paciente muchas veces readapta su vida a ese problema. Nosotros tenemos casos de gente que nos dice que hasta que no hacen de vientre no salen de casa y así van más tranquilos, otros que si van a algún evento social siempre intentan tener un baño cerca...", indica Bermúdez, quien recuerda que muchas veces va ligado a la incontinencia urinaria y que en ciertos colectivos, como mujeres menopáusicas, "parece que como que tienen asumido que esto puede pasar y lo aceptan cuando no es así, tiene solución y tratamiento".

Las mujeres debido al embarazo, el parto y a la propia configuración de su aparato reproductor tienen más riesgo de sufrir esta patología. "Puede aparecer justo tras el parto y si se detecta se realiza una sutura de la musculatura debilitada y con tratamiento de rehabilitación no presentarán síntomas o años después debido al debilitamiento progresivo de la musculatura", indica esta doctora. La obesidad, la diabetes, determinados medicamentos o ciertas cirugías como la del tumor de ano favorecen la aparición de la incontinencia fecal así como algunas enfermedades neurológicas, según indican los expertos.

Ser incapaz de controlar la expulsión de gases, tener ganas repentinas de defecar que obligan a salir corriendo en busca de un inodoro o descubrir que la ropa interior está manchada son los primeros síntomas de una incontinencia fecal. "Cuesta que lo consulten, normalmente lo hacen cuando comienza a limitar su vida. Los casos más graves son muy limitantes, muchos tienen que dejar de trabajar, usar pañal... y además esto tiene una repercusión económica importante por el coste de los productos, no trabajar...", indica Bermúdez.

"Una vez detectado el problema, muchas veces se soluciona con cambios dietéticos para evitar que tengan diarreas y fortaleciendo el suelo pélvico bien con ejercicios o con medicamentos", indica y añade: "En los casos más graves, cuando hay lesión en la musculatura se valora su reparación. Lo más avanzado es usar la neuroestimulación de las raíces sacras". Desde hace un año, el Hospital Universitario de A Coruña tiene una consulta específica para la incontinencia. "Ahora mismo tenemos unos 70 pacientes con este tratamiento de neuroestimulación", indica.